Los
hombres y mujeres Yagán compartían rasgos físicos con sus vecinos Kawésqar.
No obstante, tal constitución somática los distinguía claramente de los
cazadores terrestres. En general, tenían baja estatura, siendo el promedio
1.60 m., su tipo físico se caracterizó por tener un cuerpo bien constituido,
de tronco ancho y robusto, brazos fuertes y piernas delgadas. Su rostro
presenta una nariz pequeña, ojos oscuros, pequeños y rasgados que los asocian
a otras poblaciones de origen asiático, con boca grande y de labios gruesos.
Su cabello es liso,
relativamente grueso y de coloración negra, siendo poco habitual el desarrollo
de pilosidad en el cuerpo. En general, se puede afirmar que las características
físicas de estas poblaciones, a pesar de la impresión inicial de los primeros
navegantes europeos, son gráciles y de especial belleza, como testimonian
las fotografías etnográficas existentes, así como los relatos de los descendientes
que viven actualmente en Magallanes.
Los descendientes
de este pueblo desarrollaron una especial adaptación a las particulares
condiciones de la vida en el mar, siendo especialmente interesante la
capacidad hereditaria de adaptación al frío que caracteriza a la zona
en que habitaron ancestralmente. Llama la atención la resistencia de las
mujeres yagán, que contribuían en la recolección de los alimentos mediante
la búsqueda y captura de la centolla, especie que requería la inmersión
en las gélidas aguas meridionales. Ello queda de manifiesto en los registros
etnográficos realizados durante la época del contacto inicial con los
primeros navegantes y, posteriormente con el advenimiento de la colonización
europea.
Por ello no es de
extrañar las descripciones realizadas por los navegantes arribados en
la expedición de Jacobus L'Hermitte, que en 1624 dejaban constancia de
la gracilidad de los indígenas y acerca de lo particular de sus costumbres:
" Los habitantes de la Tierra del Fuego son, por naturaleza, blancos
como los de Europa: tal es la apariencia de un niño que hemos visto. (
)
Su figura es apuesta, sus miembros bien proporcionados, y su altura parecida
a la de los europeos. Tienen el cabello negro; lo llevan largo y tieso
para parecer más terribles (
) Los hombres andan completamente desnudos,
sin cubrir sus vergüenzas, pero las mujeres se tapan con un pedacito de
cuero, se pintan como los hombres, y se adornan el cuello con un collar
de conchas. Algunos indígenas, pero pocos, se cubren los hombros con una
piel de foca, que les da poca protección contra el frío, tan extremo en
esta región, que es maravilla que puedan aguantar el invierno." (M.Martinic,
Historia de la Región Magallánica, Universidad de Magallanes 1992; vol.
I, pág. 113)
Desgraciadamente,
la apreciación de los viajeros que se aventuraron en estas latitudes no
fue común. En su paso por los territorios australes en 1833, el célebre
naturalista Charles Darwin se refiere a los yaganes en los siguientes
términos: "Jamás había visto yo, verdaderamente, seres más abyectos
ni más miserables. (...) Esos desdichados salvajes tienen la talla escasa,
el rostro repugnante y cubierto de pintura blanca, la piel sucia y grasienta,
los cabellos enmarañados, la voz discordante y los gestos violentos. Cuando
se ve tales hombres, apenas puede creerse que sean seres humanos, habitantes
del mismo mundo que nosotros. A menudo se pegunta uno qué atractivos puede
ofrecer la vida a algunos animales inferiores; la misma pregunta podría
hacerse, y aún con mayor razón, respecto de tales salvajes." (Charles
Darwin; Viaje de un naturalista alrededor del mundo, Librería del Ateneo,
Buenos Aires 1945; pág. 263)
Queda en evidencia
el juicio altamente etnocéntrico y racista del padre de la Teoría de la
Evolución de las Especies, acerca de este pueblo originario, quien en
sus años de juventud no fue capaz de advertir el mágico proceso de adaptación
orgánica y cultural, que permitía a los Yagán deambular prácticamente
desnudos en uno de los ambientes más hostiles del planeta.
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