Manifestaciones sociales

Danza: vehículo de la autonomía y la lucha feminista

Danza: vehículo de la autonomía y la lucha feminista
Durante la última década la danza se ha convertido en una dinámica protagónica de las movilizaciones sociales.
Durante la última década la danza se ha convertido en una dinámica protagónica de las movilizaciones sociales.
La profesora Lorena Hurtado destacó que su práctica constante posibilita un empoderamiento y conocimiento del cuerpo.
La profesora Lorena Hurtado destacó que su práctica constante posibilita un empoderamiento y conocimiento del cuerpo.
La incorporación de la demanda por la autonomía del cuerpo y de la dimensión de la sexualidad en estas movilizaciones fue destacada por la profesora Kemy Oyarzún.
La incorporación de la demanda por la autonomía del cuerpo y de la dimensión de la sexualidad en estas movilizaciones fue destacada por la profesora Kemy Oyarzún.

Desde principios de la década de los 2000, pero con mucha más fuerza desde las protestas estudiantiles del 2011, la danza ha ido ocupando un puesto cada vez más relevante en las manifestaciones sociales desplegadas en la calle.

No cabe duda que este 2018, en el contexto de las masivas movilizaciones feministas, esto ha sido una realidad evidente: las imágenes de jóvenes bailando a torso desnudo como íconos reconocibles del "mayo chileno", junto a otras que a través de la danza han expresado su discurso.

Kemy Oyarzún, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades, destacó que "las mujeres y los feminismos estamos exigiendo ciudadanías corporizadas, no sólo con esencias, sino que poniendo los cuerpos en la calle de forma incluso insumisa, mostrando todas las partes que antes han sido reprimidas".

En ese sentido, la profesora Oyarzún enfatizó la importancia de esta performance "con sentido social, artístico y político, que acentúa la idea de que están surgiendo nuevas identidades que buscan expresarse con otras formas. Son identidades que no aceptan ser encasilladas en un concepto abstracto de sujeto" y que la danza, como forma de conocimiento, pone en primer lugar el cuerpo como expresión de ello.

Consultada sobre por qué la danza se convirtió en un elemento tan icónico de estas movilizaciones, la profesora Lorena Hurtado de la Facultad de Artes destacó que esta disciplina contiene una potencia poco conocida en nuestro país, ya que "su práctica constante en su diversidad de técnicas y expresiones, posibilita un empoderamiento y conocimiento del propio cuerpo y del otro, desarrollando nuestra percepción, nuestra auto imagen, nuestros límites y cuidado del propio cuerpo".

Precisamente este empoderamiento estaría siendo interpretado como una amenaza por algunas personas, generando reacciones críticas ante las demandas y movilizaciones feministas que se levantan en el país.

"El cuerpo empoderado y expresivo al parecer asusta, y esto se puede ver en los comentarios que rondaron a propósito de la penúltima marcha donde jóvenes empoderadas se sacaron el 'corsé'. Hay quienes tienen miedo al cuerpo sólo o en colectivo, precisamente por esta potencia que tiene", explicó Hurtado.

En la misma línea, la profesora Oyarzún destacó que "si durante los años 80 las mujeres rompimos el miedo en dictadura demandando democracia en la casa y en el país, hoy se incorpora la dimensión de la sexualidad como decisión sobre nuestros cuerpos, como autonomía, como derecho a usar la calle como lugar de libertad. La danza y los cuerpos que se muestran son un desafío a la censura, al abuso como censura".

Este papel de la danza tiene relación, en opinión de Hurtado, con que las nuevas generaciones "son mucho menos temerosas de lo que fuimos nosotras, por lo que también son un poco más libres en sus formas de expresarse, y también desprejuiciados en la manera en que abordan su corporalidad a través del movimiento".

Junto con ello, la académica de Artes destacó que durante los últimos 15 años- también en el ámbito profesional de la danza e incluso en la calle a través de las prácticas circenses o de capoeira-, se mostraron maneras diferentes de abordar el cuerpo y de relacionarse con el otro a través de prácticas sensibles y de permanente apertura, como la improvisación de contacto.

Así, gracias a éstos y otros factores como la diversidad de talleres gratuitos surgidos en este período en torno a estas disciplinas, se generaron las condiciones "para que hoy las mujeres sean las principales actrices de este movimiento, que se enmarca en la exigencia del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, levantando la voz contra el acoso, el abuso y el maltrato", como finalizó Hurtado.