Columna de Opinión:

"Rol de la U. de Chile en la necesaria transformación intercultural del país"

"Rol de la U. de Chile en la transformación intercultural del país"
Senadora Universitaria Verónica Figueroa Huencho, académica del Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile.
Senadora Universitaria Verónica Figueroa Huencho, académica del Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile.

"Mala cosa ser mapuche" escuché una vez decir a mi abuelo. No entendí mucho el sentido de esa frase en ese momento, pero después, en el colegio, tuvo sentido. Y tuvo sentido en mi adolescencia, y en mi formación profesional. Ser mapuche, ser mapuche champurrea, ser mapuche en la ciudad, ser mapuche en la comunidad, ser mapuche donde estés siempre resulta complejo. No siempre es fácil de comprender, pero la historia del despojo está en nuestra memoria.

Hoy, cuando vemos una vez más que se comete un asesinato de un joven mapuche a manos de carabineros de Chile, cuando un adolescente mapuche es torturado, podemos ver que sigue siendo mala cosa ser mapuche. Para modificar esto se requieren cambios profundos, estructurales, pero no nos podemos quedar estancados en el análisis de esa complejidad, y dejar que las cosas pasen. Instituciones como la Universidad de Chile están para hacer que pasen cosas que, de otra manera, jamás sucederían.

El proceso de formación estatal chileno, construido alrededor de un modelo de Estado nación, ha servido de base para instalar un proyecto de homogeneización social, cultural y económico, que hoy muestra sus debilidades. La construcción de una sociedad intercultural se hace mas urgente que nunca, especialmente cuando vemos las limitaciones que los actores políticos tienen para comprender la multidimensionalidad de las demandas y reivindicaciones de los pueblos indígenas.

La Universidad de Chile debe jugar un rol sustantivo en la conformación de esta sociedad intercultural tan necesaria, transformando los cimientos de esta construcción racionalista y dicotómica de sociedad, contribuyendo en la generación de conocimiento válido y pensamiento crítico, siendo permeable a la posibilidad de otro conocimiento, proveniente de aquellos que no formaron parte de la construcción elítica de esta Universidad. Por sus aulas y espacios han transitado figuras presidenciales, ministeriales, actores sociales y políticos, empresarios, grandes líderes que, entre otros, han influido en diferentes aspectos del quehacer social, político, económico y científico del país. Sin embargo, a la luz de los sesgos y errores en sus decisiones, podemos evidenciar que no hemos hecho bien nuestra tarea.

Hemos generado conocimiento de vanguardia en muchos ámbitos, hemos impulsado agendas relevantes y sustantivas para mejorar la calidad de vida de la comunidad universitaria, pero sobre todo de nuestra sociedad. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para los pueblos indígenas.

Cuando vemos que no existe comprensión adecuada de su realidad. Cuando vemos que se toman decisiones basadas en verdades consideradas absolutas por algunos sectores. Cuando se avanza en un modelo económico que desconoce el sustento del territorio para la supervivencia de estos pueblos. Cuando se desconocen sus derechos. Cuando vemos que aún se los considera culturas inferiores o premodernas, cuando vemos que el costo de esa falta de entendimiento es la muerte de una persona indígena, es que debemos sentirnos interpelados como Universidad.

La muerte del joven Camilo Catrillanca se suma a la de otros hombres y mujeres indígenas ocurridas en las últimas décadas, donde los proyectos políticos han primado por sobre proyectos inclusivos que debieran avanzar en transformaciones estructurales. Las limitaciones de las decisiones políticas, así como del modelo de país que sustentan, son evidentes. El desconocimiento lleva a hablar de tierras y no de territorios, de recursos naturales y no de fuerzas materiales o inmateriales, de interlocutores y no de autoridades ancestrales, de conocimiento y no de kimün…

Por lo tanto, la Universidad de Chile debe asumir un rol de liderazgo en esta materia jugando un rol activo en las transformaciones, no sólo hacia el interior de su comunidad sino también de cara a la ciudadanía. La Universidad tiene un rol formativo y transformador no sólo hacia quienes tenemos el privilegio de estar en sus espacios, sino sobre todo hacia la sociedad, una sociedad que aún es ignorante cuando se trata de pueblos indígenas.

La conformación de una sociedad intercultural no se construye de la noche a la mañana, hay que intencionar esa transformación. La Universidad de Chile debe tener opinión, debe tener una voz. Aún siendo una Institución diversa en su conformación y en su pensamiento, el estándar debe ser el respeto a los derechos humanos, el derecho de los pueblos indígenas. La Universidad de Chile, a través de sus instancias de representación, como es este Senado, deben hacer exigibles el cumplimiento de estos derechos, deben generar los espacios, pero también formalizarlos en sus definiciones estratégicas. Hoy estamos frente a una importante oportunidad para ello, no sólo porque lo establece la nueva Ley de Universidades, sino porque se ha encomendado al Senado la elaboración de una política. Pero esto es sólo el piso, es condición necesaria pero no suficiente.

Nuestro Senado, nuestras autoridades deben asumir un compromiso permanente, velando y actuando porque el respeto a los pueblos indígenas no sea sólo declarativo sino que impregne todos los espacios universitarios, así como aquellos del entorno en los que la Universidad debe tener una opinión clara. Debemos construir una propuesta de sociedad intercultural y generar las instancias para su concreción en el mediano plazo. Insisto, nuestra Universidad, plural y pública, debe definir el estándar, porque siempre lo ha hecho.

Pero hoy, debe asumir con mayor compromiso una agenda que permita a toda la sociedad, mirar el mundo desde los ojos de los pueblos indígenas. No como caridad, no como una concesión, sino porque somos sujetos de derecho, porque formamos parte de esta Universidad, porque el marco legal nacional e internacional así lo exige.

Poder compartir con ustedes estas reflexiones, en este espacio de decisión y, por lo tanto, de poder, es un privilegio. Privilegio que se convierte en una instancia de reparación y de reconocimiento. La sensibilidad especial mostrada por quienes integran este senado universitario, como instancia triestamental de reflexión, debate y decisión, me permiten confiar que avanzaremos en la generación de los espacios necesarios. Pero para ello se requiere humildad: humildad para escuchar, humildad para aprender, humildad para comprender. Sólo de esa manera podremos estar seguros de avanzar en el camino correcto, el de los cambios fundamentales.

Awükagekilpe taiñ pu che.

Fentren mañun.