Discurso entrega de Medalla Amanda Labarca a Faride Zerán

"Para estas magníficas y dilatadas responsabilidades hay que educar a la mujer, de modo que desarrolle sus completas capacidades. Solo así, me parece, podrá cumplir la tarea señalada por aquellas que antes de nosotras abrieron los caminos de su redención. Aspiramos a levantarnos de nuestra obscura subyugación para colocarlos al lado del hombre, como su igual. Al exigir ese derecho, hemos aceptado también las responsabilidades que implica" (Amanda Labarca, en Preludio de un Foro, 1946, Feminismo Contemporáneo).


De cara a este inicio del siglo XXI, las mujeres -qué duda cabe- se han levantado de esa subyugación obscura de la que habla Amanda Labarca, y comprometidas con esa larga tradición de luchas femeninas por sus derechos, siembran en los diversos caminos que sus biografías les abren, los frutos de su trabajo. ¿Qué otra cosa significa la Medalla Amanda Labarca, sino el reconocimiento a la labor femenina dentro de la academia? Una amplia genealogía de académicas ha ido construyendo, paso a paso y de acuerdo a las pulsaciones políticas y culturales de las épocas que les ha tocado vivir, un sólido edificio donde sus siluetas han servido de modelo a las distintas generaciones, que en oleadas incesantes han poblado nuestras aulas. Sin modelos, las identidades femeninas y masculinas solo serían espejos sin visajes, y desde ese supuesto la poderosa imagen de Amanda Labarca esculpe sus reflejos desde el siglo XX a este que nos desafía en la búsqueda de la igualdad y la diversidad. El feminismo del siglo pasado tuvo uno de sus soportes en la Universidad de Chile, con las propuestas, precisamente de Amanda Labarca, con su escritura, pero sobre todo con su acción incesante en pro de la emancipación de las mujeres y, del mismo modo, en el norte de la educación, no solo como posibilidad civilizatoria sino como herramienta para los cambios, para transformar las estructuras que reproducen las desigualdades sociales. Las ideas de Amanda Labarca, siguen resonando hoy ya sea con su planteamiento del feminismo de las equivalencias o con sus múltiples formas de construir una pedagogía donde la ética sea el pivote de la noción de magisterio.


Celebramos hoy día que la Medalla Amanda Labarca sea recibida por la profesora Faride Zerán, Premio Nacional de Periodismo 2007, pues ella representa ese sendero transitado por las mujeres en nuestra Universidad, y la lucha por la libertad que la propia Labarca, como intelectual y como académica propició no solo en nuestra institución sino fuera de ella. Nuestra galardonada se distingue, justamente, por su tenaz defensa de la libertad de expresión y por su compromiso con la cultura. Desde esas trincheras -y ocupo esa metáfora guerrera homologa a su libro "La Guerrilla Literaria"- Faride Zerán instaló una vanguardia periodística con Pluma y Pincel, y con Rocinante, entrañables espacios culturales que ella ayudó a formar y a través de los cuales fue posible desarrollar en Chile una crítica cultural. Del mismo modo, la fuerza de su pasión por el periodismo hizo que, junto a Loreto Rebolledo, el Instituto de la Comunicación e Imagen pudiera levantarse en el 2003 en nuestra Universidad, una restauración que en manos femeninas fue remendando, expurgando y limpiando la acción negativa de la intervención militar sobre la antigua escuela de periodismo. Son sus esfuerzos los que hoy vemos plasmados en la renovada estructura y sentidos del Instituto.


Las marcas que dejan las académicas en la Universidad de Chile deberían ser objeto de atención en el devenir institucional, no solo cuando otorgamos los merecidos reconocimientos a sus obras, sino cuando atisbamos el sello que estas adquieren. En la mayoría de los casos se trata de acciones pioneras, de descubrimientos inéditos, de rupturas y subversiones a lo establecido y con ello del derribamiento de fronteras en los distintos ámbitos del quehacer institucional. Ya sea en tanto académicas o feministas -como es el caso de Amanda Labarca-, enarbolando o no los ideales de la igualdad de género, las contribuciones de las docentes de la Universidad de Chile al desarrollo de nuestra Casa y del país se distinguen por ese carácter vanguardista y por su entrega generosa a las ciencias, las artes y las humanidades. Y cuando digo que sus acciones deben ser difundidas y situadas en nuestra historia como universidad, es porque muchas veces sus contribuciones quedan invisibilizadas por las tendencias androcéntricas de la cultura que portamos, orientaciones que tenemos que corregir para que nuestra institución marche al ritmo de los tiempos. Sin duda Amanda Labarca habría recibido con alegría el que hoy contemos con una Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género en la Universidad de Chile.


El 8 de marzo de 1946, en este mismo Salón de Honor y en la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Amanda sostuvo: "...para que los que detentan el poder lo hagan sirviendo a la justicia, a la equidad, a las leyes; para que las prácticas cívicas no sean minadas interiormente por la deslealtad, la corrupción, la venalidad y la injusticia. Vivamos alertas y vigilantes para que perdure nuestra república y para que la paz nos dé alientos para continuar, hombres y mujeres unidas, modelando la frágil y promisoria arcilla de la democracia" (Nuestro Deber, en Feminismo Contemporáneo). Eran tiempos en que la paz y la democracia invitaban a una nueva era luego de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo mucho de su denuncia hoy día sigue vigente y el llamado de alerta sobre la equidad y la injusticia llama a la reflexión desde las perspectivas de las brechas que hoy se muestran en múltiples esferas de nuestra vida pública y privada.


Por ello, pensamos que Amanda Labarca, la luchadora incansable de la equiparidad entre hombres y mujeres, habría visto con mucho gozo los logros de género que los diversos movimientos de académicas han ido cimentando en nuestra universidad (muchos de ellos han sido acogidos por la rectoría que encabezo con la convicción que nos conducirán a una vida más plena y más universitaria en el sentido de universalidad y transversalidad). Muchas de esas académicas, que hoy son representadas por Faride, y que serán también en el futuro merecedoras de llevar su medalla, han dedicado su vida a dignificar la condición femenina en las aulas, laboratorios y talleres, y desde esos espacios han llenado de energía el corazón azul de nuestra institución. Más de un siglo ha transcurrido desde que Amanda Labarca se graduara del viejo Instituto Pedagógico y de que las mujeres ingresaran a nuestras carreras; la Universidad de Chile, como la más antigua Casa de Estudios del país, ha sido testigo de las transformaciones epocales y de la creciente incorporación femenina a todas sus áreas y quehaceres. Sin embargo, todavía tenemos que ensanchar las puertas para que el ideal que propusiera Amanda, a mediados del siglo pasado, se haga completa realidad.


Uno de los desafíos que tenemos por delante es brindar al país nuevos horizontes ligados con la educación, un bien que hoy se ve tensionado por las concepciones mercantilistas y que es objeto de debate y de luchas por la interpretación de sus sentidos. La Universidad de Chile tendrá que encarar la formación de profesores y profesoras con un sentido de amplia equidad, pero con un acento en las desigualdades de género, étnicas y de clase, en tanto diferencias que hoy reclaman un espacio en la diversidad social. Por ello no puedo si no evocar las palabras de Amanda Labarca, sus concepciones y filosofía educacional: "Los sistemas pedagógicos están aún atados a lo intelectual; los maestros enseñan erudición; el mundo inculca la reverencia por los valores materiales. Coloca al dinero y al poder como meta y desdeña a quienes no lo acatan....¿Entonces qué?: Una nueva valorización ético social; una educación que nos habitué a fraternizar más de verdad; aliviar mejor la miseria, la injusticia y el dolor; una educación que coloque al intelecto como medio y a la ética social como fin, que lejos de exaltar la soberbia egoísta nos induzca a considerarnos parte responsable de un conglomerado en que todos tienen derecho a recibir en justicia, a vivir en dignidad, a crecer en esperanzas" (Amanda Labarca en ¿Cuál progreso?, 1946).


La medalla Amanda Labarca que hoy ha recaído en la profesora Faride Zerán está de un modo u otro signada por el contexto histórico de un reclamo por esa "valorización ético-social" y por esa necesidad de "crecer en esperanzas". La propia galardonada se ha empeñado en el logro de una cultura donde prime la justicia y no el amor al dinero y al poder, es por ello que nos llena de satisfacción que este reconocimiento de la Universidad de Chile sea obtenido por ella en homenaje a su camino de luchas por la dignidad social.

 

Muchas gracias.

 

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