Jonathan Véliz, subdirector de la Clínica Psiquiátrica del HCUCH

"Ningún cuadro psiquiátrico implica necesariamente conductas violentas"

Ningún cuadro psiquiátrico implica necesariamente conductas violentas
El doctor Jonathan Véliz, subdirector de la Clínica Psiquiátrica del HCUCH.
El doctor Jonathan Véliz, subdirector de la Clínica Psiquiátrica del HCUCH.
"Más que avanzar en castigos hay que avanzar en educación a la población, en cómo vivir en pareja y en armonía", planteó el médico.
"Más que avanzar en castigos hay que avanzar en educación a la población, en cómo vivir en pareja y en armonía", planteó el médico.

La aberrante agresión que sufrió  Nabila Rifo en Coyhaique por su ex pareja reflota la problemática de la violencia contra la mujer. Casos sórdidos como sacarle los glóbulos oculares a una mujer, prenderle fuego o apuñalar a embarazadas se repiten en los medios de comunicación. ¿Por qué una persona llega a atacar con tal brutalidad a otra?, ¿cómo se puede identificar a un posible agresor?, ¿en qué momento se cruza el límite de lo aceptable?

El doctor Jonathan Véliz, subdirector de la Clínica Psiquiátrica del Hospital Clínico Universidad de Chile explica que, “hay que aclarar que estos casos de violencia sórdida no responden a enfermedades psiquiátricas, ya que ningún cuadro psiquiátrico implica como elemento diagnóstico fundamental conductas violentas. Hay personas que actúan de manera poco o francamente no ligado con lo moral, y no eso es parte de ningún diagnóstico de clínico contemporaneo, estando más allá la compresión psiquiátrica. Uno puede diagnósticar a alguien con descompensaciones de su carácter, o que hay relaciones de pareja disfuncionales; pero que se llegue a hacer algo como esto, realmente pasa a ser algo incomprensible”.

¿Por qué se produce este tipo de violencia contra la mujer?

Este tipo de violencias son multicausales, y la medicina  no tiene categorías ni le corresponde explicarlas. Habitualmente tiene que ver con una relación de poder, con sentirse en prioridad, sensación de control, de ver al otro como un recurso o prolongación de sí mismo, en donde se puedo disponer e incluso hacer atrocidades y obscenidades con la pareja.

¿En qué momento dejan de ser normales los desacuerdos entre la pareja?

Generalmente estas conductas violentas parten con otras conductas violentas más solapadas, como por ejemplo, violencia psicológica, agresiones verbales -utilización de palabras despreciativas, sobrenombres-  valoraciones inadecuadas de ciertos roles. Desde ahí la víctima no debería permitir entrar en este tipo de dinámicas, porque no se sabe en qué no como pueden terminar, como lo que ocurre en situaciones horrendas como la de Nabila. No hay que tolerar que se traspasen los límites del respeto.

Cuando una persona no puede conducir una interacción con su pareja es momento de pedir ayuda, cuando no se puede poner límites uno tiene que denunciar. Es muy difícil definir que implica una relación amorosa, pero sin duda conductas violentas y destructivas, no son parte de una relación de amor.

¿Qué puede hacer el entorno para ayudar a una persona que está siendo víctima de violencia intrafamiliar?

Lo principal es contener, acompañar y favorecer la toma de decisiones hacia la protección. Denunciar y estar disponibles como familia, no bajar  la importancia a situaciones que son violentas y no hay que esperar violencia física para considerar que un acto desmesurado.

¿Es conveniente intervenir cuando se es testigo de una situación de violencia?

Tenemos que vivir en una sociedad colaborativa porque muchas veces cuando la víctima está dentro de una dinámica violenta comienza a aceptar cosas, que son inaceptables. Es clave denunciar este tipo de actos. Quizás intervenir en el momento puede ser peligroso porque se puede terminar siendo agredido también, pero es importante denunciar porque es un deber moral.

¿Qué podemos hacer como sociedad para que este tipo de situaciones no se repitan?

Más que avanzar en castigos hay que avanzar en educación a la población, en cómo vivir en pareja y en armonía, enseñar a comunicarse, discutir las diferencias, y a no aceptar el trato violento.