Hidroaysén: Opiniones desde la academia

Hidroaysén: Opiniones desde la academia
Académicos de la Universidad de Chile exponen sus puntos de vista respecto al proyecto Hidroaysén.
Académicos de la Universidad de Chile exponen sus puntos de vista respecto al proyecto Hidroaysén.
 Rodrigo Fuster, Coordinador Programa Agua y Sociedad Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables.
Rodrigo Fuster, Coordinador Programa Agua y Sociedad Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables.
Enrique Aliste, Geógrafo de la Fac. de Arquitectura y Urbanismo.
Enrique Aliste, Geógrafo de la Fac. de Arquitectura y Urbanismo.
Mauricio Folchi, Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Mauricio Folchi, Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Roberto Román,académico del Depto. de Ingeniería Mecánica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y Vicepresidente de la International Solar Energy Society.
Roberto Román,académico del Depto. de Ingeniería Mecánica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y Vicepresidente de la International Solar Energy Society.
Marcelo Olivares, Académico del Departamento de Ingeniería Civil, división Recursos Hídricos y Medio Ambiente de la FCFM.
Marcelo Olivares, Académico del Departamento de Ingeniería Civil, división Recursos Hídricos y Medio Ambiente de la FCFM.
Rodrigo Palma, Académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Director del Centro de Energía de la FCFM.
Rodrigo Palma, Académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Director del Centro de Energía de la FCFM.
Ronald Fischer, Académico Departamento de Ingeniería Industrial de la FCFM.
Ronald Fischer, Académico Departamento de Ingeniería Industrial de la FCFM.

Manifestaciones ciudadanas y un acalorado debate ha suscitado la aprobación de un proyecto de US$ 3.200 millones que contempla cinco centrales hidroeléctricas en el territorio austral de la Región de Aysén. Académicos de la Universidad de Chile aportan desde distintas disciplinas su visión particular sobre el proyecto Hidroaysén.

Mauricio Folchi, Historiador y Enrique Aliste, Geógrafo -Diplomado en Gestión Socioambiental y Sustentabilidad que es impartido por la Facultad de Filosofía y Humanidades, en colaboración con el Programa Domeyko en Biodiversidad de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo y las Facultades de Ciencias Sociales, Derecho y Arquitectura y Urbanismo- apuntan que desde el paradigma de la sustentabilidad "es difícil encontrarle razón de ser" al proyecto. Agregando que uno de los principales errores es situar "la deliberación ambiental dentro de un marco de pensamiento -un paradigma, digamos- donde la lógica técnica y la valoración económica simplificada predominan, y donde la reflexión ética, la mirada cultural, territorial, social e histórica tienen una voz inaudible", sostienen. Revise la columna completa más abajo.

Desde la Facultad de Ciencias Agronómicas, Rodrigo Fuster, Coordinador Programa Agua y Sociedad Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables, plantea un aspecto poco discutido, el de la propiedad del agua. Desde esta perspectiva el académico propone la pregunta: "¿cómo un privado puede hacerse de la propiedad del agua de una cuenca?, ¿qué pasa con los otros potenciales usuarios de dichas aguas?". Revise la columna completa más abajo.

El académico del Depto. de Ingeniería Mecánica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y Vicepresidente de la International Solar Energy Society, Roberto Román presenta diez razones por las cuales Hidroaysén no es necesario ni conveniente para Chile. Entre sus argumentos el Prof. Román señala que "Ya está demostrado que diversificando la matriz energética (nuevos actores, fuentes de energía no convencional) se tiene una matriz más robusta y que ahorra en costos marginales". Revise la columna completa más abajo.

Desde la misma unidad académica, el Profesor Ronald Fischer Académico Departamento de Ingeniería Industrial, comenta que cada año, el país requiere aumentar su capacidad de generación en unos 500MW para hacer frente al crecimiento de la economía  y "que una reflexión más cuidadosa me mostró que no tenemos otra opción".  El Prof. Fischer agrega que "Si deseamos reducir el impacto ambiental, es necesario alcanzar rápido el desarrollo, para así tener la capacidad de destinar recursos a proteger el medio ambiente". Revise la columna completa más abajo.

Por su parte Marcelo Olivares, Académico del Departamento de Ingeniería Civil, división Recursos Hídricos y Medio Ambiente, detalla que el proyecto genera múltiples impactos ambientales. "Sólo en el medio acuático, un proyecto de esta naturaleza altera el régimen hidrológico, el régimen sedimentológico y las características del escurrimiento, con la consiguiente alteración de la calidad del agua y el ecosistema", manifiesta.  Asimismo advierte que el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental no compensa la ausencia de una política energética, una de planificación territorial, o una de gestión integrada de recursos hídricos. Revise la columna completa más abajo.

Rodrigo Palma, Académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Director del Centro de Energía, expone tres escenarios para entender el proyecto desde una perspectiva amplia de desarrollo del país, buscando disponer de seguridad energética a precios competitivos. "Ciertamente, desde la academia me inclino por el escenario 3 (subsidio estratégico), entendiendo el desafío energético actual del país como una gran oportunidad para la innovación y desarrollo", explica. Revise la columna completa más abajo.

Mauricio Folchi y Enrique Aliste: Hidroaysén, un lamentable error

En 1881, el gobierno chileno accedió a las pretensiones argentinas sobre la Patagonia, cediéndole voluntariamente una porción enorme de este territorio. ¿Por qué Chile tomó semejante decisión? Entre otras razones, porque nos encontrábamos en un momento de urgencia (la Guerra del Pacífico) que hacía difícil enfrentar el asunto con otra disposición y porque el conocimiento que teníamos sobre dicho territorio indicaba que no tenía mayor valor. Quienes tomaron la decisión, lo hicieron convencidos de que era lo mejor para el país. Hoy tenemos pocas dudas de que aquello fue un lamentable error de la diplomacia chilena y de la ciencia en la que ésta se apoyó.

Ahora debatimos acerca de otra decisión que afecta al territorio patagónico y que se toma, de nuevo, bajo la presión de la urgencia (la imperiosa necesidad de aumentar la generación de electricidad) y menospreciando los impactos ambientales que dicha iniciativa acarrea. ¿Qué dirán los chilenos del futuro sobre esta decisión? ¿Dirán tal vez que no supimos valorar adecuadamente esos paisajes, o esa reserva de vida que el proyecto alterará? ¿Dirán que nos dejamos presionar por una urgencia, más aparente que verdadera, que nos llevó a tomar una decisión desproporcionada, irreversible y equivocada?

Los promotores de Hidroaysén sostienen que el proyecto es "técnicamente" imbatible. El gobierno, por su parte, comprometido con una versión simplificada de la teoría del crecimiento económico (obcecada con el medio y desentendida del fin, que es el Desarrollo), asegura que el aumento de la capacidad de generación eléctrica es una necesidad imperiosa del país (lo decían también los gobiernos anteriores). La decisión del organismo regional que aprobó el proyecto, flanqueado por estas dos premisas, no constituye una sorpresa. De manera semejante a lo ocurrido en 1881, el conocimiento técnico a disposición de las autoridades y la urgencia instalada en (o desde) el gobierno nos conducen a la adopción de una medida que quizá el país termine lamentando en el futuro.

Los críticos del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) sostienen que éste está pensado para que proyectos como Hidroaysén consigan la aprobación. Lo ejecutivos de ENDESA, desde luego, no piensan lo contrario. Parecen estar honestamente convencidos de que su proyecto es sólido desde el punto de vista técnico, y el SEIA les ofrece suficientes garantías para hacer prevalecer sus argumentos. Y ese es, justamente, el principal defecto del sistema: que sitúa la deliberación ambiental dentro de un marco de pensamiento -un paradigma, digamos- donde la lógica técnica y la valoración económica simplificada predominan, y donde la reflexión ética, la mirada cultural, territorial, social e histórica tienen una voz inaudible. Con esas reglas del juego, proyectos como Hidroaysén, técnicamente bien pensados y además, aparentemente comprometidos con el desarrollo del país (o de la región donde se emplazan), tienen las mejores posibilidades de ser aprobados.

Dentro de ese paradigma es difícil plantear objeciones sustantivas al proyecto. Pero si nos situamos fuera de él -en el paradigma de la sustentabilidad, por ejemplo- es difícil encontrarle razón de ser. Dentro del paradigma dominante, el crecimiento económico (en su versión más simplista) y la generación de energía resultan imperativos, como también la construcción de megacentrales hidroeléctricas o termoeléctricas por iniciativa de empresas privadas, que son las que terminan definiendo la matriz energética del país. Fuera de ese paradigma, en cambio, todo eso resulta prescindible o, por lo menos, no imperioso, y la irreversible pérdida del patrimonio natural de una parte de Aysén, constituye un lamentable error.

La pregunta que el país debe hacerse, no es si el proyecto de ENDESA está bien pensado o no. La pregunta que el país debe hacerse es si quiere preservar esa parte de la Patagonia o no. Y en esto, los opositores al proyecto tienen razón. Una decisión de ese calado no puede tomarla una empresa, ni fundarse en el conocimiento experto que ésta moviliza (el que incluye, nada menos que las proyecciones de la demanda energética del país y la cartografía de la zona), ni ser el SEIA el mecanismo mediante el cual dicha deliberación se lleve a efecto.

Lo ocurrido con Hidroaysén nos invita a tomar mayor conciencia del peso histórico y geográfico de estas decisiones y de la falibilidad de la ciencia, a cuestionar la idoneidad del diseño institucional frente a decisiones de carácter estratégico y de largo plazo, y a revisar el modo en que valoramos el patrimonio natural de la nación. Mientras no hagamos esto, seguiremos incurriendo en errores lamentables, como el de Hidroaysén.

Prof. Rodrigo Fuster: HidroAysén y el poder del agua

Dada la contingencia asociada a la aprobación del proyecto de generación hidroeléctrica que involucra a cinco centrales en ríos de la patagonia de nuestro país, las discusiones se han centrado, por un lado, en el cuestionamiento de la institucionalidad ambiental que a través de sus mecanismos puso a un número de seremis regionales y a un intendente, a votar sobre un proyecto de repercusión nacional, y por otro, sobre la necesidad de contar con la energía que este proyecto en particular podría entregar al sistema en unos cuantos años más. En ambos aspectos mis opiniones serían exclusivamente personales, y si bien he estudiado al respecto, solo ha sido en mi afán por tener argumentos que exponer en la sobremesa propia de las tertulias con colegas y amigos para defender mi mirada sobre HidroAysén.

Pero hay un aspecto poco discutido en esta última semana y que en definitiva resulta ser la base fundamental de que proyectos como éstos puedan plantearse desde la decisión de un particular que desea desarrollar su empresa, esto es, la propiedad del agua.

Ya hace treinta años se promulgó la ley de aguas que nos rige en la actualidad, y que dentro de sus singularidades instauró la existencia de derechos de aguas con apellido de no consuntivos (los derechos no consuntivos se refieren a aquellos que se solicitan para utilizar el agua sin consumirla), buscando interpretar aquellos usos del agua que no consumían el agua y que debían ser diferenciados de aquellos usos que los consumían (como la agricultura o el uso minero) ya que podían utilizarse y luego restituirse a la fuente original para que luego otros usuarios pudiesen utilizarlos y por qué no, consumirlos. Pues bien, esta ley al entregar a los privados no sólo el derecho a usar el agua sino que también la propiedad de esta (desde el momento en que se inscriben en el Conservador de Bienes Raíces, no queda discusión que es propiedad privada) permite que treinta años después ocurran situaciones como la de HidroAysén, en donde un privado (o dos, como en este caso) puedan plantear el desarrollo de un proyecto que involucra casi la totalidad de las aguas de los ríos involucrados y la de sus afluentes, ya que éstas son de su propiedad. A pesar de que este uso se realiza en un punto específico al interior de la cuenca, se entiende que cualquier otro uso aguas arriba del proyecto puede significar una disminución de sus aguas por lo que no es factible conceder nuevos derechos de agua, aunque sea a kilómetros de distancia en la misma cuenca.

No ha sido discusión este tema, sin embargo llama la atención ¿cómo un privado puede hacerse de la propiedad del agua de una cuenca?, ¿qué pasa con los otros potenciales usuarios de dichas aguas? Pues bien, un hecho concreto es que no hay disponibilidad de agua para otros interesados, ni el ganadero que requiera agua para sus vacas, ni para empresas mineras, ni para agua potable; no al menos en los ríos que conforman la red de drenaje que alimentará las centrales, ya que esas aguas son privadas. Menos aun tienen cabida los usos de las aguas que no acostumbramos discutir, como los usos ancestrales, paisajísticos, turísticos o ecosistémicos, que aunque existan, indudablemente se verán afectados desde el momento en que se intervenga el flujo natural del río en donde se encuentran, y esto por la decisión de un privado, amparado por la ley, y por la aprobación de parte del Estado (al menos por la institucionalidad ambiental).

La ley de aguas, es entonces la base que permite que este tipo de proyectos se pueda desarrollar, la cuestión entonces es poner sobre la mesa la pregunta relativa a qué modelo de país queremos construir y qué herramientas legales y administrativas debemos entregar para soportar esa decisión. Cuando la discusión se centre en estos aspectos, probablemente miraremos las bases del modelo actual de desarrollo y cuestionaremos si es necesario cambiar leyes, como la ley de aguas. Así, probablemente la discusión acerca de lo adecuada que es la institucionalidad ambiental o sobre la necesidad de energía, al menos en relación al agua, será tema propio de cada realidad local o regional en función de una mirada país.

Prof. Roberto Román: Diez razones por las cuales Hidroaysén no es necesario, ni conveniente para Chile

1. No es efectivo que la demanda eléctrica de Chile y el SIC necesita duplicarse en 10 años. De hecho ha crecido a una tasa anual de solo 3,8% en los últimos 11 años y cualquier análisis razonable muestra una tasa de crecimiento no mayor al 4,5% al
año.

2. Cualquier estrategia de desarrollo energético debe tener como pilar fundamental la eficiencia energética. Si se aplica una política activa al respecto, más allá de lo que ocurre en forma natural por iniciativa de las empresas, el ahorro generado es mucho mayor que lo que podría aportar Hidroaysén.

3. Existen abundantes recursos de energías renovables no convencionales tanto en el territorio del SIC como del SING que pueden aprovecharse con mucho menor impacto para el medioambiente que Hidroaysén: más de 4.000 MW en Geotermia; más de 5.000 MW en eólica; más de 15.000 MW en mini hidro; mucho más de 40.000 MW en solar. Y estas fuentes no son mucho más caras que Hidroaysén y varias son más baratas y confiables.

4. Existe un verdadero riesgo para el sistema eléctrico de depender de un solo punto de generación a más de 2.300 km de los puntos de consumo a través de una sola línea de transmisión.

5. Ya está demostrado que diversificando la matriz energética (nuevos actores, fuentes de energía no convencional) se tiene una matriz más robusta y que ahorra en costos marginales. Con solo algo más de 3% de ERNC en el SIC, el ahorro para el país superó los 120 millones de dólares en 1 año.

6. La Agencia Internacional de Energía (dependiente de la OCDE) recomendó a fines de 2009 que Chile necesitaba diversificar su matriz de generación incorporando más ERNC, aumentando la cantidad de empresas que generan, evitando grandes proyectos hidroeléctricos y termoeléctricos y aumentando una participación
ciudadana. Esto sobre un pilar central de eficiencia energética.

7. El daño que el proyecto causará a las cuencas de los ríos Baker y Pascua es irreversible. El futuro del desarrollo de Aysén está en su gente y recursos naturales. El comprometer esta parte tan única compromete las opciones de desarrollo futuro.

8. Desarrollar el proyecto claramente favorece a las empresas involucradas, pero no favorece el desarrollo del país, no aumenta la seguridad energética y claramente no conducirá a costos de energía menores, pues la generación seguirá concentrada
en muy pocas manos.

9. Proyectos del tipo Hidroaysén son considerados como proyectos propios del Siglo XX, que del Siglo XXI. Claramente el desarrollo energético del mundo va por otros caminos.

10. Y por último, es la región de Aysén, más las personas que estén en los más de 2.000 km del recorrido de la línea de transmisión los que tienen que asumir los costos. Y claramente los beneficios del proyecto lo recojerán otros. En resumen: se compromete el desarrollo del país y la ciudadanía en beneficio de un par de empresas privadas.

Prof. Ronald Fischer: Por qué HidroAysén

La aprobación ambiental del complejo de centrales hidroeléctricas en Aysén no ha tenido buena recepción en el público, que la recibió con protestas en distintas ciudades. La idea de enormes lagos artificiales y líneas de transmisión alterando el paisaje de Aysén no es atractiva. Entiendo el problema, porque los mismos motivos me hicieron dudar del proyecto, pero una reflexión más cuidadosa me mostró que no tenemos otra opción.

Cada año, el país requiere aumentar su capacidad de generación en unos 500MW para hacer frente al crecimiento de la economía. Los ambientalistas sugieren que se debe aumentar la eficiencia, produciendo más con menos energía. Así se necesitaría una cifra menor a 500 MW anuales para acomodar el crecimiento. Pero nuestras empresas, que enfrentan un alto precio por energía, ya realizan el esfuerzo eficiente. En nuestra etapa de desarrollo productivo, reducir el consumo es imposible, salvo que quisiéramos transformarnos en un país focalizado en el turismo, al estilo de Costa Rica (país que depende de la hidroelectricidad para la mayor parte de sus necesidades energéticas). Por lo demás, esto es inviable por nuestra localización geográfica, mayor tamaño y población. Descartada esta posibilidad, el desarrollo y la equidad requieren una economía que crece y que usa más energía. Pero las empresas solo pueden competir si sus insumos, entre ellos la electricidad, no son demasiado caros. En resumen, se debe aumentar la producción de electricidad, a un costo razonable.

¿De dónde podrían salir los 500 MW en capacidad adicional? Entre las renovables, la energía eólica es impredecible y tiene un factor de planta de menos de un tercio de la capacidad instalada, lo que eleva su costo de inversión. La energía solar aún no es económica, aunque si alguna vez bajaran sus costos, el país tiene excelentes condiciones para su desarrollo. La geotermia parece ser parte del futuro energético: sus costos de instalación no difieren mucho de los de las energías convencionales, y solo la limita actualmente el riesgo de exploración. Las minihidro son ambientalmente atractivas, pero su potencial es limitado (unos 3.000-4000 MW), aparte de requerir líneas de transmisión ubicuas.

Restan como energías de bajo costo la nuclear, la termoelectricidad y el carbón. Dejando de lado la energía nuclear, porque no podría implementarse antes de la mitad de la siguiente década, en el mediano plazo solo quedan el carbón y la hidroelectricidad. Si no se construyen centrales hidroeléctricas -en particular Hidroaysén- tendremos que usar más carbón. El desarrollo usando carbón produce severos daños ambientales y, peor aún, es probable que nuestras exportaciones sean castigadas en el futuro si la energía que usan produce gases invernadero. Por su parte, Hidroaysén tiene un factor de planta muy elevado, prometiendo un suministro estable y que no produce (salvo por la descomposición inicial de material orgánico sumergido) gases invernadero. En general, los desarrollos hidraúlicos en Chile tiene impacto visual, pero sus perjuicios ambientales son menores.

Para concluir, el desarrollo económico es más amable con la naturaleza: basta comparar a Haití con cualquier país desarrollado. A Haití no le quedan bosques porque los han usado como leña. En Europa, los bosques se han recuperado de las depredaciones del pasado. Si deseamos reducir el impacto ambiental, es necesario alcanzar rápido el desarrollo, para así tener la capacidad de destinar recursos a proteger el medio ambiente.

Prof. Marcelo Olivares: HidroAysén: grandes proyectos hidroeléctricos e impacto ambiental

Esta semana se ha aprobado, en términos de sus impactos ambientales, un proyecto hidroeléctrico de gran escala en la Patagonia chilena. Debido a la falta de políticas e instrumentos en otros ámbitos, algunos consideran, erróneamente, que el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) debe hacerse cargo de todos los criterios involucrados en la decisión de realizar un proyecto de esta naturaleza. Sin embargo, el SEIA no compensa la ausencia de una política energética, una de planificación territorial, o una de gestión integrada de recursos hídricos. De hecho, el SEIA ni siquiera constituye una herramienta de planificación ambiental estratégica.

En este contexto, se ha perdido la perspectiva de lo que realmente debería cuestionarse en esta instancia. A juicio de la autoridad pertinente, los impactos ambientales asociados al proyecto HidroAysén son aceptables. Sin embargo, el SEIA no define en forma clara qué nivel o tipo de impacto puede ser considerado aceptable. En efecto, rara vez un proyecto, incluyendo las medidas de mitigación y compensación propuestas, cambia en forma significativa en su paso por el SEIA. En el caso de HidroAysén, se incluyeron consideraciones de índole ambiental tanto en el diseño como en las condiciones de operación establecidas en la formulación del proyecto presentado al SEIA.

El proyecto HidroAysén genera múltiples impactos ambientales. Sólo en el medio acuático, un proyecto de esta naturaleza altera el régimen hidrológico, el régimen sedimentológico y las caraterísticas del escurrimiento, con la consiguiente alteración de la calidad del agua y el ecosistema. Cabe mencionar que la mayoría de los impactos ambientales en el medio acuático están asociados a dos factores: la creación de un embalse y la alteración del régimen de caudales. El primer factor, es común para cualquier embalse, sea éste para hidroelectricidad, riego, agua potable, etc. Llama la atención la poca oposición que surge al momento de crear embalses para otros propósitos. En relación con el régimen de caudales, el impacto más notable es la introducción de fluctuaciones a escalas de tiempo cortas (diaria, horaria) en respuesta a las fluctuaciones de la demanda eléctrica. La capacidad de variar rápidamente el nivel de generación en una central de embalse es, entonces, un atributo positivo que no necesariamente poseen las tecnologías que se presentan como alternativas.

Un factor relevante es la incertidumbre que rodea los impactos ambientales asociados a proyectos de esta índole y, en particular, al proyecto HidroAysén. En efecto, no es posible predecir con certeza cómo se comportarán los sistemas ambientales, cuáles son las relaciones causa-efecto involucradas, y cuál es el grado de reversibilidad de los impactos. Típicamente, parte de la incertidumbre se debe a la falta de observaciones de la situación "con proyecto". Efectivamente, en Chile se incorporan Planes de Seguimiento y Monitoreo como parte del SEIA, pero rara vez se establece qué acciones se tomarán en caso de que, a partir de la información adquirida, se concluya que el proyecto tiene impactos inaceptables. Este punto podría abordarse mediante una instancia de revisión ex-post del desempeño ambiental de los proyectos. Por ejemplo, el sistema estadounidense otorga licencias de operación que tienen una duración de entre 30 y 50 años, renovable al final de este período. Como parte del proceso de renovación, se revisan los impactos ambientales del proyecto, en un contexto de participación de todas las partes afectadas. El proceso concluye, usualmente, con una aprobación de la solicitud, sujeta a nuevos requerimientos, tanto en términos de diseño como de operación del proyecto. En ese caso, las generaciones futuras pueden decidir si aún los impactos son aceptables. De eso se trata, en parte, el concepto de sustentabilidad.

A pesar de sus falencias, existe relativo consenso en que el SEIA contribuye a que los proyectos sean mejores en términos de sus impactos ambientales. Disponer de un SEIA con altos estándares técnicos y base científica, que aborde adecuadamente la incertidumbre en el marco una consensuada política energética, ambiental y de recursos hídricos, es un requisito fundamental para que Chile, al igual que todos los países del mundo con potencial hidroeléctrico, pueda hacer uso de estos recursos en forma sustentable. Más aún, este requisito es también pertinente a toda la gama de fuentes y tecnologías de generación eléctrica, tanto convencionales como no convencionales.

Más allá de las instancias que restan para la posible aprobación definitiva del proyecto HidroAysén, un punto clave de discusión, indebidamente postergado, es la línea de transmisión, que posiblemente podría ser compartida con otro proyecto hidroeléctrico actualmente en proceso de evaluación ambiental. Es de esperar que, en esa oportunidad, el SEIA muestre que está a la altura de los desafíos que plantea el futuro.

Prof. Rodrigo Palma: ¡HidroAysén!

La discusión sobre el proyecto hidroaysén es llevada a cabo en los medios de comunicación en planos muy distintos y mezclados entre sí. Se abordan desde temas valóricos sobre la visión de desarrollo del país, hasta aspectos específicos de una evaluación económica; pasando por posturas frente a temas ambientales, diseño del mercado eléctrico y la transparencia en los procesos de aprobación. Para lograr un diálogo constructivo, es imprescindible distinguir en qué plano se realiza la discusión. La figura (ver imagen) resume estos planos de análisis con las posibles acciones asociadas.

Desde una perspectiva amplia de desarrollo del país (considerando la posibilidad de cambios legales e impulso de una política energética), donde buscamos disponer de seguridad energética a precios competitivos, el proyecto de hidroaysén puede entenderse en los siguientes escenarios:

Escenario 1, Statu quo: donde no se realizan cambios relevantes al marco normativo ambiental y eléctrico. Las principales empresas eléctricas del oligopolio (Endesa, Colbún, Gener), usualmente conservadoras en sus decisiones, continúan evaluando sus proyectos a partir de las tecnologías de generación convencional (grandes hidráulicas, térmicas a carbón, gas natural y turbinas diesel). Por su parte, la demanda crece a una tasa del 5% promedio anual, al menos los próximos 15 años. Por último, no se prevé una disminución importante en los costos de inversión en tecnologías no convencionales. Bajo esta perspectiva, el proyecto hidroaysén se presenta como una competencia directa a centrales térmicas carboneras y superior a la alternativa nuclear; con el fin de poder cubrir los nuevos requerimientos energéticos del país. El recurso en Aysén corresponde a un energético local que ofrecería una mayor seguridad energética y tendería a reducir la volatilidad de los precios futuros para Chile.

Escenario 2, Visión medioambiental: El escenario anterior es modificado introduciendo políticas agresivas de subsidio a la instalación de energías renovables no convencionales. En este caso, al disponer de un potencial suficiente de energéticos locales (geotermia, minihidráulica, eólica, solar), el proyecto hidroaysén efectivamente no es necesario en la matriz energética nacional. El balance medioambiental sería positivo y los precios de la energía podrían ser competitivos. Sin embargo, el costo social del subsidio necesario sería extremadamente alto.

Escenario 3, Subsidio estratégico: El escenario anterior es modificado, seleccionando estratégicamente un grupo reducido de tecnologías no convencionales a fomentar (por ejemplo geotermia y minihidráulica). Sin embargo, este fomento se entiende como el desarrollo de una industria tecnológica local, en sociedad con empresas desarrolladoras líderes a nivel internacional. Se requiere del involucramiento real de científicos, empresarios, asociaciones y el Gobierno. Asimismo, este fomento tendría la visión de tornar al país en un exportador de estas tecnologías a nivel regional. El proyecto hidroaysén no sería necesario para la matriz energética ni tampoco presentaría ventajas económicas relevantes. Los beneficios ambientales y en precios serían similares a los del escenario 2. Sin embargo, el costo social del subsidio o fomento sería mucho más reducido, ya que correspondería a una inversión estratégica que se renta por puestos de trabajo, consumo local, patentes y exportaciones.

En resumen, el proyecto hidroaysén no es estrictamente necesario, pero requiere de coraje y convicción para incursionar proactivamente en el Escenario 3, tomando los riesgos que todo cambio de paradigma requiere. Ciertamente, desde la academia me inclino por el escenario 3, entendiendo el desafío energético actual del país como una gran oportunidad para la innovación y desarrollo.