Ciencia y docencia

Desde entonces la corporación fue adquiriendo la función docente, en gran medida gracias a los esfuerzos de su Rector y del sabio polaco Ignacio Domeyko, padre de la mineralogía en Chile y delegado universitario de la sección de estudios superiores del Instituto Nacional. Desde la silla rectoral, tiempo más tarde, Domeyko encabezaría uno de los períodos más fecundos de la Universidad.

Con no pocas dificultades iniciales, las facultades comenzaron así, muy temprano, su labor en la docencia. En 1849 se creó además la Academia de Pintura, a cargo de Alejandro Ciccarelli, con lo que se inicia el estudio de las Bellas Artes. Pero eso no es todo.Ya su ley orgánica, según decía el propio Bello, le había encargado a la Universidad junto con la superintendencia de la educación, "no sólo la enseñanza, sino el cultivo de la literatura y de las ciencias; ha querido que fuese a un tiempo Universidad y Academia; que contribuyese por su parte al aumento y desarrollo de los conocimientos científicos; que no fuese un instrumento pasivo, destinado únicamente a la transmisión de los conocimientos adquiridos en naciones más adelantadas”. [ 12]

Aunque parte de la labor científica que cimentó el prestigio de la institución se debió a los estudios que realizaron en ella, por propia iniciativa, sabios extranjeros como el propio Domeyko o Rodulfo Amando Philippi, o bien chilenos, como Francisco Solano Astaburuaga, cuyo "Diccionario geográfico de Chile" apareció en Nueva York en 1867, también hubo frutos en este campo atribuibles al quehacer de la corporación. Por ejemplo, desde 1844 se celebró anualmente, en los días de fiestas patrias, la sesión pública que ordenaba la ley de 1842, destinada a la lectura de una memoria sobre algún tema de la historia chilena, que ese año fue inaugurado con una exposición de José Victorino Lastarria acerca de la Conquista. El conjunto de trabajos que se publicaron hasta 1925, fue un valioso aporte a la historiografía nacional. Cabe destacar también las obras de Bello, como "Introducción al Derecho de Gentes" (o Internacional) y su "Código Civil". A éstas se deben sumar "Instituciones de derecho canónico americano", de Justo Donoso, y el "Tratado teórico-práctico de economía política", publicado por Gustavo Courcelle Seneuil en 1858, por nombrar algunas de las obras que tuvieron mayor divulgación en Latinoamérica y que se generaron en la Facultad.

Entre 1863 y 1865 se construyó en la Alameda el edificio que hoy alberga la casa central. El arquitecto fue Lucien Ambroise Henault, y el constructor, Fermín Vivaceta. Andrés Bello, quien murió en octubre de 1865, no alacanzó a ver su traslado, que se realizó el año siguiente bajo su sucesor, Manuel Antonio Tocornal.

El núcleo dirigente

En 1879, una nueva ley de instrucción secundaria y superior reafirmó el carácter docente de la Universidad y consagró la libertad de cátedra. Ésta puso su mayor énfasis en la formación profesional de los estudiantes, lo que dio como resultado, a tono con los aires del positivismo de la época, una universidad “profesionalista”.

En el marco de este modelo nació en 1889, y dependiente de la Facultad de Filosofia, el Instituto Pedagógico, que pronto adquirió gran renombre en toda Latinoamérica y se transformó en pionero en la formación de docentes en todo el continente. Las Facultades de Derecho, de Ciencias Físicas y Matemáticas y la de Medicina experimentan grandes adelantos. En 1895, apenas tres meses después de que Roentgen descubriera los rayos X en Alemania, los profesores de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Luis Zegers y Arturo Salazar, obtuvieron la segunda radiografía hecha en el continente americano y la séptima del mundo. Tres años después, se inauguró el Instituto de Radiología. En geografía destaca Luis Risopatrón, a quien se deben la Carta General de Chile (un mapa en relieve del país) y el Diccionario Geográfico de Chile. En historiografia, sobresalen Diego Barros Arana y José Toribio Medina, y en economía los trabajos de los discípulos de Courcelle Seneuil, como también, los significativos aportes de los profesores Miguel Cruchaga Montt y Zorobabel Rodríguez. La Universidad de Chile ya es por entonces un centro de permanente ebullición, tanto en el campo de la enseñanza como en el de la investigación, donde humanistas y científicos podían dar libre cauce a todo lo que el saber de la época ponía en sus manos.

Durante los años 20, en camino a cumplir un siglo de existencia, no es sorprendente constatar la cantidad de per­sonas ilustres formadas en la Universidad de Chile. Práctica­mente toda la clase dirigente, en los ámbitos de la política, la economía y la magistratura ha pasado por sus aulas.

 

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[12] Jaksic, Iván Ibíd.

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