Bosques de roble de la zona central acusan el impacto de la sequía

Bosques de roble de la zona central acusan el impacto de la sequía
El investigador Patricio Corvalán realiza mediciones en el predio.
El investigador Patricio Corvalán realiza mediciones en el predio.

Por varias décadas del siglo pasado, el roble (Nothofagus obliqua) la especie más conocida en Chile del género Nothofagus, fue uno de los árboles más cotizados para su explotación comercial, especialmente por la calidad de su madera.

Pero el exceso de tala redujo de tal forma su disponibilidad como la de otros árboles del bosque nativo, que obligó finalmente al Estado a impulsar su sustitución por plantaciones de pino insigne.

En adelante, este importante representante del bosque nativo inició un proceso de recuperación en la forma de los llamados renovales, y hoy los científicos evalúan si estaría en condiciones de ser sometido a un manejo sustentable.

Pero el escenario no se ve muy favorable. Especialmente debido a la sequía que ha azotado a la zona central, los remanentes que subsisten en la zona central han estado sometidos a lo que se conoce como estrés hídrico, lo que ha tenido efectos visibles en su crecimiento. Así lo establece una investigación encabezada por Patricio Corvalán, académico del Departamento de Gestión Forestal y Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Forestales y de Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile.

“Lo que nuestros resultados muestran es que este es un bosque absolutamente estresado” explica el académico. Él y su equipo analizaron un bosque dominado por la presencia de esta especie en el interior de Curicó, en el marco de un proyecto del Fondo de Investigación del Bosque Nativo.

Su trabajo consistió en una observación empírica que muestra cómo ha respondido la especie en estos años de sequía tanto creciendo como árboles aislados o en competencia dentro del bosque. Observó que en ambos escenarios la especie ha mostrado una disminución de su crecimiento.

Es así como la disminución de 34,8% en la precipitación promedio anual 2006-2012 respecto de 2001-2006, ha generado una caída de 17,6 % en el crecimiento anual en el radio de árboles aislados y de 28,8 % en árboles en competencia con otras especies. “Este comportamiento de alguna forma está prediciendo lo que podría ocurrir bien entrado el siglo, en el escenario pesimista del cambio climático”. En este, las precipitaciones podrían descender hasta en un 50%.

El crecimiento de los árboles explica, está condicionado por el balance entre captura y uso de la energía, y esta se consume en tres procesos distintos. El primero se relaciona con la mantención de los procesos de funcionamiento normal (fotosíntesis, respiración y transporte de nutrientes). Lo que le sobra, lo gasta en el crecimiento reproductivo, es decir en la formación de semillas, y si aún le sobra algo más, el árbol crece que es lo que se conoce como crecimiento vegetativo.

Cuando hay períodos de mucho estrés hídrico, el árbol necesariamente tiene una estrechez muy grande en términos energéticos. Sobrevive, y si le sobra energía, se reproduce y si aún le queda algo, crece.

Por lo tanto, esta disminución en el crecimiento que se observa en el estudio está revelando un tremendo problema. “Si las tasas de crecimiento disminuyen de esa manera, y se mantienen en el tiempo, hay que hacer una evaluación económica muy seria para ver si vale la pena, por lo menos en esta zona, dedicar una parte del bosque a la producción de madera de calidad”.

Corvalán advierte que todas las mediciones se han basado solamente en el concepto de disminución de las lluvias, pero en el potencial escenario futuro también hay que sumar el aumento de la temperatura, el que podría llegar hasta los cuatro grados, lo que complicaría aún más el panorama para esta especie.

Los últimos remanentes del roble en la zona central se extienden hasta el cerro El Roble en las inmediaciones de Santiago, aunque en muy pequeña proporción.