Doctor Marcelo Wolff, nuevo miembro de número de la Academia Chilena de Medicina

"El VIH nos ha permitido ser mejores médicos"

Nuevo miembro de número de la Academia Chilena de Medicina

Hoy reconoce en esta pandemia a una "maestra", por cómo afecta a cada uno de los órganos y sistemas del cuerpo -desafíos que hay que aprender para dar un tratamiento integral, explica-, y por cómo sirvió para instalar redes de cooperación internacional y para establecer modelos de investigación, de desarrollo de fármacos, de estrategias de atención. Por ejemplo, "sin el camino avanzado por el VIH, hoy no habría cura para la hepatitis C", sentencia.

A partir del 9 de septiembre de 2014 ocupa el sillón nº 26 de la Academia Chilena de Medicina, el mismo que dejara el año pasado el doctor Esteban Parrochia, internista del Hospital San Juan de Dios. El doctor Marcelo Wolff es médico de la Universidad de Chile, internista e infectólogo formado en el Hospital Bronx Lebanon de Nueva York y la Universidad de New Jersey, Estados Unidos, y actualmente es profesor titular del Departamento de Medicina Interna del Campus Centro de nuestro plantel, jefe de Infectología de Adultos en el Hospital San Borja Arriarán y presidente de la Fundación Arriarán. Fue uno de los cofundadores de la Sociedad Chilena de Infectología, junto a los doctores Mario Salcedo, Patricio Herrera, Guillermo Acuña, Luis Jiménez, Jorge Vergara, Valeria Prado y María Eugenia Pinto, entre otros, casi todos los cuales posteriormente fueron presidentes de dicha entidad.


Ha destacado en los tres ámbitos de desarrollo profesional médico: asistencial, docente y de investigación, aunque siente que los dos primeros están de la mano y no se comprenden el uno sin el otro. "Si hay algo propio de la práctica de la medicina es la entrega del conocimiento a las nuevas generaciones, y todavía se mantiene esa relación muy personal entre el que sabe más con el que está en formación. En lo personal, fui muy afortunado de vivir ese proceso muy precozmente en mi carrera, tanto en el país como en el extranjero, con maestros que me entregaron mucho y para quienes era natural atender pacientes y enseñar como sólo una cosa. Por su ejemplo tomé este camino, con el desafío adicional de que esta especialidad no estaba muy desarrollada en Chile. En 1982, al término de nuestros respectivos estudios en diferentes universidades de Estados Unidos, el doctor Acuña -de la Pontificia Universidad Católica- y yo teníamos que andar explicando qué especialidad teníamos, porque no éramos ni epidemiólogos clínicos, ni microbiólogos clínicos, ni inmunólogos. Era bonito tener que partir desde los elementos más básicos para explicar lo que uno era".


Atribuye esencialmente la mirada amplia y globalizadora que, a su entender, debe tener un infectólogo, a quien fuera uno de sus profesores en la Escuela de Medicina, el doctor Mario Pino. "En las enfermedades infecciosas es indispensable la capacidad de poder ver el tema en su globalidad; cómo lo que ocurre en un órgano puede afectar a otro; o, a nivel mayor, cómo lo que sucede con el virus Ébola en Sierra Leona, África, podría afectar a Chile- Esa comprensión de los agentes patógenos me la mostró el doctor Pino".


Esa misma mirada global fue la que enriqueció durante sus estudios en New Jersey, "donde me formé cuando nacía el VIH, pero también en la época en que se comenzaban a conocer las complicaciones del inmunosuprimido en general; por ejemplo, a resultas de quimioterapias intensas, trasplantes o el uso de nuevos antibióticos. Allí surgieron las primeras posturas estableciendo que era necesario no sólo ayudar al paciente, sino que había que pensar desde una perspectiva epidemiológica".


Hoy, sonriendo, señala que para él la docencia ha sido una vocación altamente satisfactoria. "Se dice que muchas veces es el profesor quien disfruta más el momento de la enseñanza que el alumno. Y es verdad. Pero ocurre que internos y residentes siempre tienen la misma edad y es uno el que va ampliando la brecha... el primer becado que tuve era mayor que yo; cuando comencé a hacer clases los estudiantes me tuteaban. Ahora ellos siguen siendo igual de jóvenes y uno se va alejando, los mira con otra perspectiva. Es muy gratificante ver cómo se desarrollan, en ese proceso de ayudar a moldear que hacemos junto al equipo, constatar cómo llega alguien con inmadurez de conocimientos, pero con un gran potencial y se transforma en un especialista. Hemos sembrado buena parte del país con nuestros egresados y de hecho tengo "nietos infectólogos", porque mis becados, a su vez, han establecido programas de formación y han generado a nuevos especialistas".


"Debemos seguir ayudando con las herramientas que tenemos"


Respecto del Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida, VIH, el doctor Wolff recuerda que temprano en el desarrollo de esta epidemia científicos y médicos se dieron cuenta de su alcance mundial, por lo que se establecieron redes de cooperación en los ámbitos sanitario y de investigación "en las que tuve la fortuna de poder participar. También a nivel nacional nos dimos cuenta que era un problema para el que no estábamos preparados, y nos agrupamos, compartimos experiencias y, dado que se asistió al desarrollo de nuevas drogas y estrategias terapéuticas, fui invitado a integrarme a esas redes internacionales, lo que abrió un mundo para mí y para muchas otras personas. Ha sido muy satisfactorio ser parte de estudios internacionales, en los que se combinan investigaciones que suman el trabajo de laboratorios farmacéuticos y universidades. Ha sido una experiencia muy grande, que nos dio herramientas para hacer investigación local de alto nivel y así desarrollar nuestras propias guías nacionales de atención".


Por ello es que hoy está convencido de que si bien "los infectólogos tenemos un campo de desarrollo que va más mucho más allá del VIH, esta enfermedad ha sido nuestro motor y nos ha permitido ser mejores doctores. Quien aprende a manejar bien un paciente con este virus puede atender bien a muchos otros de diferentes patologías infecciosas y de otras complicaciones, como las resultantes de quimioterapias o trasplantes. Es interesante, porque el desarrollo de la virología a causa de la irrupción del VIH, así como el modelo de generación de nuevos fármacos, han trascendido a lo que fue su origen y hoy están en la base de la base del tratamiento de otras patologías, como es la Hepatitis C. Esta era una enfermedad sin cura, que afecta a millones de personas y acorta la vida de quien la padece; pero en pocos años, siguiendo el modelo conceptual de desarrollo de medicamentos para el VIH, apareció una terapia eficiente que en tres meses de tratamiento ofrece curación completa y que, cuando su financiamiento lo haga masivamente accesible en nuestro país, podrá ofrecerse a través de la red de atención para pacientes con VIH o similares. Hoy, cuando estudiamos las infecciones, cuando podemos cuantificar la respuesta del sistema inmune, cuando hacemos análisis precisos de biología molecular para determinar los mejores medicamentos para cada paciente, incluidas en patologías neoplásicas, es gracias al VIH y a cómo ha enriquecido a la ciencia y a toda la medicina".


Finaliza señalando que, en esta patología, el próximo desafío no es la esperada vacuna. "En la actualidad, menos de un 30% de la población infectada a nivel mundial está en tratamiento. Sería muy interesante encontrar una cura, pero debemos seguir ayudando con las herramientas que tenemos, que ya son excelentes".