Columna de Opinión:

40 años de la instalación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hora del Balance

40 años de la instalación de la Corte Interamericana de DDHH
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) se ha transformado "en muchas ocasiones, en la única alternativa de justicia para las víctimas y sus familias".
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) se ha transformado "en muchas ocasiones, en la única alternativa de justicia para las víctimas y sus familias".
"Las Américas necesitan un sistema fuerte de DDHH, tanto a nivel nacional como internacional", plantea el profesor Claudio Nash.
"Las Américas necesitan un sistema fuerte de DDHH, tanto a nivel nacional como internacional", plantea el profesor Claudio Nash.

En el marco de la conmemoración de los 40 años de la instalación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se ha realizado un Seminario en Chile, organizado por la Asociación Interamericana de Defensorías Públicas. Como Cátedra fuimos invitados a participar en un panel para reflexionar sobre los desafíos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH). Esta fue una oportunidad para plantear lo complejo del momento político regional y la necesidad de que el sistema encuentre vías efectivas, pero realistas, para cumplir su mandato.

Hay consenso en el aporte que ha hecho SIDH, transformándose, en muchas ocasiones, en la única alternativa de justicia para las víctimas y sus familias. El trabajo de los órganos de DDHH han estado determinado por las características de violaciones de derechos humanos como por los contextos políticos en los que ha debido desarrollar su trabajo. Así, las primeras décadas de (años '60 y '70) estuvieron destinadas a enfrentar las graves violaciones de DDHH ocurridas en el marco de las dictaduras que campeaban en la región. Durante las siguientes dos décadas ('80 – '90) el énfasis estuvo en controlar los procesos de pacificación, transición a la democracia y consolidación democrática. Finalmente, desde el 2000 a la fecha, el trabajo se ha centrado en enfrentar las violaciones estructurales de derechos que sufren grupos históricamente discriminados.

Los avances del SIDH no han sido fáciles y han habido continuas crisis con los Estados. Estas crisis han tenido en común el objetivo de limitar los poderes de los órganos del sistema, principalmente, de la Comisión.

Hoy la situación es compleja. Se ha ido imponiendo un discurso pro democracia y derechos humanos, pero con poco correlato en la práctica. Los problemas de estabilidad democrática siguen afectando la región (golpes tradicionales y nuevos, con pretensiones de legalidad); crisis institucionales dentro de gobiernos que sobre la base de apoyo electoral van minando el estado de derecho; corrupción estructural; y, descontentos generalizados de la población por la falta de respuesta ante las graves inequidades que siguen existiendo en nuestros países. Por otra parte, las vías jurisdiccionales (nacionales e internacionales) han demostrado cierta capacidad de protección de derechos, pero han sido incapaces de generar los cambios estructurales necesarios para la garantía universal de los derechos humanos.

Además, la relación de los órganos del SIDH con los poderes judiciales de la región no son fáciles. Han habido avances en la incorporación de estándares internacionales en diversas jurisdicciones y la figura del control de convencionalidad se va imponiendo, lenta, pero sólidamente. Mas, estos avances son resistidos por importantes centros de poder judicial, como la Suprema Corte de Justicia de México, con una posición cada vez más reticente a incorporar estándares internacionales y la Corte Suprema Argentina, quien se ha enfrentado directamente a la Corte Interamericana, poniendo en duda la legitimidad de las medidas de reparación que dicta el tribunal interamericano.

Por otra parte, el sistema aún no supera algunos problemas internos. El atraso en la tramitación de casos ante la Comisión, la poca transparencia para saber cuándo y por qué un caso llegará a la Corte; interpretaciones cambiantes; medidas de reparación genéricas y poco realizables. Todos estos son elementos que socavan la credibilidad en la protección internacional y pone en riesgo su legitimidad.

Las Américas necesitan un sistema fuerte de DDHH, tanto a nivel nacional como internacional. La sociedad civil debe seguir profundizando sus demandas y cada uno de los actores del sistema y los Estados deben hacer su parte para que la promesa incumplida desde hace un par de siglos de derechos humanos universales sea, al fin, realidad.