Columna de Opinión:

El regreso del control automático de velocidad

El regreso del control automático de velocidad
"El objetivo del control automático de velocidad no es aplicar multas y recaudar fondos, sino que cambiar el comportamiento de conductores que no respetan los límites", señaló el académico.
"El objetivo del control automático de velocidad no es aplicar multas y recaudar fondos, sino que cambiar el comportamiento de conductores que no respetan los límites", señaló el académico.
Alejandro Tirachini, coordinador Académico del Magíster en Ingeniería de Transporte de la FCFM.
Alejandro Tirachini, coordinador Académico del Magíster en Ingeniería de Transporte de la FCFM.

El Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones anunció que respaldará el nuevo proyecto de ley que busca la reducción del límite de velocidad urbano de 60 a 50 km/h, después del lamentable rechazo a esta iniciativa por parte del senado. Además, el gobierno busca reimpulsar el control automático de velocidad, tanto en ciudad como en la vialidad interurbana, a través del Centro Automatizado de Tratamiento de Infracciones (CATI). En un país como el nuestro, donde mueren 5 personas al día en siniestros de tránsito, se espera que la reducción del límite de velocidad urbano y el control automático de velocidad, aplicados complementariamente, tengan un efecto significativo en reducir el número de heridos y muertos por siniestros viales, con todos los costos sociales que las colisiones, choques y atropellos imponen en la ciudadanía y en la salud pública.

Hoy tenemos suficiente evidencia sobre los efectos del control automático de velocidad. En Francia el sistema se introdujo el 2003, con un esquema que integra 1600 cámaras fijas y 900 cámaras móviles. El resultado fue claro: una reducción en el número de muertos por siniestros viales de entre 25 y 35 por ciento en áreas rurales y de 14 por ciento en ciudades. Por otro lado, una revisión de casos en países como Inglaterra, Australia y Nueva Zelandia en que se introdujo cámaras en lugares puntuales, encontró que el número de colisiones entre vehículos se reduce entre un 5 y un 69 por ciento y el número de muertos entre el 17 y el 71 por ciento. Para Chile, en el estudio de Rizzi y coautores se estimó que la adopción de cámaras en ciudades y carreteras reduciría en un 7 por ciento el número total de fatalidades por siniestros de tránsito, es decir, del orden de 150 vidas salvadas al año. Por supuesto, en la práctica el efecto va a depender de las condiciones, ubicación y el número de cámaras a utilizar.

Una alternativa muy interesante que las autoridades deberían evaluar para carreteras es el control de tiempo de viaje en secciones de vía, mediante el uso de portales consecutivos que detectan el paso de vehículos. La aplicación de esta medida en carreteras de Italia redujo el número de siniestros viales en valores del orden de 30 por ciento en las secciones en que se aplica, incluyendo curvas. Además, los datos indican que la reducción mayor es en accidentes graves, que bajaron en un 55 por ciento (carretera A1 entre Nápoles y Milán).

Por último, una clave para la discusión legislativa de este año es recordar que el objetivo del control automático de velocidad no es aplicar multas y recaudar fondos, sino que cambiar el comportamiento de conductores que no respetan los límites de velocidad, para protegerlos a ellos mismos y a usuarios vulnerables como peatones y ciclistas (es decir, se busca aplicar el menor número de multas posibles). La cuestionada implementación de esta política a fines de los 90 en Chile no puede ser usada como excusa para no ver los beneficios expuestos. En nuestro país fallecen 12 personas por cada 100,000 habitantes al año por siniestros de tránsito, una cifra que triplica a los países con mejores prácticas en seguridad vial de la OCDE. Es hora de actuar seria y decididamente sobre este tema para no seguir lamentando muertes perfectamente evitables, mes a mes, año a año.