Columna de Opinión:

Retórica sin praxis

Retórica sin praxis
"Debemos actuar ahora, antes que desperdiciemos nuestro mayor capital: el humano", plantea el vicerrector Salazar.
"Debemos actuar ahora, antes que desperdiciemos nuestro mayor capital: el humano", plantea el vicerrector Salazar.
Flavio Salazar, vicerrector de Investigación y Desarrollo de la U. de Chile.
Flavio Salazar, vicerrector de Investigación y Desarrollo de la U. de Chile.

Históricamente, Chile ha sido un país de contradicciones. Por eso no sorprende constatar que los libros más vendidos en nuestro país traten sobre temas de ciencia, tecnología y sociedad; que una charla de divulgación científica de un connotado académico chileno llene estadios de curiosos ciudadanos; y que nuestra elite intelectual abunde en arengas y columnas de opinión que comentan o destacan los desafíos que conlleva la gran revolución tecnológica que estamos transitando, particularmente en informática y biogenética. Se nos advierte que el cambio climático afectará de raíz las condiciones socioambientales; la robótica reducirá los empleos; que el control de los macrodatos definirá nuestras condiciones de vida; que el conocimiento de la genómica impactará la medicina, como nunca antes en la historia. Y de manera transversal se concluye que debemos estar preparados para enfrentar estos desafíos, porque nos estamos quedando atrás.

Lamentablemente, esta bien fundamentada retórica no ha logrado transformarse en alguna acción concreta que otorgue consecuencia al discurso. De hecho, la disminución del presupuesto para la ciencia y tecnología, junto a la incertidumbre que crea la renuncia a la presidencia de Conicyt por parte de Mario Hamuy, principal promotor del Ministerio de Ciencias Tecnología e Innovación, pareciera indicar que aparte de la comunidad científica, nadie toma realmente en serio el aporte decisivo que la generación de conocimiento científico, en todas las disciplinas, debe jugar en nuestra estrategia de desarrollo. Estos temas, tan cruciales para nuestro futuro inmediato, no pueden ser discutidos cada año exclusivamente desde una perspectiva técnico-presupuestaria.

Resulta imperdonable no profundizar en políticas e inversiones concretas cuando las problemáticas referidas están directamente relacionadas con nuestros desafíos sociales más elementales. ¿Qué sabemos y qué deberíamos saber de las zonas de sacrifico; del envejecimiento sostenido de nuestra población; del aumento incesante del flagelo del cáncer; de los impactos ambientales del desarrollo minero y salmonero; o de los efectos del cambio climático en nuestra desarrollada industria agropecuaria?

Aunque involucren fuertemente a las universidades, estas preguntas no solamente constituyen un tema académico. Tampoco son exclusivamente temas económicos, aunque contemplen decididamente al sector productivo. Ni siquiera se limitan a la contingencia política, aunque incluyan autoridades y burócratas. Constituyen un tema país que requiere ser abordado con una real altura de miras, incorporando saberes y manteniendo un diálogo permanente con la sociedad, porque en definitiva, nos afecta a todos. Por eso debemos actuar ahora, antes que desperdiciemos nuestro mayor capital: el humano.