Columna de Opinión:

Turquía: ¿el sinceramiento postkemalista?

Turquía: ¿el sinceramiento postkemalista?
La opción "Si" ganó con un 51,4 por ciento en un contexto marcado por las dificultades de la oposición para hacer campaña por el "No".
La opción "Si" ganó con un 51,4 por ciento en un contexto marcado por las dificultades de la oposición para hacer campaña por el "No".
El profesor Sebastián Salinas analizó el nuevo papel que ha tenido el islam político en Turquía tras décadas de hegemonía laica.
El profesor Sebastián Salinas analizó el nuevo papel que ha tenido el islam político en Turquía tras décadas de hegemonía laica.

Turquía se ha visto siempre como la heredera del héroe nacional Mustafá Kemal Atatürk (1881 – 1938). Por ello, fueron sus ideas las que guiaron la política turca: republicanismo, nacionalismo, populismo, estatismo, laicismo y necesidad de reforma.

Al mismo tiempo, vino la apuesta por ser parte de Europa, que hizo que pronto instituciones y leyes tuvieran fuerte influencia occidental. Tras el Golpe de Estado de 1980, la constitución turca hizo que el sistema político fuera similar al de Francia: un gobierno semipresidencial. El presidente turco es nombrado por el parlamento unicameral (por un período de siete años sin reelección), pero con amplios poderes.

Luego de años donde el laicismo casi rozaba con la prohibición de manifestaciones públicas de corte islámico, en un país donde más del 95 por ciento de la población es musulmana, el giro desde el 2002 ha venido en gran parte por reconocer sus fuerzas básicas.

El liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan (primer ministro de 2003 a 2014 y presidente desde 2014 hasta hoy), apoyado por el Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP en turco y que trata de ser una alternativa islamodemócrata, similar a los democratacristianos europeos en versión musulmana), ha logrado metas importantes: estar dentro de las 20 economías más importantes del mundo, volverse un referente político en el área, intervenir en conflictos, mostrar un islam alejado de los islamistas radicales, etc.

Pero ante la mantención de tensiones de larga data (como el caso de la relación con los kurdos o la situación en Chipre), las décadas de promesas incumplidas (como el ingreso a la Unión Europea) y los problemas internos (reflejados en el fallido Golpe de Estado del año pasado), Erdoğan decidió jugarse una carta: transformar a Turquía en un régimen hiperpresidencial. Para reaccionar más rápido a los problemas, eliminando al primer ministro, con absoluto dominio sobre el parlamento e incluso con posibilidad de reelección, siendo factible que pueda mantenerse en el poder hasta el 2024 o incluso 2029.

La apuesta va en dirección a fortalecer Turquía internamente, olvidándose en algún momento de los objetivos por años de la política internacional turca. Y las críticas no han sido pocas. Uno de los apodos típicos ha sido tachar a Erdoğan como un nuevo “sultán”, que trata de ser líder en un Medio Oriente con crisis constantes, evocando los siglos de tradición imperial en el país.

Los turcos más influenciados por Occidente ven estos cambios constitucionales como amenaza a la democracia y al concepto de democracia. Otros sienten que de esa manera tendrán una mano fuerte que arreglará los problemas sin tanta burocracia. Pero es sintomático que el liderazgo internacional e interno más fuerte y significativo de Turquía desde Kemal Atatürk, sea precisamente la antítesis del “padre de los turcos”: un hombre que ha sincerado el papel del islam en la sociedad turca y que no lo ha olvidado.