Sólo el 5 por ciento de los chilenos se alimenta saludablemente

¿Cómo interpretar los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario?

¿Cómo interpretar los resultados de Encuesta de Consumo Alimentario?
La encuesta fue realizada entre 2010 y 2012, mientras que los resultados fueron dados a conocer en 2014
La encuesta fue realizada entre 2010 y 2012, mientras que los resultados fueron dados a conocer en 2014
Dra. Paulina Pino, académica del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública
Dra. Paulina Pino, académica del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública
Dr. Luis Gutiérrez, académico del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública
Dr. Luis Gutiérrez, académico del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública

“Esta encuesta es como tomar una foto del país. La situación nutricional es antecedente fundamental para la salud de las personas y puede tener relación con enfermedades crónicas y cáncer, por lo que es crucial que se vigile”, afirma la Dra. Paulina Pino, integrante del grupo de expertos que participó en esta investigación, junto al Dr. Luis Gutiérrez, ambos académicos de la Escuela de Salud Pública UCh.

La Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA) fue adjudicada por el ministerio de Salud a las facultades de Medicina y Economía de la Universidad de Chile, en conjunto con la Escuela de Salud Pública. La encuesta se realizó entre diciembre de 2010 y enero de 2011, finalizando la etapa analítica en 2012.

Hubo dos intentos anteriores de realizar una encuesta nacional. La primera fue la encuesta a conscriptos militares, en 1959, realizada por ministerio de Defensa de EE.UU. y Chile y la segunda se hizo en 1974, en dictadura y no fue publicada, cuando todavía había niños desnutridos en hospitales y los niveles de mortalidad infantil eran altos. Cabe destacar que Chile no tenía encuesta de consumo, en tanto que casi todos los países desarrollados sí las tienen. El país trabajaba solo con pequeños estudios de grupos específicos, sin una encuesta a nivel nacional que tuviera representatividad. Este tipo de trabajo debería hacerse mínimo cada cinco años, tal vez en forma más acotada”, recalca la académica.

La docente explica que la encuesta, desde el punto de vista de salud pública, fue una herramienta muy valiosa, ya que se trabajó con estimaciones poblaciones, con consultas a nivel socioeconómico y con variables muy diversas. “El estudio había sido pedido con alrededor de 3 mil personas, y por distintas razones, entre ellas el terremoto, se fue aumentando más la muestra. Además, se estimó que el error era bastante grande con 3 mil encuestados, entonces entrevistamos a más de 5 mil personas suponiendo que íbamos a tener un 20 por ciento de rechazo, esperando tener 4.800 personas. Finalmente tuvimos 4.920 entrevistas válidas”.

¿Cuáles son las actitudes o antecedentes concretos que evidencian la mala alimentación?

La encuesta constata que desapareció o tiende a desaparecer la cena, te das cuenta del por qué: todos llegan reventados a la casa, los adultos trabajan. ¿Quién va a tener ganas de llegar a cocinar? Las mujeres, desde luego no, ya que salen a trabajar mucho más. Los hombres no asumen. Entonces la cena no se transforma en una actividad familiar en la cual se disfrute haciendo comida, como una cuestión de encuentro, en la que todos participen: padres, hijos, etc.

Además, la profesora Pino enfatiza en que “los resultados muestran que hay una tendencia general a empeorar la alimentación, especialmente en niños. Este trabajo no tiene representatividad etaria, como tampoco la tiene la Encuesta Nacional de Salud, que incluyó adultos solamente. En esta logramos el apoyo de JUNAEB para reforzar ese grupo. La representación de la población de 2 años es menos segura, pero de lo que se ve, podemos decir que tenemos una situación preocupante por el alto nivel de sobrepeso y obesidad”, asevera.

¿Comer más sano involucra tiempo, dinero y/o voluntad?

Para la académica hay muchos factores que influyen en la preparación y consumo de la comida saludable. Entre ellos, el estrato socioeconómico, si se vive en zonas rurales o urbanas, las políticas públicas e incluso la disposición de las personas frente a la comida. "En este momento hay algo que la población más pobre o rural hace, que es comer leguminosas (porotos, garbanzos, lentejas). Esa era una costumbre en Chile. Todo el mundo las comía, pero es una preparación que exige dedicación y para que queden ricos, hay que ponerle algún entusiasmo, por lo menos. Si se mantuviera unas dos o tres veces por semana, sería una excelente costumbre”.

Otro de los alimentos que la profesora Pino destaca son los provenientes del mar, que en Chile existen en abundancia. “Por ejemplo, el pescado es una cuestión interesante. ¿Por qué es tan caro si tenemos tanta costa? Hay un problema de distribución, dónde están los incentivos. Chile debería ser consumidor importante de pescado. En España las guías alimentarias dicen que hay que comer pescado cuatro veces a la semana. En Chile, dos”.

Entre los resultados destaca que “en el nivel socioeconómico bajo, los alimentos de riesgo y los alimentos protectores tienen peores indicadores de consumo y, en algunos casos, ves cómo está ocurriendo el proceso: los estratos medios bajos y medio tienen acceso a cosas que, tal vez, cuando niños no tuvieron. Parte de eso tiene que ver con el aumento de consumo de bebidas azucaradas. La gente ya no toma agua: toma bebidas dulces u otras que no tienen azúcar, sino endulzante, pero no queda mucho por saber cómo funciona ese endulzante”.

Estos problemas se suman además a la carencia de actividad física por parte de los niños y jóvenes. “Si no la tienen en el colegio, en casa la ‘actividad’ es el computador, los juegos de video, el celular, en el mejor de los casos los libros, pero nada de ejercicio físico. Los niños ya no juegan”, recalca.

Para finalizar, la académica subraya el trabajo del docente Luis Gutiérrez, quien participó en la etapa analítica más compleja de la encuesta, que incluyó la adecuación de nutrientes según edad y sexo. Además de la participación de Cinthya Urquidi, alumna de doctorado de la Escuela de Salud Pública”.