Discurso del Rector de la Universidad de Chile en homenaje a Edgardo Boeninger Kausel

Honrar la memoria de Edgardo Boeninger Kausel es un acto más que necesario, indispensable. Honramos aquí no solo al economista de excelencia, sino al académico, al político, al pensador, al articulador, pero sobre todo al hombre íntegro.

Hay muy pocas dimensiones de nuestra vida pública moderna que no muestren su huella indeleble. Su espíritu está detrás de nuestro actual ordenamiento constitucional; inspiró la modernización de nuestro Estado, fue artífice de las bases políticas e institucionales de la transición política en la búsqueda de una mejor democracia, propiciador de innumerables políticas públicas que posibilitaron un desarrollo del país, socialmente más justo y más sustentable.

Pero sin duda que aquello por lo que estará para siempre en nuestra memoria es haber sido el hombre sabio pero sencillo y accesible; lleno de alegría de vivir, tolerante, que nos legó en su ejemplo de vida cotidiana los valores democráticos y la vocación del servicio público cabal.

Edgardo, con su sencillez proverbial guiada por una inteligencia portentosa, sintetizó al hombre de Estado por excelencia. Pero no aquél intelectual frío, distante y hermético en sus cavilaciones superiores sino el hombre cálido, cercano y accesible que entendió la naturaleza humana, sus derechos esenciales y sus intereses más profundos, como nadie.

Quizás si aquí resida el valor más entrañable de este hombre excepcional. Dignificó la política como nadie. Hizo del servicio público una vocación desinteresada y digna. Entendió que las teorías de la política se validaban en la realidad de los actos humanos, aún aquellos más modestos y cotidianos. Sus virtudes son y han sido por todos reconocidas, paradojalmente porque representan valores que más brillan, cuanto más escasean. Edgardo amaba y vivía intensamente la libertad y la de los otros, pero abominó el pragmatismo sin valores, como el oportunismo fácil, el doble estándar, el halago insincero y la intransigencia ideológica.

Edgardo entendió muy bien el signo de los tiempos. En tiempos turbulentos de nuestra vida institucional, supo conducir los destinos de la Universidad de Chile hasta ganarse el respeto y la admiración de toda la comunidad universitaria.

Edgardo compromete la gratitud de esta Universidad señera que lo recordará por su defensa inclaudicable de la libertad académica, de la democracia al interior de nuestra comunidad universitaria y de la dignidad de la universidad pública ante el Estado, independientemente del gobierno en funciones.

Así, encarnó, en vida, los valores de esta Casa de Estudios. Permítanme recorrer algunos rasgos que este distinguido egresado de nuestra Casa de Estudios le legó a Chile para, con ello, relevar mejor su contribución al desarrollo democrático y muy especialmente a las libertades públicas en el Chile moderno

La (igual) libertad como cimiento de la democracia moderna

Creo que la originalidad y profundidad de su contribución reside tanto en su ejemplar vida pública, como en la filosofía que iluminó magistralmente su brillante oficio político. En efecto, su compromiso con la libertad como derecho esencial y la democracia como sistema de convivencia, y su capacidad de dar una proyección y concreción política efectiva a ambas ideas matrices, son pilares centrales en su cosmovisión pública.

La libertad es el valor crucial en la constitución de su carácter y en la constelación de intereses ideales que orientan el desarrollo de su vida. Probablemente ello explica su independencia y autonomía de pensamiento, su permanente crítica de sí mismo, y su notable tolerancia respecto del comportamiento de los otros.

La libertad es la estrella polar que orienta su acción política, y lo que da sentido a su compromiso con la democracia.

Leo en el libro de Margarita Serrano: "Lo mío era mucho más simple: sentí la necesidad del ejercicio de la libertad, lo que es consustancial a la democracia".

El derecho del "otro" (prójimo) a tener y defender su verdad

Edgardo Boeninger no carecía de "utopía", como algunos inadvertidos intelectuales creyeron ver en su riguroso pragmatismo. Para él, la libertad tiene también una concreción conceptual-ideal colectiva o social, así como también existencial.

Esta visión se encuentra en el libro de Margarita Serrano: "Yo quería una equivalencia entre los seres humanos, lo que significa que todos los seres humanos tienen derecho a la misma libertad. De ahí derivé al concepto de igual libertad". Es una notable fórmula que recoge de Rawls, que asocia la igualdad o equidad, a la libertad.

Así, la democracia de Edgardo Boeningerno excluía a priori el liberalismo sino que buscaba recoger atributos de él -por ejemplo derechos inalienables (como los DDHH)- para verterlos en las corrientes del pensamiento humanista y democrático que inspiró la acción pública de quienes con él, asumieron la reconstrucción de las libertades públicas, de la democracia y la recuperación de los derechos humanos en Chile hace 20 años.

La Realpolitik ¿Hay una ética detrás de la eficacia política?

Edgardo Boeninger asociaba a la vez su manera de concebir el mundo deseable -sus intereses ideales y convicciones-con una mentalidad que aspiraba a la efectividad de sus ideales en el "aquí y ahora" de Chile. Para él, ello implicaba reconocer que la acción política se desarrolla bajo un conjunto de posibilidades, pero también de restricciones. Por consiguiente, para ser eficaz hay que identificar las posibilidades-no todo es posible-, como asimismo las restricciones. Muchos -atrincherados en ideologías cuando no en voluntarismos - insistirán denominar aquello como pragmatismo. Boeninger prefería calificarla de "realista", entendiendo que ello no implica ausencia de ideales. Por el contrario: su accionar político jamás dejó de tener como norte aquellos ideales de libertad e igualdad. Él sabía como nadie que el pragmatismo vacío es puro oportunismo, que es algo que estuvo siempre muy lejos de su estilo y convicciones.

Así, para Edgardo Boeninger la efectividad en poner en obra los ideales supone ser realista, pero a la vez supone voluntad y oficio político. La voluntad implica tenacidad, del mismo modo que el oficio político implica inteligencia táctica, características que Edgardo supo conciliar magistralmente.

Él jamás olvidó la necesidad de la gran estrategia, eso es, qué queremos en los plazos más largos, pero a condición no descuidar la dimensión táctica de las cosas, porque allí están los intereses y motivaciones cotidianas de las personas.Tampoco desconoció que en la vida política existe algo como el azar, pero reconociendo que frente a él los resultados son muy distintos si se obra con inteligencia y no de manera reactiva.

El conflicto en democracia o la democracia de los acuerdos

En política y en la especulación política hay "amantes del conflicto". Edgardo Boeninger creía y vivía la paz, y no porque abominara del conflicto. Como buen realista, sabía que la sociedad está necesariamente atravesada por tensiones y que la política es conflicto. Pero para él, el conflicto era simplemente un insumo, una materia prima, que hay que saber moldear.

El arte de moldear y encauzar el conflicto, que consiste simplemente en ser capaz de transmutar el conflicto en arena de negociación provista de legitimidad, y en aplicar la habilidad de negociar bien al desarrollo socialmente funcional del conflicto, es mucho más necesario en un escenario de transición, y con posterioridad a ella, en un escenario de desarrollo nacional de un país como Chile. Para él, el éxito en las consolidaciones de la democracia y en el desarrollo se explica porque hay presentes, en esas trayectorias históricas, actores que comprenden así la presencia de conflictos, y los enfrentan con habilidad en el arte de negociar.

El sentido de la finitud (institucionalización) de la acción política

La institucionalización de la vida política y económica y la consolidación de sus instituciones es otra condición necesaria para el éxito de la democracia y del desarrollo. Esta es otra de las premisas cruciales en su visión. Si bien esto es ya archisabido, vale la pena relevarlo como una contribución suya indeleble.

El hombre público moderno

Edgardo Boeninger era cosmopolita, y en este sentido es claramente un "hijo de la globalización", un pro-globalización neto. Ello se expresa, entre otras cosas es la igual pasión con que analizó situaciones de transición muy distantes de la chilena, como asimismo por la seducción que ejercieron en él culturas "exóticas", y su rechazo a sociedades rígidas o significativamente disciplinarias.

Este cosmopolitismo explica también su capacidad de empatizar con espíritus sumamente diversos y está en la base de su "transversalismo" en política. Pero, una vez más, ese transversalismo no descansó nunca en un vacío de valores propios.

Quizás todos estos atributos fueron prematuros en una sociedad aún convaleciente de las heridas que dejó un prolongado gobierno de fuerza y la ausencia de libertades públicas. Es probable que su cosmovisión haya estado más en el siglo XXI que en el siglo XX que él vivió. Ello le costó las incomprensiones propias que experimentan quienes tienen la virtud de saber iluminar los caminos ignotos por los que tarde o temprano debemos transitar. Pero ello no disminuyó la fuerza de sus convicciones ni la lucidez de su visión del futuro de Chile.

Hoy somos testigo de cuánta razón tenía para sostener con perseverancia sus valores humanistas que permitieron reconstruir la convivencia diversa y plural de esta gran familia que formamos los habitantes de esta tierra que tanto amó.

La Universidad de Chile se siente orgullosa de honrar aquí la memoria de Edgardo BoeningerKausel, inspirador de valores públicos, ejemplar servidor y excepcional egresado de esta Casa de Estudios. Me complace como Rector el que esta Universidad sea la institución chilena de Educación Superior que más razones siga teniendo para honrar a figuras de inspiración republicana, de reconocidos méritos académicos al servicio del desarrollo del país y de ejemplar vocación por el servicio público. Es mi deseo íntimo que su nombre, que perpetuará su memoria en estas aulas, sirva de inspiración a centenares de futuros académicos, profesionales e intelectuales, que egresen de esta Casa de Estudios, a seguir su camino de hombre de bien, servidor público y ciudadano ejemplar.

 

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