DE ESTE MUNDO Y DEL OTRO

(por Fidel Araneda Bravo, de la Academia de la Lengua)

En cierta ocasión impugné a Raúl Silva Castro una crítica subjetiva y desacertada que hizo a Creación poética, libro espléndido por muchos conceptos, publicado por el Pbro. José Miguel Ibáñez (Ignacio Valente) en 1964. Ahora debo hacer algo semejante con las observaciones hechas por Ignacio Valente a La disparatda vida de Félix Palissa y a Mapas de otro mundo, de Miguel Arteche. En ella mi distinguido cofrade en el sacerdocio y, aunque no con la autoridad suya, en la crítica, niega las condiciones de narrador de Miguel Arteche y elogia las de poeta.

No es fácil que esa desusada mezcla de lo fantástico y humorístico, con aparente incoherencia e irrealidad predominante en la novela y en los cuentos de Arteche sea aceptada "de buenas a primeras" por críticos y lectores poco acostumbrados a esta forma de narrativa hábil que no carece de suspenso y realidad, contrariamente a lo dicho por Ignacio Valente. Porque ¿qué otra cosa sino admiración y perplejidad causan, por ejemplo, en el lector el "Cura Apablaza" y "Nahual", el perro con anteojos? De la novela ya escribí extensamente en este diario, el 17 de diciembre de 1975. En cuanto a los cuentos de Mapas de otro mundo, sucede algo parecido a lo de la novela, porque Arteche no escribe anticuentos, sino relatos fantásticos, en los cuales se admira la riquerza de imaginación del autor, de quien no es tan fácil decir que es "mejor poeta que cuentista", pues las narraciones están, es cierto, impregnadas de poesía, sin que falte en ellas el humorismo de la mejor ley y lo real. Para Ignacio Valente, los únicos cuentos "relativamente ingeniosos y divertidos" son "El corolo" y "El marido que soplaba". Es indiscutible que no todos los relatos son igualmente graciosos, pero de ahí a sostener que los fantásticos son todos mediocres, hay un abismo y un "abismo llama a otro abismo". Es inconcebible que Miguel Arteche, hombre de talento y con gran sentido del humor y de la autocrítica se hubiera atrevido a dar a luz un libro tan desdichado. Es cierto que "El Corolo" y "El Marido que soplaba" son dos obras de arte poco comunes en la literatura nacional y, plenamente logradas, dignas de figurar en la mejor antología del cuento hispanoamericano. En ellos la ironía y el humor expresan la realidad de la vida social de nuestro tiempo. Elogios merecen también los dos relatos serios de la obra: "Fillo de Rucamanque" y "La señora de Cronos", que en nada desdicen de los anteriores, en cuanto a calidad, pero a mí me contentaron los otros; además son igualmente fantásticos, máxime el primero. Los dos, en verdad, tienen el encanto de la poesía de Arteche, como lo reconoce Ignacio Valente. Sin embargo, el relato "El misterio del Marqués inminente" lo pasó por alto el crítico de "El Mercurio" y es de los mejores del libro por el conocimiento de la psicología de algunos gobernantes. En estas páginas se conjugan lo fantástico, la realidad y el más desconcertante y oportuno sarcasmo. Se trata de la República de Cinta, en la cual se observa "que luego de pasar por sucesivas revoluciones conservadoras, ha llegado al borde del despegue, lo cual revelaría que antes los cinteños estaban pegados" (Pág.120). En otra parte escribe: "Y cuando le observé que al adquirir tales títulos violaban un decreto fundacional de la República, me aseguró que eso era lo de menos, pues muchos Presidentes habían casado a sus hijas con noblessansueñences" (Pág.121). ¿Cómo puede decirse que "lo fantástico no penetra en lo real, en los cuentos de Arteche"?

No me atrevería a sostener que nuestro autor "es mejor poeta que cuentista", como afirma Ignacio Valente; más exacto sería decir: Arteche es también poeta en sus relatos. Esto, lejos de odender a Miguel Arteche, lo exalta, porque Vicente Huidobro dijo en su "Arte poética": "El poeta es un pequeño Dios". Otro bardo nuestro, Dublé Urrutia, afirmó, en el discurso de su pública profesión de fe (1928), que el término poeta significa "creador". En todo caso, "ser un pequeño Dios" es más honorable y grato que ser un gran demonio....

(en diario Las últimas noticias, Santiago, 4 de septiembre de 1977, p.5.)

 

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