Viviendo su vocación

Médicos egresados valoran contacto con la comunidad

Médicos egresados valoran contacto con la comunidad
Kimberly Valenzuela y Guillermo Cortés, junto a los escolares de San Manuel, Melipilla.
Kimberly Valenzuela y Guillermo Cortés, junto a los escolares de San Manuel, Melipilla.

Guillermo Cortés y Kimberly Valenzuela pasaron casi un mes en el Centro de Salud Familiar de San Manuel, dedicados de lunes a viernes a hacer visitas domiciliares integrales a vecinos con cualquier grado de dependencia de moderada a severa, como parte del Programa Vida Sana del Ministerio de Salud; lo mismo hizo Patricio Araya, pero en Bollenar. Estas dos localidades pertenecen a la comuna de Melipilla y sus consultorios son algunos de los que reciben a estudiantes del Internado de Medicina de Atención Primaria de Salud Rural, el cual es uno de los últimos que cursan los futuros profesionales antes de egresar de la carrera.

Para todos ellos, afirman, fue una experiencia única, porque “nos puso a prueba en dos sentidos al menos: aplicar los conocimientos adquiridos y trabajar en equipo, tanto entre nosotros como con el resto de los profesionales y técnicos del lugar”.

Kimberly explica que “nos tocó hacer estas visitas domiciliarias integrales y, a veces, nos tocó ver pacientes crónicos y participar de actividades también con la comunidad, como ir a un programa de la radio local, dar charlas educativas, hacer un taller de diversidad de género e identidad en un colegio y, por último, elaborar un díptico para que quedara en el consultorio y fuera repartido entre los consultantes”.

Esta labor, añade Guillermo, era parte de un trabajo continuo realizado por otros compañeros que cursaron este internado antes que ellos, por lo que “siempre fuimos muy bien recibidos por la comunidad, porque aunque siempre cambiábamos, la gente valora mucho las atenciones que podemos ofrecer. Las visitas domiciliarias requieren de que los pacientes nos tengan la confianza de abrirnos las puertas de su casa, en las cuales nunca tuvimos problemas”.

Más allá de lo estrictamente médico

De hecho, añade Patricio, “muchas veces esa atención iba más allá de lo programado. Nos tocó visitar a una señora postrada, que pasaba todo el día en cama sin tener una condición de gravedad que le impidiera levantarse. Como parte de nuestra conversación fuimos tocando temas de su vida personal, llegando a que en su juventud había escrito poemas, por lo que la motivamos a que nos recitara algunos, con lo que pareció revivir, se dio ánimo e incluso reímos juntos. Esa fue otra manera con la que impactamos positivamente en su salud”.

En cuanto a lo estrictamente académico, el contacto con los profesionales de la salud y en particular el médico a cargo, los internos señalan que fue muy provechoso: “Nos hizo sentir más seguros en nuestros conocimientos. Además de que uno viene de la universidad con un pensamiento más centrado en la atención hospitalaria, por lo que debimos replantearnos un poco los tratamientos propuestos y el manejo de los pacientes. Esta etapa sirve para equilibrar la balanza entre el trabajo que se hace en recintos secundarios o terciarios y la atención primaria”, apunta Kimberly.

Paralelamente, añaden que otro aspecto a destacar fue el tener que compartir entre compañeros así como integrarse a la comunidad, pues durante cinco días a la semana debían vivir en la residencia dispuesta para ellos en los respectivos consultorios, “debido a lo cual aprendimos a manejar cualquier diferencia y a apoyarnos entre todos”, finaliza Guillermo.

De esta manera, valoran el aprendizaje vivido durante este proceso y añaden que incluso podrían buscarse espacios para fomentar el trabajo en equipo con estudiantes de otras profesiones de la salud que también hacen internado rural en los mismos centros, provenientes tanto de la misma Universidad de Chile como de otros planteles.