Nació en Lima, Perú, en 1971. Pasó su infancia en la Patagonia argentina y la adolescencia entre África y Medioriente. En el año 1995 fue becario de la Fundación Pablo Neruda y el mismo año obtuvo el primer premio en los "Juegos Literarios Gabriela Mistral", organizados por la I. Municipalidad de Santiago. En el año de 1996 publicó su primer libro de poemas, Desembocadura del cielo (Santiago, Cuarto Propio), al que pertenecen los poemas aquí seleccionados.

 

 

DESCENSO
EL NUEVO MAR DEL CIELO

SOBRE LA HIERBA ILUMINADA
CARTA DE MAREAR

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DESCENSO

i

Atrapamos la tormenta por dentro,
una fuerza de caballos ahogándose en el mar.
El descenso nos llegó silenciosamente,
con la belleza vendada
y el supurar del fuego en los ojos.

Una noche nuestro velamen cruzó el aire encendido
el cielo se adornó de bellísimos signos y figuras.
La hinchazón de fuego prendió el barco
los tablones se enroscaron imitando el paisaje.
Mientras el río se volvía una corriente negra de cenizas
gozamos de la lluvia.

Los feroces cortes en la panza del cielo,
invocando a la tristeza
con la boca abierta hacia las nubes.
Triste fue la sal de los labios
y sentir el brote de líquenes en el cuerpo.
Bajo estos aguaceros pasaban los días.

ii

Seguimos el descenso alocado de los coleópteros,
todos en tormenta rajándonos las velas.
Vejigas infladas nos sostenían sobre el agua
haciéndonos duros en la corriente.
Corría con tanta furia el río que nos causó pavor.
Cuando atrapados en las piedras
soltábamos un sólo grito para ensordecer a la vida.
Por momentos encarnamos el dolor de los altos cuerpos.

 

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EL NUEVO MAR DEL CIELO

Luminosa pende la vida de los árboles
pudriéndose delicada y abundante.
Mientras las aguas se arrugan en la orilla,
el viento toma el vacío para llenarlo desde el borde.

Nuestra navegación se hacía
por el viento al que se llama Bolturno.
Mirando la barriga inflada del cielo
desplegamos nuestra tristeza sin atarla al mástil.
Pusimos la proa bajo el mediodía
y la nave corrió a palo seco.

Abandonamos todas las velas al viento,
los benditos trapos
se hincharon hacia nubes afiebradas.

Sueltos por el ramaje y el rugir de las aguas
fueron ángeles empapados.
Esos harapos que se perdían por los desfiladeros
nos pusieron de rodillas.
Dios sea loado en el torrente,
que hunda nuestro casco al sargazo
y nos sumerja en el nuevo mar del cielo.

 

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SOBRE LA HIERBA ILUMINADA

Cuando barro mi pecho,
cuando me atrevo,
su polvo nubla el mundo,
se fractura el cielo sobre la hierba.
Estirado entre pastizales rasga carnes
tibio aún, beso lento el borboteo de mis tajos.
Sé que no puedes esconderte,
el escándalo de pájaros en tu cabeza te delata.

 

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CARTA DE MAREAR

Miradas desde el agua,
las estrellas son algo más que gelatinas
- luminosas gelatinas de fósforo -
y tienen un crepitar callado,
una asfixia en el oleaje oscurecido del cielo.

de Desembocadura del cielo