Vida Comunitaria

 

La organización social de los yaganes consistió en pequeños grupos familiares que dirigidos por el padre de familia y con roles asignados a cada integrante, recorrían en su canoa los canales y costas australes. Estos grupos familiares coexistían e interactuaban constituyendo partidas de caza no muy numerosas, facilitándose de esta forma el desplazamiento por los canales y el abastecimiento de alimentos.

Semejante a los que ocurría con los Kawésqar, el hombre era el encargado de construir y reparar la canoa, y dirigirla durante el viaje. Igualmente, la cacería de animales marinos y terrestres eran parte de sus labores. Construía y elaboraba todas las armas y utensilios de caza y pesca, así como aquellos relacionados a las tareas de proveer leña para el uso familiar.

La mujer contribuía en la construcción de la vivienda, en la mantención del fuego, en la preparación de los alimentos y abastecimiento de agua dulce. En la canoa, era quién remaba encargándose igualmente de la mantención de la fogata. También fue parte de su trabajo la recolección de mariscos y crustáceos, y la elaboración de cestos que se utilizaba en distintas tareas productivas y domésticas.

Los adultos mayores contribuían en la importante transmisión de conocimientos, en especial todo aquello relacionado con sus costumbres, rituales y creencias, además de las normas y reglas que debían cumplirse dentro del grupo familiar y social.

Las relaciones entre los miembros de este pueblo son descritas como armónicas por los primeros observadores. La agresión, o la resolución de discrepancias mediante la violencia no era común, y los conflictos de esta naturaleza cuando se registraban, no pasaban de ser pequeños forcejeos o pugilatos. La norma elemental de la coexistencia grupal de este pueblo se basaba en la reciprocidad y redistribución, propia de las tradiciones cazadoras de América. En este aspecto, aun cuando es difícil sostener que los Yagán constituyeron una sociedad igualitaria, la norma de reciprocidad permitía la existencia de relaciones sociales de horizontalidad y una jerarquización mínima.

Situaciones como el robo no se presentaba, pues debido a la concepción de la propiedad que mantuvo este grupo, cualquier persona podía utilizar los instrumentos o herramientas de otra sin que ello significar motivo de conflicto.

El homicidio era sancionado socialmente, y por norma de reciprocidad, el asesino se exponía a ser muerto por algún familiar de la víctima como ejercicio de justicia. Ello no era habitual, y de acuerdo a lo observado por diversos etnógrafos, la sanción común para un homicida era la expulsión del grupo.

La solidaridad entre pares se manifestaba de maneras variadas, siendo una práctica documentada el uso del Tabakana, que consistía en dar muerte a los ancianos mediante el estrangulamiento, como acto de misericordia destinado a acortar la agonía y el dolor.

Lejos de ser una sociedad de salvajes y antropófagos como algunos autores los han presentado, el pueblo Yagán se caracterizó y se caracteriza por el concepto de solidaridad expresado en prácticas que los ligan en el marco del respeto mutuo.