Revista Nº13 "Arte en la Chile":

Hablando de Industrias Culturales por Francisco Brugnoli

Hablando de Industrias Culturales por Francisco Brugnoli
"Un objeto industrializado ha debido necesariamente producirse en un proceso complejo, que involucra la creatividad y pareciera que esto se cumpliría con la dimensión alcanzada por el Fondart"
"Un objeto industrializado ha debido necesariamente producirse en un proceso complejo, que involucra la creatividad y pareciera que esto se cumpliría con la dimensión alcanzada por el Fondart"

Cuando durante el primer gobierno de la Presidenta Michel Bachelet, su Ministra de Cultura Paulina Urrutia enuncia el concepto de Industrias Culturales, como lo que podría ser la llave maestra de su gestión, hubo desconcierto y celebración. Muchos artistas jóvenes declararon que ese era el campo de trabajo en el que había que producir, sin especificar en qué podría consistir justamente la posibilidad de su acción más allá de un deseo de mayor difusión de su trabajo, más que el de operar el sistema instalando fisuras críticas. Y cuando fue su oportunidad, durante el siguiente gobierno, Luciano Cruz-Coke como Ministro de Cultura, tomó ese mismo estandarte como parte de su proyecto de transformación del Consejo de la Cultura, esto quiere decir que, en ese sentido, no hemos avanzado mucho más. Sin embargo sí ha cobrado progresivo prestigio el concepto de gestión cultural, que naturalmente se integra al anterior, desarrollando una cultura de sí mismo, una cultura de la gestión cultural.

Todo lo cual pareciera justificarse desde la situación de desamparo en que trabajan los que producen aquello que espera les sea gestionado. Sin embargo hay algo más y más determinante respecto a esto mismo como es el alto número de escuelas de arte, desproporcionado al número de habitantes del país y su correlación internacional. Un fenómeno cuya causa podríamos identificar con el éxito de la pintura desde inicios de los años 80 y la aparición consecuente de un número alto de galerías dada la aparición de un tipo de arte identificado más claramente con el mercado -una diferenciación con lo producido anteriormente de claro énfasis crítico- además muy celebrado en las páginas sociales de la prensa, y la aparición de un mayor número de coleccionistas, debido principalmente a una generación empresarial joven con formación en metrópolis culturales como Nueva York. Pero seríamos ingenuos en pensar todo esto como un fenómeno meramente local, dado que en los últimos años internacionalmente el comercio de arte ha alcanzado niveles inéditos, ocupando junto al de armamentos y drogas un tercer lugar en el movimiento de dinero, lo que necesariamente también alcanza para abrir un poco más los ojos a inversores locales, generando por esto mayores presiones para una actividad nueva en términos rentables.

Sin embargo el concepto de industria la RAE lo define como: “Maña y destreza o artificio para hacer una cosa II 2. Conjunto de operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte de uno o varios productos naturales II “etc. Esto significa que comprende toda la escala productiva y la circulación del producto, último aspecto que resultaría cubierto por lo concerniente al desarrollo de la actividad y profesionalización de la actividad de gestión cultural. Sin embargo el proyecto sin duda va más lejos, dado que naturalmente en el quedarían comprendidas la industria editorial literaria y musical en su artículos digitales, papel, vinilo, pero también actividades creativas de un carácter de empresa como el teatro, el cine o las orquestas, etc. Pero también con esto las galerías, fundaciones y empresas mediadoras, los centros culturales y a lo mejor hasta museos, dado que estos no están destinados al movimiento de mercado, es probable que ocupen el último lugar o ninguno descubriéndose para ellos otras articulaciones.

Sin embargo es preciso remontarse al origen de los conceptos involucrados, en primer lugar un objeto industrializado ha debido necesariamente producirse en un proceso complejo, que involucra la creatividad y pareciera que esto se cumpliría con la dimensión alcanzada por el Fondart, al financiar proyectos creativos que generarían el material fundamental para la industria cultural, sin embargo existe aún un paso anterior que no resultaría cubierto como es el de la formación de los artistas y en esto existen limitaciones graves determinadas por la selección que implica vivir en una sociedad gravemente fracturada por desniveles socioeconómicos que no solo limitan el acceso a la educación, sino la participación en nuevas posibilidades de vida. Cuando hablamos de cultura necesariamente tenemos que referirnos a un complejo muy amplio y cualquier fragmentación resulta una alteración de un concepto de mundo compartido.

Sin embargo en el binomio tan sólido que ha devenido el concepto de industrias culturales, la palabra cultura se usa en el concepto restringido, al referirse a ciertas actividades cuya utilidad resulta discutible –a no ser por la expectativa del mercado- o como en este caso contradictoria, por la planificación ingenieril a que el primer término de binomio se asociaría. La palabra cultura tiene una relación muy clara con la acción de cultivar, que requiere la ruptura de la superficie para el sembrado. Herir la tierra es romper esa superficie inerte y llevarla a una posibilidad otra, abriendo nuevas vertientes originarias. Podríamos decir como una metáfora de la idea de mundo, haciéndose en cada etapa de nuestros complejos procesos de vida en sociedad. Aspecto fundamental que parecemos haber olvidado y que, al menos en o como principio debería ser el que nos permita hacer una revisión crítica de todo lo que estamos entendiendo como organización e institucionalización cultural.

Francisco Brugnoli
Noviembre 2014
Especial para Revista de Arte, Facultad de Artes Universidad de Chile.