Dr Marcos Vergara, Programa Políticas, Sistemas y Gestión en Salud

Opinión: El Calvario de la Gestión en el Sector Público de la Salud en Chile

Opinión: El Calvario de la Gestión en el Sector Público de la Salud
Dr. Marcos Vergara, Académico Programa Políticas, Sistemas y Gestión en Salud.
Dr. Marcos Vergara, Académico Programa Políticas, Sistemas y Gestión en Salud.

Con información de 100 hospitales en Estados Unidos, en 2009 Amanda Goodall, Investigadora Senior del IZA Institute of the Study of Labor, demostró que existía una asociación virtuosa entre el liderazgo médico de los mismos y sus resultados. Médicos con formación en gestión lo hacían mejor que no médicos; sin embargo estos hallazgos, a pesar de su importancia, no siguieron siendo explorados, al punto que Stoller, J., la propia Amanda y Baker, A. hicieron referencia a esta materia pendiente a propósito de una publicación en la Harvard Business Review de Diciembre del 2016. ¿A qué se debería esta diferencia? se preguntan estos investigadores. La respuesta está todavía pendiente para las ciencias.

Cuando los médicos en Chile dimos los primeros pasos en el mundo de la gestión vivimos la incomprensión de actores importantes de la época. Si bien la Universidad Católica había puesto en marcha su Diploma para la formación de ejecutivos en salud en la Escuela de Administración -APEDIS-, bajo la conducción del doctor Juan Pablo Illanes, ginecólogo, la idea de médicos en la alta dirección de instituciones de salud aún no era aceptada seriamente, salvo por el infortunio de virtuosos clínicos que al envejecer eran tradicionalmente nombrados directores en los hospitales públicos. A esas alturas, en las clínicas privadas el modelo tradicional todavía era rotundo: ingenieros a las gerencias y médicos a la actividad clínica. Recién hace un par de años un médico cirujano fue nombrado como Gerente General de una clínica privada muy importante, Clínica Las Condes, que fue el caso del Dr. Jaime Mañalich y un poco antes lo había sido el Dr. Julio Montt Vidal en Clínica Las Lilas, mientras fue de propiedad de Integramécica, quebrándose de esta manera el paradigma acostumbrado.

Sin ambargo, los primeros médicos egresados del Magister de Administración de Salud del Programa Interfacultades de la Universidad de Chile -PIAS-, promovido en las centro y sudaméricas por la Fundación Kellog, no sabían bien qué hacer en medio del paradigma de “ingenieros para la gestión y médicos para la clínica”. ¡A tu cueva, coipo!, era el mensaje del mercado.

Durante la preparación del programa de Gobierno de don Patricio Aylwin se hizo evidente un segundo problema. La gestión no solo no era un tema para médicos, sino que también los gestores -en particular los médicos gestores- habían de ser “fachos”. En efecto ¿qué era ésto de preocuparse de la administración de los recursos? Aquello parecía propio de los “Chicago Boys”, que en el altar de la “política fiscal” habían llevado a los hospitales públicos a la miseria, dejando el rastro de una experiencia de escasez traumática en el sector hospitalario público. La tarea era solamente allegar más recursos. Pretender administrarlos era muy sospechoso. Y que un médico lo pretendiera era traición a la profesión.

Así fue que en el seno de la Concertación de Partidos por la Democracia pensar en los problemas de gestión del sector salud se transformó en una lucha por la sobrevivencia. Los “gestores” eran agentes encubiertos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Verdaderos infiltrados del capitalismo salvaje. La música que surgía de ese violín jamás encontró cauce de armonía con la canción aprendida de memoria por la tradición médica militante de la izquierda: la medicina social.

Pero no solo había ripio en la arena política. También la carrera académica se complicaba cuando se trataba de hablar de la gestión de la salud. También en la Universidad de Chile los temas de gestión parecían estar reservados a las facultades administrativas, de economía y negocios o a las escuelas de ingeniería o con buena suerte a la sociología interesada en el “management” o en el “labor”. Aquellos eran los espacios de legitimidad para la gestión. No la Facultad de Medicina. En la Chile, en los brazos del paradigma tradicional los temas de gestión de la salud, en particular, terminaron en tierra de nadie, a pesar de la gigantesca deuda de su propio hospital. Y por qué no decirlo, también “percolaba” la academia la absurda tensión política entre la tesis de más recursos y la tesis de más gestión.

En la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en los 80, un grupo de médicos salubristas añosos dictaban clases para la administración hospitalaria “moderna”, marginados en un oscuro rincón del salón -Marcos Donoso, Galvarino Perez, Sylvia Pezoa-. Es cierto que el PIAS los rehabilitó en algún grado antes de jubilar gracias a la Fundación Kellog, que traía consigo nuevos paradigmas, pero la gestión de la salud era despreciada en aquellos entonces en la disciplina de la Salud Pública y lo ha sido en buena medida hasta ahora. Todos los respetables investigadores cuantitativos, epidemiólogos hechos y derechos, eminentes politólogos sanitarios, a diferencia de lo que ocurre en las más importantes Escuelas de Salud Pública del mundo, han mirado la gestión de la salud como un asunto de tono menor: la tarea ruin de los administradores, que viven en otras Facultades y que a lo mejor hasta son “fachos”. De hecho, nuestra Escuela de Salud Pública desahució la alianza estratégica con la Facultad de Economía y Negocios, espacio donde se hacía el PIAS.

Volvemos entonces a decir que la dirección de los hospitales públicos, donde se funden cuatro quintos de los presupuestos del sector de la salud, solía recaer en el mejor de los clínicos -no en el gestor más competente-, especialmente cuando aquel ya entraba en edad y era el momento de reconocerle por su trayectoria clínica. Porque en realidad la gestión de la salud a pocos importaba en el sistema público -y en la academia afín-, según lo que en 1995 nos decía el propio Abraham Horwitz, prestigioso salubrista chileno que gobernó la Oficina Panamericana Sanitaria (OPS) por muchos años.

Por fortuna, el citado y complejo paradigma -todo su entretejido ya descrito- se ha ido modificando en los últimos años gracias al sistema de Alta Dirección Pública, que abrió las puertas al mérito y a médicos formados en administración, así como a otros profesionales interesados en el devenir del sector y determinó indirectamente la importancia de la gestión en el sector público de la salud. En cuanto a la academia, las universidades tradicionales han sido arrolladas por las universidades emergentes, que han empezado a copar el espacio temático formativo y de reflexión en este tema despreciado.

En el espacio de la política, lamentablemente, el asunto parece continuar polarizado como en antaño. Más recursos, dicen unos, más gestión, dicen sus oponentes. No será difícil imaginar que a la solución han de converger ambas perspectivas y que se hace preciso y necesario desprenderse de la polarización inmovilizante que no sólo en materia de salud se expresa en el debate nacional. Esto debe ser hecho cuanto antes y sin temor, sobreponiéndonos a legítimas aprehensiones e intereses de los más variados stakeholders. No nos queda más que un gran acuerdo nacional en la materia, como suele enunciarse. Frases como “a mi no me administre” o “no me pida productividad” han de abandonarse, tarde o temprano, porque ya no sirven.

Volviendo a Goodall, al cierre de esta edición y sin vergüenza alguna, es posible hipotetizar que quizás lo que haga la diferencia es haber vivido los siete años de pregrado de la carrera de medicina y de su “currículum oculto” y haber conocido los constructos más elementales del espacio donde se gesta el negocio clínico, que se teje en los pasillos de los hospitales. La esencia del giro. Los intereses de las especialidades. La naturaleza del ser médico.

Marcos Vergara Iturriaga, médico cirujano, Doctor en Salud Pública, Magíster en Administración en Salud, Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y Académico del programa de Políticas, Sistemas y Gestión de la Escuela de Salud Pública. Director del Instituto de Neurocirugía y en la actualidad Director (S) del Hospital Clínico del Hospital San Borja Arriarán.