Por parte de la Rama de Adolescencia de la Sociedad Chilena de Pediatría

Teresa Millán recibe el premio "Doctora Paula Peláez"

Teresa Millán recibe el premio "Doctora Paula Peláez"
Profesora Teresa Millán
Profesora Teresa Millán

“Me invitaron el 25 de noviembre de 2016 al cierre de la Jornada de Planificación Estratégica de la Rama de Adolescencia de la Sociedad Chilena de Pediatría, a recibir lo que yo creía que sería un diploma por el trabajo que me ha tocado realizar en ese sentido. Fui y era una sorpresa; me otorgaron el premio Paula Peláez, que recuerda a esta gran doctora, que para nosotros es la pionera en el tema de la adolescencia, pues lo puso sobre la mesa cuando era invisible, luchando toda su vida con enorme vocación en tanto creía firmemente en la importancia de darles una atención de salud especializada, íntegra e integral. Por eso lo recibo con gratitud y honor.

Es muy emocionante sentir de pronto que tus pares reconocen una labor que he hecho por más de 40 años, con un enorme compromiso y, más que nada, queriendo lo que hago. Desde que di el primer paso como profesional matrona, el paso a la docencia lo di en forma simultánea; he sido docente toda la vida, y eso es vocación de muy adentro, del alma, porque frente a los y las adolescentes, como también lo son nuestros estudiantes, uno ve la necesidad que tienen de ser apoyados, orientados y acompañados durante ese largo proceso de crecimiento y desarrollo.

Partí como docente a poco de recibirme como matrona de la Universidad de Chile de la sede de Valparaíso en 1975. Me vine a trabajar al Hospital San Juan de Dios cuando recién se estaba formando la carrera de Obstetricia en lo que era la Facultad de Medicina Occidente, desafío en el que me tocó participar ad honorem, trabajando después de los turnos, en una época que para mí fue como un regalo, haciendo clases a los internos y estudiantes de la asignatura de Obstetricia en Medicina, así como a los de mi carrera.

A los pocos años, las facultades se reunificaron en una sola, Occidente pasó a ser una división y luego un campus, por lo que me tocó terminar con las últimas generaciones que se formaron en esa escuela, junto a su directora que era la profesora Gloria Páez. Luego de eso, tuve la oportunidad de compartir mi jornada entre los departamentos de Salud Pública de este campus, dirigido por el doctor Nelson Vargas, y el de Obstetricia y Ginecología, cuyo director era el doctor Claudio Atala, al mismo tiempo que cursar mi magíster en Salud Pública. Y nuevamente, a poco andar el Departamento de Salud Pública se fusionó con la Escuela de Salud Pública, por lo que me integré al de Pediatría, también encabezado por el Dr. Vargas.

Fue así como me hice cargo del Internado de Medicina de Atención Primaria de Salud  Rural, de la que soy su profesora encargada hasta hoy, y me integré al equipo que creó junto al doctor Vargas la Unidad de Salud Integral del Adolescente de la Universidad de Chile en el consultorio Raúl Yazigi, en la comuna de Lo Prado; de eso hace ya unos 20 años, dedicándome específicamente a la docencia en Consejería Adolescente.

¡Y es que me marcó tanto ver, cuando estaba recién titulada, cómo llegaban escolares con jumper y bolsón, fajadas bajo el uniforme, con dilatación completa a la sala de partos! En ese momento, pude darme cuenta de que conformaban un grupo que necesitaba de una atención especial pues aparecían, sin haber accedido a ningún tipo de prevención del embarazo, a tener a sus hijos cuando estaban estudiando, sin que nadie lo hubiera sabido, sin apoyo, ni atención especial, nada… Por eso es que cuando el doctor Vargas me invitó a ser parte de su departamento dije que sí, porque tengo esa inquietud de aceptar desafíos y poner a disposición de otros la experiencia con la que cuento.

Fue el inicio de un camino en que como departamento, y en determinadas colaboraciones con el equipo del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente, Cemera, con fondos de un Grant de la Fundación Ford, comenzamos a generar conocimiento e investigación tanto para mejorar la docencia como la propia atención en salud de los jóvenes, vinculándonos al trabajo de los profesores de enseñanza media. Además, paralelamente me integré a la Rama de Adolescencia de la Sociedad Chilena de Pediatría, para contribuir al desarrollo profesional y al país en la materia.

Por eso es que, después de toda esta trayectoria, creo que seguimos en deuda con Chile en cuanto a desarrollar políticas públicas que estén orientadas realmente a tomar el tema de la adolescencia con el peso que tiene, centrándonos en que el adolescente es un sujeto de derecho. Hemos avanzado lenta pero positivamente, por ejemplo en las cifras de disminución del embarazo juvenil. Pero falta mucho todavía; debemos trabajar más de forma interinstitucional, porque el profesor de enseñanza escolar no puede solo con este tema, la municipalidad sola no puede, el centro de salud solo no puede. Tenemos que hacer esfuerzos en reunirnos y aprovechar todo aquello que sabemos y que hemos generado con tanta vocación y a pulso en este ámbito; hay mucho conocimiento, pero las políticas han sido débiles en el sentido de aportar con reales recursos para implementar cambios, incorporando temas como la prevención del VIH, identidad de género y otros, sin sesgos de ningún tipo. Ese es el desafío: avanzar e integrar.

Y es en ese futuro que quiero seguir contribuyendo. Mi diagnóstico reciente –3 de octubre 2016- es una prueba, una batalla en la que he sentido una enorme sintonía con mis colegas, amigos y mis estudiantes, además de mi familia. Cuando sentí el apoyo y el cariño de todos quienes me acompañaron en el reciente congreso de la Sociedad Chilena de Pediatría pude recoger la fuerza para iniciar mi tratamiento, durante el cual pequeños hechos me han mostrado que no será tan difícil, que podremos salir adelante. Quiero seguir activa junto a mis estudiantes del internado rural, a los tesistas que dirijo en el magíster de Educación en Ciencias de la Salud, revisando como editora asociada, artículos para la revista de la Sochipe. Tengo sólo dos diplomas en mi oficina, que son los que me han otorgado los estudiantes como mejor docente. Son los que más valoro. Eso es lo que me hace vibrar. Creo que he sido bendecida, porque mi trabajo siempre me ha dado la mayor satisfacción”.