SIGUE LA GRAN POESÍA CHILENA

por Hugo Montes

Buen año el de 1976 para la poesía chilena. Jóvenes y no tan jóvenes han publicado libros excepcionales que se alinean en la dirección de los "grandes". Primero fue el Nueva York de Arturo Fontaine Talavera; luego, El jardín de las palabras, de Jonás. Ahora, Noches, de Miguel Arteche; pronto, aunque suene a infidencia permítase decirlo, vendrán poemas de Roque Esteban Scarpa. Obras distintas entre sí, que van desde el lirismo narrativo al de la reflexión, desde la actitud hermética hasta la más palmaria, desde el soneto y el romance al verso libre. ¡Curioso el caso de Chile, definitivamente superior en la poesía que en el cultivo de otros géneros literarios!

El libro de Arteche, editado con diagramación tradicional por Nascimento, contiene más de cincuenta poemas, ceñidos, rigurosos de lenguaje. El autor fue implacable para seleccionar: excluyó de la publicación una cantidad igual o superior a la editada. Algunos textos son antiguos, por ejemplo "El Adiós" incluido alguna vez en la revista Finis Terrae de la Universidad Católica de Chile. Pero los más aparecen por primera vez y confirman el sólido prestigio del poeta.

El motivo principal es el de la partida. El título recién citado se relaciona con "Irás y no volverás", "Aeropuerto", "Hay hombres que nunca partirán", "Ojos que te vieron ir", "Salgo ahora de esa noche", "Cuando se fue Magdalena" y otros. ¿Qué partidas son éstas? ¿Adónde se va? ¿Hay regreso y cuándo? De una orilla a otra orilla va mucho más que un río claro o una cuantas horas de viaje:

Cuando me da la mano el que se fue,
y lágrimas me dio y ojos que brillan;
cuando su ausencia siembra en esta silla
eternidad que yo sólo sé.

La partida entraña una separación inconmensurable de mares distantes, de horas que son eternidad. Por encima del viaje que los turistas y los hombres de negocio emprenden en ese desolado aeropuerto se da la gran travesía "donde no hay mano que te ayude, ni instrumentos de vuelo,/ ni tripulación que vele el largo viaje". Está a la vista el simbolismo del motivo. La visión del poeta trasciende lo inmediato, pero no en una evasión de lo cotidiano sino precisamente ahondando en el aquí y en el ahora. Se parte de la realidad trivial, la que es asumida en su totalidad. Sólo que esa totalidad implica más de los ue se ve. Tarea del poeta no es sino recordar lo fundamental que los viajeros ignoran, ignoramos de hecho, que no hay sino partidas desde que llegamos a este mundo, y una sola gran partida.

Inquietante también es el motivo que da título al libro. ¿De qué noches se trata? Se habla de "noche inmóvil" en que no han de aparecer las cartas, de desaparecimiento "tras la noche que dejó desierta", de una medianoche que altera: "verás que el cigarrillo enciende al fumador/ y el vino se bebe al embriagado." No son las noches espirituales de San Juan de la Cruz, ni tampoco sus noches del sentido, dolorosas y esperanzadas, necesarias para el encuentro en amanecida. Noches éstas como un gran vacío, un hueco de sombra por donde no pasa la vida y que sin embargo ocurren inevitablemente. hay que salir de ellas, hay que partir hacia la madrugada del día final ya sin sombra. No es difícil relacionar noches y partidas en la poesía de Arteche, pero ello exigiría un espacio mayor. Valga por ahora la sugerencia.

Permanece la manera apelativa. Se habla de preferencia a un tú que se siente cercano, que se identifica casi con el hablante lírico. Es un tú que en su singularidad comprende a muchos, desde el yo que escribe hasta todos nosotros lectores potenciales o actuales. Ya se ve, una vez más la letra confunde y simboliza:

Las monedas escasas que en la calle cuentas
antes de entrar
en el café. Te tomas tu cerveza
y en tu cerveza hay nieve y hay jamás.

Escena trivial de quien pasa de la calle al café. Sól que en su cerveza se bebe el tiempo (nieve) y eternidad (jamás).

Libro variado a pesar de este reiterado recurso de trascendencia. Una vez más es la paráfrasis de textos de Rubén Darío, otras es la evocación de los personajes de la pasión de Cristo, después el nombre familiar de Ignacio o Magdalena, del mismo Miguel.

Variedad asimismo en el tono. Patético, increpante, irónico, simplemente reflexivo. Poesía de relato que recuerda a escritores ingleses (en "Aeropuerto", por ejemplo), de afán descriptivo , de coloquio. El lector que ya se iba acostumbrando a un modo determinado se ve sorprendido con el siguiente y con el de más allá. Quizá se echa de menos precisamente una actitud más sostenida, que también desde este respecto de unidad a la obra.

Y por encima de todo, poesía, poesía, esa poesía que gusta y conmueve. Basten como ejemplo las tres últimas estrofas de "La dama sola", título en el que no es difícil ver la alusión a la muerte:

Qué lluvia hay en las sienes de mi Dama la sola.
Me levanto y le digo: cuánto frío hay aquí.
Y en el fondo del vino miro volar un pájaro
negro, y está nevando, y deseo partir.

Y la Dama me sigue: qué insistente es mi Dama:
cuánta niebla en sus manos, cómo sus ojos son
países desolados por el hambre y la luna
y las redes bermejas que le lanza el terror.

Cuánta nieve de antaño me ha traído mi Dama.
Cómo sus ojos brillan si la trato de tú.

Y siento que envejezco cuando me da una rosa,
la rosa que cortara allá en mi juventud.

en: diario El mercurio, Santiago, 12 de septiembre de 1978.

 

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