Derogación del DFL2: dos miradas sobre la participación

Derogación del DFL2: dos miradas sobre la participación

La derogación del DFL2 y los desafíos por venir

Por Melissa Sepúlveda
Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile

El proyecto de Ley que elimina el DFL2 es una de las primeras ganadas concretas del Movimiento Social por la Educación Pública. Se trata de un hecho relevante, no sólo porque es la consecución de una demanda histórica del movimiento estudiantil, sino porque también es un golpe a uno de los tantos resabios dictatoriales que aún permanecen. Se necesitaron 24 años de democracia y ocho de movilización para eliminar este enclave autoritario, que impedía legalmente que los y las estudiantes participaran de manera vinculante en las instancias de gobierno de nuestras casas de estudio.

Por supuesto que aún no estamos conformes, es importante e histórico, pero es solo un primer paso. No basta con la firma del proyecto ya que aún queda el trámite parlamentario para que sea promulgado. El 2008 vimos que entró un proyecto de LGE y salió otro completamente distinto, igual a lo que pasó con el ya limitado proyecto de Reforma Tributaria. Con la derogación del DFL2 no podemos permitir que esto mismo ocurra, por lo que tendremos que seguir de cerca el desarrollo de la discusión para que podamos abrir -realmente- de par en par las puertas de la democracia universitaria.

Pero como dijimos, la derogación del DFL2 es sólo un primer paso. Una vez alcanzado, la discusión se desplaza al interior de las casas de estudio donde se inicia otro proceso: avanzar en la construcción de una comunidad educativa democrática donde estudiantes, académicos y trabajadores participen de las decisiones respecto a la universidad y su proyecto educativo.

Esto no va a ser algo sencillo y será necesario ir generando condiciones para que sea un proceso sustentable. Se debe fortalecer la organización estudiantil, aumentar los niveles de participación y comprender la construcción constante del proyecto de universidad como parte fundamental de nuestro paso por ella. Asimismo, será necesario superar la precarización actual tanto de trabajadores y académicos para facilitar el fortalecimiento de sus instancias de organización, así como su vinculación con sus casas de estudio.

No serán pocos los sectores que intentarán impedir que el gobierno universitario sea compartido y que estudiantes y trabajadores participemos de él de manera vinculante, por lo que como agentes democratizadores debemos estar alerta. La organización, la articulación entre los distintos estamentos y la movilización serán nuestras herramientas para avanzar en la construcción de una universidad realmente pública, democrática, con un proyecto educativo construido por todos y todas y cuya orientación del conocimiento responda a las principales necesidades de nuestra sociedad.

La eliminación del DFL2 es un paso importante, pero la universidad pública y democrática que anhelamos la deberemos construir ladrillo por ladrillo.

La confianza: camino para recorrer el siglo XXI

Por Juan Carlos Letelier
Vicepresidente del Senado Universitario de la Universidad de Chile

La derogación del DFL2, que prohíbe la participación de los estudiantes en los órganos directivos de las universidades privadas, ha generado tanta turbulencia, que hasta se ganó un editorial en un diario de importancia nacional. En efecto, este decreto y su derogación es un elemento que gatilla múltiples fantasmas que recorren la sociedad chilena.

Pero en vez de ver funerales, la derogación del DFL2, nos debiese ayudar a ver nacimientos. En efecto, el DFL2 – en su versión original del 1981- era increíblemente miope y hasta denigrante sobre los estudiantes universitarios. En efecto, el espíritu del DFL original era muy simple, los alumnos deben estudiar y nada más. La idea de que ellos pudiesen involucrarse en labores de gobierno le era repugnante al legislador original (¿Quién habrá sido esa persona?).

Pero desde los eventos de 1997, en la Universidad de Chile comenzó a gestarse poco a poco un punto de vista alternativo, que en vez de considerar a los alumnos como clientes recuperó la noción de que la comunidad universitaria es una entidad compleja. En ella, los estudiantes no son clientes sino que son engranajes esenciales de la construcción del mundo universitario.

En el caso de la Universidad de Chile, esta co-construcción tomó la forma de la participación de los alumnos en el Senado Universitario, un órgano colegiado donde académicos, alumnos y personal de colaboración, elegidos por sus pares en la comunidad, piensan el futuro de la Universidad y del país, además de hacer reglamentos y de participar en la aprobación del presupuesto.

La novedad evolutiva introducida por el Senado, en el peculiar sistema chileno de educación superior, ha sido gigante. Las diferentes voces que pregonaban la catástrofe para la Universidad de Chile han debido callarse al menos un poco, ya que la participación conjunta de los tres estamentos en este espacio ha resultado positiva y creadora.

Todas las universidades, las de antes de 1981 y las post-1981 debiesen ver en la iniciativa de derogar la prohibición de participación de los alumnos como un desafío que, bien llevado, solo les aportará mayor potencia académica.

Pero para eso deben ser audaces y liberarse de medios atávicos y confiar en sus propios alumnos: la confianza es el camino que impone el siglo XXI.