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Alejandro Garrido: el anónimo trabajo de un iluminador de sueños

Alejandro Garrido: el anónimo trabajo de un iluminador de sueños
Alejandro Garrido fue invitado para hacerse cargo de los aspectos técnicos de los montajes que se presentan en  Festival de Teatro Cielos del Infinito.
Alejandro Garrido fue invitado para hacerse cargo de los aspectos técnicos de los montajes que se presentan en Festival de Teatro Cielos del Infinito.
"Un día me dijeron que para el Festival iban a necesitar a un técnico... que ya lo tenían y que era yo", comenta Alejandro.
"Un día me dijeron que para el Festival iban a necesitar a un técnico... que ya lo tenían y que era yo", comenta Alejandro.

El martes 15 de enero, un vuelo proveniente de Santiago hacía su aproximación final en el aeropuerto Carlos Ibáñez del Campo de Punta Arenas, no sin antes realizar el tradicional giro sobre el estrecho de Magallanes. Desde una de las ventanillas de aquel avión, Alejandro Garrido creía ver cómo el ala de la aeronave tocaba el mar, por lo que se aferró a su asiento y olvidó todas las técnicas que le habían enseñado para enfrentar el primer vuelo de su vida, técnicas que no sólo incluían masticar chicle, sino que también morder una piedra, según cuenta riendo y manteniendo en reserva las otras cosas que le enseñaron.

Durante toda la entrevista, los ojos de Alejandro Garrido parecían no querer soltar las lágrimas que tímidamente se asomaban a través de su mirada. Lágrimas que sólo reflejan la emoción y agradecimiento que este hombre, oriundo de Talca, tiene por los organizadores del Festival de Teatro Cielos del Infinito de Punta Arenas, quienes, como una forma de reconocer sus veinte años como técnico al interior del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, lo invitaron hasta el extremo sur de Chile para que con su trabajo le brinde apoyo, en el Teatro Municipal José Bohr, a las cinco compañías que le dan vida al encuentro.

Fue a inicios de diciembre de 2007 cuando Antonio Altamirano y Juan Pablo Corvalán, estudiantes de cuarto año de Actuación Teatral, se acercaron a Garrido para comentarles que el Festival de Teatro que estaban organizado en Punta Arenas y que había sido favorecido por un Fondo Nacional de Desarrollo de la Cultura y las Artes, Fondart, tenía un responsable técnico y que aquella persona era él.

"Un día me dijeron que para el Festival iban a necesitar a un técnico y yo les dije que encantado les ofrecía el nombre de uno, ante lo cual me respondieron que no, que ya lo tenían y que era yo. Yo les pregunté que cómo y les dije que no iba a poder porque era muy difícil que me dieran permiso, pero ellos me dijeron que me necesitaban. Hablaron con las autoridades y se movieron para que me autorizaran a viajar, por lo que ahora estoy pasando una gran alegría al estar acá en Punta Arenas", explica muy emocionado Alejandro, quien agrega que "el hecho de que me invitaran hasta acá, significa que valoran mi trabajo, por lo que es una gran felicidad".

Hasta ese momento, el viaje más largo que había hecho Alejandro Garrido había sido acompañando el montaje "Manu Militari" en una gira realizada a inicios de los noventa a Temuco y a poco menos de un año de haber asumido la media jornada como tramoya en la Sala Agustín Siré del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile. Pero los viajes de Garrido continuaron, ya que en 1996 acompañó a Alejandro Goic con uno de sus montajes a Rancagua.

"Yo había perdido la esperanza de salir del Departamento de Teatro y empecé a creer que iba a llegar a los 65 años y que nunca iba a salir de la Universidad de Chile, por lo que venir hasta acá es algo muy importante para mí", explica Alejandro, quien afirma que al viajar en avión hasta Punta Arenas, se cumplió su sueño de volar, el que abruptamente terminó cuando creyó que se estrellaba, según comenta riendo.

Los inicios de Garrido en la Universidad de Chile se remontan a 1988, cuando el "Ale", como se le conoce amistosamente, dejó su trabajo como trillador de arroz en Talca para trasladarse por primera vez y de vacaciones, a la capital y así visitar a su hermano, quien en ese entonces era auxiliar en el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile.

A los pocos días de arribar a la capital, aquel hermano le había ofrecido quedarse trabajando junto a él al interior de dicho Departamento, en un hecho que nunca imaginó, "ya que creí que me iba a morir en el arroz", según reconoce Garrido.

Tras pasar cerca de cuatro años trabajando en la Universidad de Chile, se abrió un cupo de media jornada para ser tramoya en la Sala Agustín Siré, por lo que en la mañana Alejandro se desempeñaba como auxiliar de aseo y luego en las tardes estaba en la Sala. Después, la persona encargada de la iluminación se fue, y como en ese entonces Garrido ya sabía un poco de lo que se trataba el trabajo, porque había aprendido mirando a la persona que estaba en el cargo, pasó de tramoya a técnico. Desempeñándose actualmente junto a Manuel Pérez, Diseñador Teatral y Jefe Técnico de la sede Pedro de la Barra de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.

"Me gusta mucho el teatro y siento muchas cosas al poder ser parte de los montajes. Es muy reconfortante poder expresar lo que yo sé, además, siempre voy a estar muy agradecido de las posibilidades que me han dado las autoridades del Departamento de Teatro, como el actual Director, José Pineda y la Coordinadora de Extensión, Verónica Navarro", señala Alejandro, quien espera poder estudiar de noche algún curso técnico.

Pero es el viento, el que a veces llega a los ochenta kilómetros por hora, lo que hace que Alejandro Garrido se pasee mirando hacia el cielo por las calles de Punta Arenas. "Le tengo miedo, principalmente porque he visto que en otros países he visto que han ocurrido muchas desgracias. Aquí en Punta Arenas tengo que caminar mirando los cables de corriente porque me da miedo que se llegue a cortar uno, pero ya me estoy acostumbrando".

Los ojos de Alejandro vuelven a brillar cuando habla de Macarena, su esposa y compañera hace más de diez años y de su hijo Maverick, de ocho, a los que se refiere como "lo máximo que tengo". "Yo quería que mi hijo fuera aviador y que tuviera mejor educación que la que tuve yo, sin embargo Dios nos dio, a mi mujer y a mí, un hijo autista, por lo que ahora no me importa nada más que esté siempre junto a nosotros, por lo que estoy feliz de mi familia".

Consultado sobre sus sentimientos al estar en Punta Arenas, Alejandro Garrido concluye: "Poder trabajar acá es una experiencia muy bonita, especialmente porque he sentido un gran respeto y agradecimiento por mi trabajo. A veces las compañías tienen un problema, y yo con tanto mirar obras ya sé cómo solucionarlo, así que quedo súper bien y muy contento", concluye Alejandro Garrido.