Debate de la eutanasia en Chile

Historia de una lucha por el derecho a morir

Historia de una lucha por el derecho a morir
Humberto Maturana, quien plantea que "es absolutamente legítimo y deseable que uno pueda escoger el momento en que se muere".
Humberto Maturana, quien plantea que "es absolutamente legítimo y deseable que uno pueda escoger el momento en que se muere".

En el momento en que su deterioro era acelerado, dependía de la oxigenoterapia y no podía siquiera leer o conversar, el doctor Manuel Almeyda acudió a su familia para que pidieran ayuda al presidente del Colegio Médico para dejar de vivir en esas condiciones de sufrimiento.

“Cuando se convenció que no habría ayuda posible porque la ley no lo permite bajo ninguna circunstancia, decidió y nos informó, despidiéndose, que dejaría de comer y así lo hizo”, cuenta su hija Rubí Maldonado, también médico egresada de la Universidad de Chile.

La familia del doctor Almeyda respetó la decisión tomada y organizados en turnos lo auxiliaron en su domicilio sin recular ni recurrir a ayuda médica, enfrentándose a lo que se considera una eutanasia pasiva o muerte por omisión, como se cataloga el acto en que a la persona enferma se le suspende el tratamiento o la alimentación por cualquier vía, precipitándose el término de la vida.

“Sin insistencia le ofrecimos siempre algo de comer, a lo que siempre se negó, o algo de beber, que fue aceptando cada vez menos, hasta que la última semana no tomaba más de dos o tres tragos de agua en el día”, afirma su hija.

Última agonía

Una semana antes de morir, y aunque convencido que ya que no habría ayuda para él, el doctor Almeyda encargó llevar una carta al presidente del Colegio Médico, Enrique Paris, pidiéndole que la comunidad médica llevara este tema a la discusión pública con el fin que se llegara a legislar permitiendo a las personas de este país tener la opción de dejar de vivir si así lo querían.

El doctor Almeyda se demoró dos días en firmar la carta porque no tenía la fuerza suficiente para sostener el lápiz y no estaba conforme con su firma. Finalmente la firmó el 14 de enero, un día antes de su muerte.

“Por expresas indicaciones de él entregué la carta al presidente del Colegio Médico y después a su partido político, el Socialista. Actualmente sus hijas, cumpliendo la promesa que le hicimos, hemos iniciado una recolección de firmas para acompañar la solicitud de Manuel de legislar sobre el tema y entregarla a las Comisiones de Salud del Congreso”, dice la doctora Maldonado.

Pese a que la carta le fue entregada y la familia del doctor Almeyda se comunicó con Paris, el Colegio Médico no ha dado respuestas sobre la solicitud.

Quienes sí acusaron recibo sobre el llamado de Almeyda fueron algunos miembros de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, los que coordinaron la publicación de la carta junto a un artículo titulado “Manuel Almeyda y el derecho a morir”, en el Volumen 18 (2) de la Revista Chilena de Salud Pública en julio de este año.

“La carta de Manuel es una carta política. Él toma una decisión privada, no tan en privado, porque hizo la carta y nosotros la recogimos y la publicamos. Lo hicimos porque estos temas hay que volver a situarlos de forma pública. Y no basta sólo con hacer el artículo: ¿La Universidad de Chile está dispuesta a hacer un foro de esto?, ¿Está dispuesta a debatir?, ¿Estamos dispuestos a hacer que este drama sea una discusión colectiva? Está en nosotros empezar a pensar de qué manera práctica esto sea un problema público”, señala Yuri Carvajal, Doctor en Salud Pública y académico de la U. de Chile.

El problema de la eutanasia

El Profesor Miguel Kottow, académico de Bioética de la Universidad, en su artículo “Eutanasia y Res Pública”, en la Revista Chilena de Salud Pública de 2005, define: “La eutanasia es el aceleramiento de la muerte a solicitud autónoma y explícita de pacientes atribulados por un pronóstico desesperanzado y cuyos padecimientos le son intolerables, sin que la intervención médica pueda eliminar o paliarlos suficientemente”.

A diferencia de otros temas de salud pública como el aborto, la eutanasia no es un asunto resuelto en casi ningún lugar del mundo. En la actualidad sólo Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y algunos estados de Estados Unidos permiten la eutanasia o en algunos casos, el suicidio asistido a pacientes desahuciados que deseen morir por los dolores insoportables que padecen.

“El tema en todo el mundo es problemático y no está resuelto. En ese sentido no somos muy diferentes. Este problema se está dando en la gran mayoría de los países”, explica el doctor Kottow.

Según la Declaración de Lisboa de la Asociación Médica Mundial sobre los Derechos del Paciente, firmada por el Estado chileno en 1995, “El paciente tiene derecho a una atención terminal humana y a recibir toda la ayuda disponible para que muera lo más digna y aliviadamente posible”. No obstante, esta disposición, que podría abrir alguna posibilidad a los pacientes terminales en Chile para no seguir viviendo, quedó totalmente trunca tras la aprobación de la Ley N° 20.584 que “Regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación con acciones vinculadas a su atención en salud”, publicada en abril de 2012 durante la presidencia de Sebastián Piñera.

“La Ley 20.584 se entrampó desde los primeros debates realizados hace más de doce años por iniciativa de la ministra de Salud Dra. Michele Bachelet, en el problema de la autonomía del paciente y si acaso era éticamente legítimo desconocerla cuando su decisión de omitir tratamiento implicaba la aceleración de la muerte”, afirma Kottow. El resultado final de la ley fue un golpe total a la autonomía de los pacientes terminales.

“En ningún caso, el rechazo de tratamiento podrá implicar como objetivo la aceleración artificial del proceso de muerte”, señala el Artículo 16 de esta Ley. Es decir, la decisión del doctor Almeyda y su familia, sólo pudo darse por el respeto a su voluntad, en un ámbito exclusivamente privado donde la ley no irradia su restricción, donde el Estado se hace el ciego.

“Están transformando este problema en una tierra de nadie, y no es una tierra de nadie, es una tierra del cuerpo que está sufriendo estos procesos y de su capacidad previa o actual de tomar decisiones”, dice el doctor Kottow.

Siguiendo esta misma línea, el doctor Carvajal indica: “finalmente, estamos transformando un problema que es público, en privado; hemos visto casos de parejas de 80 años que el hombre mata a su mujer y luego se mata él, ¿Por qué?, Porque justamente tenemos esta regulación que es totalitaria. Estamos poniendo a la gente en callejones sin salida que los llevan a soluciones muy violentas, muy terribles. La gente no tendría por qué llegar a ese extremo”.

Repensando la muerte

Aunque fuera de todo programa de gobierno y presencia protagónica en el debate nacional, la necesidad de discutir el derecho a morir de los enfermemos suma poco a poco voces en Chile.

En los últimos días, en un gesto a la última petición del doctor Almeyda, el Partido Socialista hizo pública su voluntad de abrir el debate en torno a la eutanasia. Para ello, el 10 de octubre, la tienda abrirá su “Conferencia Nacional de Salud”, donde, entre otros tópicos de salud pública, los militantes presentes debatirán sobre la posibilidad de terminar la vida en casos médicos extremos.

Por otro lado y desde la academia, los doctores Carvajal y Kottow no son los únicos que piden abrir el debate. El Premio Nacional de Ciencias y académico de la Universidad De Chile Humberto Maturana, también acusó recibo de la carta del doctor Almeyda y señaló: “Pienso que es absolutamente legítimo y deseable que uno pueda escoger el momento en que se muere. Creo que este es un tema de ética pública y no de salud pública. Debemos respetar el deseo de una persona de no seguir viviendo cuando siente que su vivir no hace sentido para él o para ella. Algunas visiones religiosas dicen que la vida es sagrada y que solo Dios puede decidir cuándo terminarla. Pero si Dios le ha entregado a uno la posibilidad de escoger, entonces también es obra de Dios que uno escoja morirse”.

Por su parte, el doctor Kottow, insiste en la necesidad de comenzar el debate desde lo más urgente: “la discusión está en cuánta libertad le doy a las personas para tomar decisiones sobre sus asuntos. Hay que hacer ver que aquí se están atropellando no derechos, sino autonomías, y eso es pecaminoso porque la autonomía es sagrada. Creo que hay que tener una cierta capacidad operativa en la discusión. En la bioética hay problemas y dilemas, los dilemas hay que resolverlos de una vez, sea caso por caso o sea en general. Los problemas demoran más, hay que ir lento, pero mientras tanto, ¿qué estamos haciendo con la gente que está en esta situación? El manejo de la autonomía y la competencia es previo a resolver el problema de la eutanasia. La autonomía tiene ciertas formas de darse y ciertas formas de limitarse que se pueden perfectamente esclarecer”.

Por último, el doctor Carvajal concluye, “la vida no es sólo el hecho de estar vivo, sino el sentido de la vida, los valores con que tú vives, eso también debe ser considerado. No queremos solamente estar vivos, eso es un poco lo que dice Manuel Almeyda en su carta, ya esta vida no me está resultando interesante de ser vivida. Y esa sentencia, revela un pensamiento de una corte, que es muchísimo más sutil y avanzado que lo que la ley refleja”.