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El estado de la cultura nacional en los primeros años de la República era deplorable. Andrés Bello, en carta de agosto de 1829 a Fernández Madrid, decía que El Mercurio Chileno, dirigido por José Joaquín de Mora "no tiene quizás sesenta lectores en todo el territorio de la República". El mismo Mora comparaba su labor pedagógica en el Liceo de Chile con la doma de potros y potrancas. En 1827, el periodista Melchor José Ramos escribía: "¿Qué se economiza más en Chile? ¿La facultad de pensar? Del millón de sujetos que se le suponen ¿cuántos son los que piensan? Tal vez no lleguen a seis, y lo que éstos dicen lo repiten unos pocos con calor, otros pocos bostezando y la mayor parte ni siquiera repite nada."

El inglés John Miers, que estuvo en Chilea partir de 1818, escribía en 1826: "los chilenos son ignorantes, y proclaman que no requieren el conocimiento de los libros. Tienen, además, muy pocos y los pocos que tienen no los leen." ( Citado por Bernardo Subercaseaux).

Esta situación comienza a cambiar cuando la Universidad de Chile organiza todo el sistema educativo nacional, impulsa la investigación en diversas áreas, funda la moderna historiografía científica, e incentiva la creación literaria y artística. Todas esta tareas necesitaban, desde luego, del libro.

Su primer proyecto editorial fueron los Anales de la Universidad de Chile, que se fundan en 1843. En sus páginas se publicó la mayor parte de la producción científica e intelectual chilena de la segunda mitad del siglo XIX. En efecto, esta revista publica investigaciones de todas las disciplinas, desde la historiografía hasta temas relacionados con el reconocimiento hidrográfico de nuestro territorio, los resultados de las expediciones científicas para reconocerlo, las observaciones sísmicas y meteorológicas, la geología, mineralogía e historial natural nacionales.

Por intermedio de la Smithsonian Institution, de Washington, los Anales de la Universidad de Chile se distribuyeron en las más prestigiosas sociedades científicas y universidades norteamericanas y europeas, y merecieron incluso el elogio de Alexander von Humboldt.

Otro de los grandes proyectos editoriales que cumplió la Universidad de Chile fue la edición de las Obras Completas de don Andrés Bello.Luego de la muerte del sabio, el Consejo Universitario tomó, entre otros acuerdos, el de preparar esta edición, que se realizó entre 1881 y 1893. En las actas del Consejo se encuentran frecuentes informes sobre el avance de esta obra, tanto sobre la compilación de los escritos, como de los aspectos materiales, como la compra del papel.

Posteriormente se harían ediciones de otras grandes figuras intelectuales chilenas, como las Obras Completas de Benjamín Vicuña Mackenna, que se publican por acuerdo del Consejo Universitario de 1934.El primer intento lo había realizado un editor francés, quien pensó en imprimir las obras bajo la dirección personal del autor. A raíz de la muerte de éste se inició, con el mismo fin, una suscripción pública que encabezaron destacadas figuras como José Victorino Lastarria, Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui, Isidoro Errázuriz y José Manuel Balmaceda. Pero el proyecto no pudo llevarse a cabo por las dificultades que presentaba la ordenación de una gran cantidad de textos diseminados en libros, periódicos y otros impresos de todo el continente.

Finalmente, el Consejo Universitario, ante las sugestiones hechas por intelectuales de toda América, designó a Armando Donoso y Eugenio Orrego Vicuña para que se ocuparan de la edición, cuyo primer tomo apareció en 1936.

En el Estatuto de 1931 se contemplaban las publicaciones universitarias, como una de las instancias para apoyar el perfeccionamiento de la enseñanza y la difusión de la cultura. Se publicaban entonces las obras premiadas y los trabajos de investigación expresamente encargados por la Universidad.

En 1930 el rector Gustavo Lira Manso había propuesto la idea de disponer de una imprenta propia para estos fines, la que se puso en funcionamiento en junio del año siguiente, en la casa central de la Universidad. Esta contaba con equipos y maquinaria modernos. Se encargó su dirección al escritor Manuel Rojas.

En 1934, las Prensas de la Universidad de Chile publicaron 82 títulos, con un total de 39.800 ejemplares, y en 1935, 101 títulos, con 62.400 ejemplares.

En 1947 el Consejo aprobó el proyecto de creación de una editorial en forma de sociedad anónima con acciones que serían adquiridas por el Fisco, por la Universidad y por particulares. Su propósito prioritario era publicar textos de estudio y obras de consulta de bajo costo para uso de los estudiantes y profesores. Así nació la Editorial Universitaria, que a lo largo de varias décadas ha venido realizando una labor de difusión del libro y la cultura de enorme valor para el país.

En 1959, por acuerdo del Consejo Universitario se creó la Comisión Central de Publicaciones de la Universidad de Chile. Su objetivo era el de "dar expresión adecuada, a través de la edición de obras que llevan el sello de la Corporación, a los resultados alcanzados, y dignos de darse a conocer, en las tareas docentes y científicas que en ella se desarrollen."

La Comisión debía trabajar en las siguientes líneas: Difusión del trabajo de investigación de la Universidad, Textos universitarios básicos, Obras clásicas de valor universal, y Documentos y fuentes para investigaciones futuras.

Al mismo tiempo, las facultades y algunos centros de investigación, como el Instituto de Investigaciones Folklóricas Ramón A. Laval, el Instituto de Investigaciones de Literatura Chilena, el Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos, y otros, desarrollan una dinámica actividad editorial.

E así como se han publicado obras que han sido verdaderos hitos en la vida cultural del país. Entre éstas se cuentan: Historia del Arte en el Reino de Chile y Estudios sobre la Historia del Arte en Chile Republicano, de Eugenio Pereira Salas; Historia de la Política Indígena del Estado Español en América, de Néstor Meza Villalobos; Cuentos Folklóricos de Chile ( en tres tomos), de Yolando Pino Saavedra; Teoría de la Expresión y El sentimiento de lo humano en América, de Félix Schwartzmann; Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del Derecho Civil en Chile, de Alejandro Guzmán; Antología de la Música Colonial en América del Sur, de Samuel Claro, entre muchos otros libros.

Se ha hecho también grandes obras de ciencias naturales como: Reptiles de Chile, de Roberto Donoso; Nieves y glaciares de Chile. Fundamentos de Glaciología, de Luis Liliboutry; Flora de la Cuenca de Santiago de Chile, de Luisa Eugenia Navas, Mamíferos Marinos de Chile, de Walter Sielfeld, y Ecología de los bosques nativos de Chile, de Juan Armesto et al, entre otros.

La Universidad publica, además, una serie de revistas especializadas en las disciplinas que cultivan sus facultades e institutos. Muchas de estas publicaciones tienen una dilatada tradición y han alcanzado prestigio en el país y en el mundo.

Darío Oses

Por último, la Universidad conserva valiosas colecciones de libros antiguos, raros y curiosos, y dispone de un patrimonio bibliográfico y documental importantísimo, el que es administrado con las más modernas tecnológías de información.


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