MIGUEL ARTECHE: NOCHES

por Hernán del Solar

El acento clásico de este gran poeta nuestro tal vez incita a algún rastreador de influencias a volver los ojos hacia otros siglos. Querrá encontrar ecos, fantasmas, sigilosos murmullos. Le vendrán de antemano ciertos antiguos nombres. żDónde están Dios mío, Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Santa Teresa , y lejos de toda santidad, dónde Quevedo? Buscará, rebuscará, afanoso. Y temerá equivocarse al no encontrar en su gira sino el nombre de Miguel Arteche. żEs posible que con tal lenguaje no viva y muera entre los viejos maestros? Sí, hay que confesarlo -dirá rascándose una oreja- no viene de otro siglo, está en el nuestro, es de hoy.

Alegría perfecta para sus lectores. Vuelve a aparecer un libro de poemas de Miguel Arteche: Noches, que publica Editorial Nascimento. La satisfacción es honda porque junto a la nueva obra del poeta tenemos la gratísima seguridad de la permanencia del editor. Estas son horas dolorosas para los editores. Los que no han muerto, agonizan. Y he aquí que Nascimento no interrumpe sus publicaciones. Además, y hay que subrayarlo, entre éstas tenemos a un poeta. Nunca fueron los editores generosos con los vates. Ni éstos con aquellos. Es natural. Y lo mejor será culpar a los lectores. Dicen que la poesía no se lee. Falacia pura. Pero dejemos esto, que es de aliento largo, y pasemos a celebrar en voz muy alta la reaparición en verso de Miguel Arteche, que no hace mucho nos dio la buena sorpresa de su novela La disparatada vida de Félix Palissa.

Quien nos haya seguido hasta aquí (preferiríamos que no fueran pocos) habrá advertido que no escamoteamos la adjetivación. Hemos levantado claramente la voz para referirnos, con alabanza, a un escritor que sostenido por su obra se halla en el más alto rango de nuestra literatura de hoy. Miguel Arteche no se encierra, como poeta, en un ámbito lírico de cortos límites; sus intereses son amplios: la vida con sus innumerables vueltas, el hombre con sus agónicas contradicciones, la muerte que es vida perdurable.

Posee Arteche una facultad cada vez menos común : a través de sus numerosos libros, en cuanto poema escribe se ve su autenticidad. Siempre es el mismo. Los temas, las formas -cambiantes, de continuo diversos- no le alejan de sí. Escribe con la misma delicadeza o vigor, el mismo dominio del idioma, la misma hondura o voluntaria superficialidad, siempre igual a sí mismo. żInsinuamos que hay en él monotonía, repetición? Creemos que es vivo, activamente vivo. Es decir, nuevo cada vez. No es la suya una "inspiración" reiterativa (La palabra inspiración significa aquí invención, descubrimiento, íntimo encuentro con la vida).

Noches es palabra depresiva cuando titula un libro de versos. El mundo parece estar amarrado a la sombra, no se le ve, se esfuma. Sin embargo, aquí está el mundo y en él un hombre que lo observa, lo vive, lo lleva dentro de sí irremediablemente, con su noche cambiante, con su día renovado. Es su oficio de poeta: conocerlo. Con el amor, la esperanza, el deseo, el odio, la solidaridad.

Bienaventurado porque abrió una puerta en el hombre,
se asomó a su oscuridad y vio que no era buena.
Bienaventurado porque entonces abrió otra puerta,
y por las dos puertas entró la luz, y no dejó que la luz se retirara.
Bienaventurado porque al hacer la luz y unir las dos puertas
nos dio la eternidad de ser dos y ser uno y estar iluminados para siempre.

En este libro de la soledad, la vida efímera y la muerte que no acaba, el amor, como hemos advertido en el brevísimo poema transcrito, ilumina a la muerte (nuestros muertos), a la via (la de todos los hombres), y a la soledad que es compañía del que piensa, siente, busca, se interroga y no halla respuesta.

En este desamparo silencioso del hombre, el sentido de la muerte va por la noche de cada día, de cada poema, y a veces es una leve ráfaga de miedo, y siempre una serenidad que fortalece y purifica. Son numerosas las páginas donde percibimos la unidad de vida y muerte, el péndulo que va y viene contando la inevitable historia. Acerquémonos al poema, de admirable sencillez, que se titula "Para que estemos menos solos". La idea se desenvuelve más de una vez, acogedora siempre en su dolorida convicción.

Para que estemos menos solos
nos entregaste, Señor, nuestros muertos.

Nunca los conocimos cuando estaban
con nosotros.
.........................Decíamos
que la vida es muy larga: ya tendremos
tiempo de conocerlos.
Nunca supimos quiénes eran
mientras vivían.

Y ahora que están lejos
los entregas, Señor, como ellos son:
limpios de toda vanidad,
sin sus pobres miserias,
bruñidos por la luz y tamizados por la oscuridad.

Nunca estuvieron solos nuestros muertos.
Son ellos los que gimen en la noche
por nuestra soledad.

La voz no pierde fuerza. Como acostumbra, levanta las palabras limpias y calmadamente hacia nuestro corazón, que las recibe, con cabal entendimiento. En ocasiones, el drama interno del hombre toma el aire de un juego. "Ludo" es uno de los muchos ejemplos. Como habitualmente, el verso no apaga su música, y el ritmo mantiene su paso seguro. Suele parecer que la musicalidad es lo primordial, como en "Cuando se fue Magdalena", pero detrás de las palabras, empujándolas hasta nosotros, está el significado indefinible, el poderoso significado que rehuye toda explicación: lo que leemos es, simplemente, poesía. Y ésta no se define, si no se quiere descaminarla. En Arteche encontramos la nostalgia, la investigación metafísica, el humor, la amorosa entrega, el canto del agua, del viento, de la naturaleza, pero sin que haya desborde, todo con armonía que sabiamente le da a cada verso su vitalidad de hoy y para más tarde.

Se aguza el oído ante cada poema y es imposible no percibir el canto interior que da intensa vida a la palabra. Como sin esfuerzo, aunque sin duda lo haya, sentimos venir estas Noches, de Arteche, el secreto amparador de la gran poesía.

en diario El mercurio. Santiago, 15 de agosto de 1976, pág. 5

 

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