Discurso de Prof. Sonia Montecino en Día Internacional de la Mujer 2013

Discurso de Prof.Sonia Montecino en Día Internacional de la Mujer 2013

El 8 de marzo de 1946, Amanda Labarca advirtió: "Vivamos alertas y vigilantes para que perdure nuestra república y para que la paz nos dé alientos para continuar, hombres y mujeres unidos, modelando la frágil y promisoria arcilla de nuestra democracia" hoy, y siendo este el tercer año en que nos reunimos en la Universidad de Chile para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, podemos interrogar el estado actual de esa "promisora democracia". Este 8 de marzo resulta una ocasión propicia no solo para remembrar un sacrificio femenino, una marca de la violencia contra las mujeres, un signo fundante de la lucha por nuestras reivindicaciones, sino también para formular esa pregunta por la democracia desde una lectura contingente de la posición que ocupan las mujeres en el poder político de la sociedad chilena, con todas las sinuosidades y dobleces característicos de nuestra cultura siempre presta al embozamiento y la mascarada en pos del orden; un orden que tiene al mercado como límite de todo pensamiento y como marco del desarrollo humano.

Esta jornada no es una más para quienes hemos bregado al interior de nuestra universidad porque el discurso crítico y las prácticas de género encuentren un sitio y sean materia del currículo de pre y postgrado, de la investigación  y de la extensión. Dos hechos hacen de esta una celebración emblemática.

En primer lugar, por primera vez, en la historia de una universidad chilena se proyecta la creación de una Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género, anunciada por nuestro rector en el Salón de Honor en noviembre recién pasado  en el Aniversario 170 de nuestra Casa de Estudios, y que este año se materializará con la investigación sobre la situación y condición de hombres y mujeres en los tres estamentos que componen nuestra comunidad, así como en la propuesta de un programa de medidas concretas para mitigar las inequidades tanto en la carrera académica, como en la funcionaria allí donde se detecten discriminaciones y sesgos relacionados a las construcciones sociales de género. Sin duda este es un paso de crucial importancia que sitúa a nuestra universidad nuevamente como vanguardia de las transformaciones culturales necesarias para la democratización de las relaciones sociales en Chile. Es preciso resaltar que la convicción y coherencia de nuestro rector respecto a la búsqueda de la equidad han sido claves para este logro que una modernidad trunca como la nuestra requiere y reclama.

En segundo lugar y, por cierto ligado, a lo anterior, este año 2013 se cumplen 20 años de trabajo ininterrumpido de la Facultad de Ciencias Sociales en los Estudios de Género; 1993 signó el inicio del primer Programa dedicado a estas materias (el cual fundamos con mi colega Loreto Rebolledo) del que nacerá el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género, que abrirá las puertas para que en la Facultad de Filosofía y Humanidades una iniciativa gemelar se instalara liderada por Kemy Oyarzun y Olga Grau. Este devenir cimentó un proceso que inauguró en Chile la sistematización y legitimación de los saberes y conocimientos académicos de los Estudios de Género, renovando las bases epistemológicas de las disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, al incorporar un punto de vista excluido de las aulas, invisibilizado en los programas de estudio,  y ajeno a los discursos oficiales. Ese punto de vista  releído críticamente, redefinido y resignificado a lo largo de estas dos décadas en gran medida por las nuevas generaciones (quiero destacar a mi joven colega Carolina Franch) es el que ha hecho posible que en el corto plazo nuestra Universidad pueda contar con una instancia institucional que abogue por la igualdad de oportunidades de género. No tengo dudas al decir, y aunque suene cliché, que sin ese paso que dimos hace 20 años, esa instancia no tendría soporte y que la solidez de su estratigrafía no exhibiría una historia de argumentos, hechos y proyectos cuyo relato también se entrecruza en el tiempo con el que otras mujeres fueron y han ido construyendo a lo largo del desarrollo de la Universidad de Chile.

Esta universidad ha sido el lugar, nuestro lugar, el que ha reconocido y recogido las huerfanías o huacherías de las mujeres que, superando el manto victimal que teje la cultura en torno a lo femenino, hemos construido un modo y un camino en que lo singular se amalgama a lo universal, proponiendo un nuevo lenguaje para comprender el mundo y las cosas.

Es por esta razón celebratoria que inauguramos nuestras actividades de extensión del año, y el Día Internacional de la Mujer, con este panel que reúne a mujeres que se han instalado en las aguas y corrientes del poder político en sus diversas expresiones. Cada una de ellas, en la singularidad de su aparición pública, sugiere esa pregunta por la democracia y por la posibilidad de una mirada alternativa, en tanto mujeres, pero al mismo tiempo en tanto identidad plural de clase, de etnia y de generación. Pensamos que esa pluralidad debe aportar nuevas capas a esa arcilla resquebrajada por la univocidad con que opera nuestra democracia, ese punto de vista "otro" al que aludíamos antes, y también constituir un modelo múltiple, una representación simbólica de lo femenino -en tanto categoría cambiante- en la política. A contracorriente siempre porque el lugar de lo femenino no ha estado asociado precisamente a los negocios de la plaza pública.

Ese nadar contra las mareas, que es experiencia de aquellas que reflexionan desde y con conciencia de género pone de manifiesto la incomodidad del no lugar, pero al mismo tiempo aporta nuevos visages al modo de ejercer el poder y el dominio de la razón pública. Atrapadas en los modelos masculinos (sibilinos, rígidos, jerárquicos, autoritarios y férreos en sus pactos intragénero) las mujeres en el mundo público no son garantía de ningún cambio; cuestionando permanentemente los artilugios del poder, sin embargo, concientes de la necesidad de superar todas las discriminaciones, las exclusiones, las mujeres en el poder pueden desasimilar los gestos con que se reproduce el estatu quo y convertirse en agencia y renovación, voz crítica y tal vez utópica a la "razón cínica" (como la entiende Sloterdickj) que levanta la postmodernidad y su contexto neoliberal.

Cada una de nuestras invitadas, a las cuales agradezco profundamente su participación en este acto, Carolina Tohá, Josefa Errázuriz, Bárbara Figueroa, Ana Llao, Paula Mendoza y Mónica Gonzáles, cada una de ellas porta una historia de luchas cotidianas y heroicas en la que se ha debatido su condición de género y el sentido de su comparencia en lo público. Todas, han bregado por el cambio, la justicia y la igualdad social desde los espacios partidarios, alcaldicios, gremiales, organizacionales y comunicacionales. La arcilla con que ellas modelan la democracia es la que hoy palparemos, así como las aguas contrarias y propicias en las que sus proyectos se engarzan, entreveran y trabajan para desanudar las maniobras siempre acechantes de la violencia simbólica (la exclusión, el no reconocimiento,  la discriminación) y  la física (que cada 8 de marzo recuerda) y convertirlas en políticas de imaginación transformadora y estrategias de urdimbre solidaria con y para los otros. La metáfora del tirarse a la piscina teje en el lenguaje coloquial ese arrojo necesario para cualquier impulso de cambio, escuchemos entonces a nuestras invitadas en su temple, resistencia y navegación en las a veces turbulentas aguas de la política.