Nombramiento lo hará la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía en su 74 congreso anual

Doctor Mario Varela Guzmán, Maestro de la Psiquiatría Chilena

Doctor Mario Varela Guzmán, Maestro de la Psiquiatría Chilena
Doctor Mario Varela Guzmán

Se recibió el 29 de febrero de 1959 y el 10 de mayo siguiente ya estaba trabajando en el Hospital de Talca, recomendado por el doctor Rodolfo Armas Cruz al jefe de servicio de su nuevo destino laboral, el doctor Gustavo Rayo Planella, para formarse como internista. “Y desde entonces nunca me he desprendido de lo asistencial y después de lo docente; alcancé a estar dos años en Talca hasta que el doctor Armando Roa, que era profesor extraordinario del Hospital Psiquiátrico de Santiago, me convocó a formarme con él”.

Fue el comienzo de una alianza maestro-discípulo que se mantuvo hasta el fallecimiento del doctor Roa en 1997, marcada por el imperativo de una búsqueda constante de la humanización de la medicina. Primero, asumiendo el cargo de jefe de clínica del Servicio de Psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico, por lo que le tocó responsabilizarse tanto de la atención de pacientes como de la formación de becados, en lo que devino posteriormente como una cátedra complementaria de la que impartiría su mentor cuando quedó como profesor titular de la Clínica Psiquiátrica Universitaria.

Años después, y también recorriendo la senda marcada por su maestro, estuvo a cargo de la instalación del Departamento de Psiquiatría Occidente de la Facultad de Medicina en el Hospital Félix Bulnes, frente a lo cual “estábamos muy entusiasmados porque era un hospital general, nos permitía salir de lo puramente siquiátrico y desarrollar tanto en lo clínico como en lo formativo un aspecto que viene de mis primeros años como internista, que es la medicina sicosomática”.

Allí atendió pacientes y contribuyó a la formación de nuevas generaciones de especialistas hasta que la Facultad de Medicina decidió terminar el vínculo docente asistencial con dicho recinto, etapa en la que fue invitado a trasladar su cargo académico al Departamento de Bioética y Humanidades Médicas del plantel por quien fue su directora, la doctora Mireya Bravo –sucesora del doctor Roa- para hacerse contribuir a la enseñanza de pregrado en el ámbito cargo de la Antropología Médica, hasta la actualidad. Sin embargo, sigue ligado a la supervisión de becados de distintas universidades en el Hospital Félix Bulnes a través de la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas, Conacem, y a la atención de pacientes en su policlínico. 

“La siquiatría hace diagnósticos de enfermedades y no de personalidades”

Respecto de la medicina sicosomática, explica que “no es buen nombre, porque hace creer que lo síquico provoca lo somático. Por eso que preferimos hablar de antropología médica, con lo cual estamos diciendo que el estudio de la enfermedad es importante, que científicamente ha llevado a grandes progresos, pero que el reconocimiento de la persona enferma no ha ido a la par. El asunto se trata de destacar qué participación tiene el sujeto en la enfermedad: el paciente como preocupación del médico lleva pocos años”.

Por ello, en opinión del doctor Varela, las actuales y preocupantes cifras que muestra el alza de enfermedades en el ámbito de la salud mental tienen parte de su base en “una crisis de la medicina, en general, en el sentido de que se sigue pensando que la medicina es pura ciencia, cuando es ciencia por un lado y arte por otro lado. Porque uno tiene que construir para cada persona un cuadro clínico, no es lo mismo una hepatitis en una persona que en otra. Y ese aspecto lo destacamos principalmente a través de la medicina sicosomática, en busca de una medicina más humana. Mucha gente ha advertido la actual deshumanización, y no es que el uso de la técnica sea malo, pero hay que comprender que no todo es técnica. Baste con pensar por qué un medicamento en una persona hace bien y en otra no tanto; hay que considerar la vida, el conflicto de la persona, la reacción de cada uno frente a la enfermedad. La medicina tiene que verse de acuerdo a si es o no eficaz, y si cada día aumentan más las patologías crónicas, hipertensión, diabetes… esto no es insuficiencia de la ciencia. Lo que pasa en que la ciencia dos más dos es cuatro, pero en medicina puede ser tres o dos, porque lo biológico se comporta distinto, la persona también”.

En ese sentido, añade que “en siquiatría se han tecnificado muchas enfermedades: la depresión, el trastorno bipolar, al final aparecen como depresivas personas que no lo son. Hay una sobrepatologización, porque estar triste o en duelo no es una depresión. Hoy la siquiatría hace diagnósticos de enfermedades y no de personalidades, tanto así que se recurre a la enfermedad para liberar de causas penales o criminales. Por ejemplo, para prevenir problemas como el suicidio en jóvenes con intolerancia grave a la frustración –que podrían caer en esta situación al romper una relación sentimental, por ejemplo-, el manejo de personalidad puede ser más útil que darle medicamentos contra la depresión”.

Y es que “lo que el médico tiene que saber es que detrás de cada prescripción de medicamentos va él. El profesor Rodolfo Armas Cuz, cuando nos hacía clases decía que él podía recetar aspirina, nosotros no. Porque él iba en la aspirina; a otro médico ese paciente no le iba a dar el mismo crédito. El medicamento va a funcionar al modo y medida en cómo se da el médico”.  

Eso requiere que los médicos sepan darse en la medida correcta; ¿es un conocimiento que viene de la formación o del criterio?

Hay que enseñarlo desde los primeros años. La enfermedad es importante, pero veamos en quién se está dando. Ese es el asunto. Acá formamos desde segundo a sexto año.