"LAS UTOPIAS ESTAN VIGENTES".

Por Omar Lara

 

En Temuco, Jorge Teillier se siente en casa. Allí lo vi con motivo del Encuentro en la Palabra, interesante y novedosa iniciativa que convocó a una cincuentena de poetas, narradores, críticos, periodistas y curiosos del tema mapuche. Porque de eso se trataba. Reflexionar sobre unas relaciones no siempre apacibles ni aclaradas. En las calles de Temuco, de un sábado después de la lluvia, nos encaminamos desde el hotel hasta la Biblioteca Municipal, hoy Centro Cultural temuquense.

- Es un regreso doblemente emotivo, nos dice el poeta. Porque estoy participando en este Encuentro de tanta trascendencia y porque puedo caminar por esta ciudad muy querida para mí, después de tantos años. Aunque en 1982 estuve aquí, recuerda Jorge, invitado por el alcalde Germán Becquer, en el Centenario de Temuco. Me gusta el aire que se respira ahora en la Frontera, un aire más relajado. El mismo encuentro con los hermanos mapuches es una afirmación de este sentido nuevo. Ellos han expresado, con diferentes matices, su aislamiento cultural y el prejuicio racial que existe en Chile, un prejuicio racial que nosotros ocultamos hipócritamente. Volviendo a las sesiones del encuentro, para mí ha sido una sorpresa descubrir a tantos mapuches que se expresan poéticamente en su idioma, con mucha dignidad y mucha conciencia de sí mismos. Yo le concedo una enorme importancia a este hecho, creo que a través de la poesía el mapuche ha podido expresar su profundo espíritu telúrico y volver a sus raíces. Escuché a una niñita de siete años recitar un hermoso poema en su lengua, lo que quiere decir que están conservando su tradición idiomática que de algún modo nosotros les hemos ido quitando. En Santiago, por ejemplo, los mapuches se resisten a revelar su origen, dicen que no saben su idioma, que no lo han aprendido, se cambian de apellido, y esto porque los segregan en los trabajos, en los colegios. Nuestro concepto del mapuche no es ya el concepto glorioso de los héroes de La Araucana ... Por otra parte, como ya lo han detectado muchos genetistas o investigadores del genio de un Alejandro Lipchutz, es claro que todos tenemos en Chile una sangre bastante mezclada. Eso de creernos los ingleses de América no pasa de ser un mal chiste.

El tema vuelve y vuelve en nuestra caminata de la mañana sureña. Nos encontramos con varios amigos mapuches participantes del encuentro, de paso nos hemos detenido en una muestra plástica de artistas mapuches de la zona. Comentamos la falta de oportunidades que tienen nuestros hermanos de la tierra para dar a conocer su obra, fuera de algunas excepciones contadas con los dedos de una mano. Le pregunto a Jorge si un encuentro como éste tiene verdadera importancia y trascendencia.

- Generalmente se piensa que la acción poética es ineficaz, que es sólo palabra y algo así como un lujo. Pero en verdad es necesaria- señala -Yo creo que a través de la labor de sus cantores, exponentes muy propios de los pueblos que, como el mapuche, se expresan oralmente, van a tener conciencia de que son un pueblo de gran dignidad, creadores de cultura y testimonios que alguna vez podrán entregamos en toda su plenitud y magnitud. Fíjate que el único poeta mapuche que aparece en una antología chilena es de apellido Kalfún, en la antología Selva Lírica, de 1917.

En reuniones precedentes hemos escuchado un número asombroso de mapuches recitando, ya en su lengua ya en castellano, hermosas composiciones, muchas de ellas de alta calidad. Varios de esos autores, comento con Jorge, deberían figurar en cualquier muestra de poesía nacional, indiferentemente de procedencias o lenguas. Por otra parte, esta preponderancia de la oralidad (todavía) del idioma mapuche, le da a sus versos una marcada solemnidad, una fuerza expresiva singular.

- Por supuesto, indica Jorge, no la podemos mirar de ninguna manera como una poesía pintoresca sino como una poesía que expresa un alma a la cual nosotros también debemos acceder. Esa poesía nos trae un mensaje, y bien dices tú que en una antología futura deben aparecer poetas mapuches, entre los que los hay realmente excelentes. Como una muestra nombremos solamente a los más destacados como son Elicura Chihuailaf o Leonel Lienlaf, éste último el primer mapuche que ha ganado un premio nacional en toda la historia de la literatura chilena, como lo es el Premio Municipal de Santiago. En una antología deberían aparecer incluso bilingües.

Estamos frente al Centro Cultural de Temuco donde está próxima a iniciarse una de las última reuniones de este encuentro. Vemos a Jorge Guzmán, el brillante autor de Ay, Mamá Inés, vemos a Isidora Aguirre, siempre activa y estimulante, vemos a Jaime Valdivieso, uno de los organizadores de estas jornadas, vemos a Armando Uribe Arce, ceremonial y oscuro, y vemos a muchos jóvenes que hacen todo lo posible por intercalar algún saludo, una pregunta o una respuesta. Aludo al hecho. Jorge, le digo, impresiona tu comunicación con los jóvenes, con los poetas y con los que leen la poesía.

- Eso que dices lo siento así y es un hecho que me halaga mucho. Me ha ayudado enormemente a sobreponerme a ciertas crisis. Estoy recibiendo, es cierto, mucha acogida de un público joven, que para mí es muy sorpresivo, porque ellos no solamente aprecian mi poesía sino una actitud de dignidad -dignidad poética, claro -que yo he logrado conservar en todos estos años. Y que mi mensaje, que no es el mensaje habitual, a través de un lenguaje que yo considero un poco secreto, ha llegado a mucha gente, a jóvenes que me escriben de todas partes, que me van a visitar al campo donde resido, frente al molino de la Quintrala. A mi me parece que en poesía caben todas las tendencias y que una que yo cultivo, a pesar de mí mismo o conscientemente, está llegando también a un inconsciente colectivo juvenil.

Interrumpo a Jorge y le cuento mi propia experiencia con los jóvenes poetas que conozco y entre los cuales he detectado prácticamente unanimidad en cuanto a la recepción de la obra teillierana. ¿Qué significa esto para ti?

- Significa que estoy interpretando un sentir joven y puede ser, te repito, el inconsciente colectivo que aspira a superar un mundo que está en destrucción. A mi poesía la han tachado de decadente y apartada de la realidad, pero yo creo que no es así. Mi poesía es la aspiración a una utopía, y las utopías están vigentes; también puedo decirte que para mí es un orgullo -un modesto orgullo, como dicen los hipócritas- porque conmigo están todos los amigos de la Frontera, empezando por Omar Lara, que, claro, no hace la poesía al modo de mi poesía pero es una poesía que tiene también un profundo origen en la tierra. Por lo tanto nosotros vamos a ser recordados no como poetas provincianos o locales sino como poetas que estamos expresando algo que la juventud definitivamente busca. La juventud no busca maestros ni guías sino busca a quién interprete lo que ellos todavía no saben buscar. No está demás decir que los jóvenes, en este mundo del consumismo, están desorientados, en un mundo de fantasías y fantasmagorías; pero son lúcidos y buscan algo más profundo que no sea la expresión de lo externo; no lo que constituya una simple denuncia sino que entrañe un enriquecimiento interior.

- Así es, asentimos. Y en la despedida, solicitamos a Jorge un mensaje, una palabra, un consejo para el cada vez más amplio público joven que sigue su poesía.

- Creo que los jóvenes que escriben poesía deben tener una conciencia que son necesarios, que no están haciendo una labor inútil, que no es un esfuerzo solitario o estéril, que no es una simple palabra de protesta, sino una más significativa afirmación de sí mismos, es decir, afirmación de un ser frente a una sociedad que les impone modelos de destrucción o desesperanza. Que ellos deben expresar, al contrario, una esperanza, creer realmente en las utopías y que como poetas deben trabajar en su creación a pesar de todas las dificultades que conocemos, dificultades editoriales, de comunicación entre ellos y entre ellos y la sociedad, y ganar para sí un sentido colectivo, como los que tuvieron los poetas del grupo Trilce, el grupo Arúspide, el grupo Tebaida, en la década de los sesenta y comienzos de los setenta. Que tornen conciencia de esto, que la poesía chilena tiene una historia no desdeñable de experiencias y ejemplos válidos y que, por sobre todo, sean leales a su vocación, si la tienen, o que descubran su vocación y la desarrollen, contra todas las dificultades.

En Trilce, nº 1 , Concepción, Junio de 1994

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile