Educación en Chile. Lo público y lo privado

Educación en Chile. Lo público y lo privado, por Carlos Ruiz
Portada del libro: 'Grafías filosóficas. Problemas actuales de la filosofía y su enseñanza'
Portada del libro: 'Grafías filosóficas. Problemas actuales de la filosofía y su enseñanza'

Hace pocos días se publicó el libro “Grafías Filosóficas. Problemas actuales de la filosofía y su enseñanza”, editado por las Profesoras Olga Grau y Patricia Bonzi. Con cerca de 600 páginas, recoge diferentes ponencias del Seminario Internacional de Filosofía y Educación realizado en enero del 2007 en el que participaron filósofos argentinos, brasileños, chilenos, franceses y uruguayos que se interrogaron sobre las relaciones problemáticas de la filosofía con las instituciones educacionales y el estado.

Por su pertinencia para el debate actual sobre la Ley General de Educación, el profesor Carlos Ruiz, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades, sintetiza su ponencia: “Lo público y lo privado en la educación chilena”, invitándonos a reflexionar y hacernos parte de este tema.

Después de subrayar el alto grado de privatización de la educación chilena (47% de la educación básica y secundaria, aunque el estado financia 37 puntos de ese 47) y 70% del financiamiento de la educación superior, (que proviene del pago de las familias), el autor identifica las bases intelectuales de esta estructura global del sistema educacional chileno en la obra de Milton Friedman y la Escuela de Chicago y su expresión institucional en la municipalización de la educación, la autorización de las subvenciones a la demanda en la educación básica y media, la Ley de Universidades de 1981 y finalmente la LOCE, de fines de la dictadura militar, que inmuniza a este sistema prácticamente frente a todo cambio, otorgándole nivel constitucional.

El artículo resume, a continuación, algunas de las evaluaciones disponibles de este modelo, en especial sobre la educación subvencionada.

La conclusión de estos estudios, después de 20 años de aplicación del modelo de libertad de elección en educación, es que, como lo muestran diferentes mediciones especializadas, ésta estructuración global del sistema no ha contribuído en nada a mejorar la calidad de la educación chilena, cuyos resultados permanecen establemente bajos, que sus únicos buenos resultados se deben a que capta buenos estudiantes de la educación municipalizada, que no ha contribuído tampoco a formar, y que las motivaciones empíricas de los padres al elegir colegios subvencionados tienen más que ver con lo que Veblen llamaba consumo ostentoso que con la calidad de la educación.

No parece haber, pues, buenos argumentos para que el estado mantenga el financiamiento de los establecimientos subvencionados, que tienden a deprimir la educación pública, sobre todo si se la compara, por ejemplo, con los excelentes resultados de sistemas estatales como el cubano, que supera a todo el resto de América Latina en los aprendizajes de 3º y 6 básico, según una reciente medición internacional. Y si se mantiene, por cierto, abierta la posibilidad de que asociaciones sin fines de lucro, congregaciones religiosas etc. funden y mantengan sus propios colegios como ha sido tradicional en Chile desde el siglo XIX.

En su parte final, el artículo esboza una caracterización, basada en una propuesta del filósofo estadounidense Michael Walzer, de la escuela como una institución que media entre la esfera privada y las familias y la esfera pública y el estado. La idea de Walzer es que esta tensión debe mantenerse, pero no se la mantiene con el sistema de las subvenciones a la demanda. Esto porque, según Walter, para la mayoría de los niños, “la elección de los padres significa menos diversidad, menos tensión, menos oportunidad para cambios personales que lo que encontrarían en escuelas a las que fueran políticamente asignados. Las escuelas serían más como sus casas. La etnicidad y la raza serían seguramente, como lo son hoy (en EEUU) dos de los principios en torno a los cuales se organizarían las escuelas privadas”( M. Walzer, Esferas de la Justicia, p.229). Esto puede aplicarse al caso chileno, donde, si, el criterio fundamental es la clase social y no la raza.

La comunidad política tiene también, sostiene Walzer, un interés en la formación de los niños. Pero ese interés debe ser objeto del debate público y de alguna manera anticiparse por lo menos en el patrón de asociación de la educación básica. “Las escuelas privadas, según Walter, no hacen eso ”La provisión común de bienes educacionales…tiene que asumir una forma más pública, si no, no contribuirá a la formación de ciudadanos”.(Ibid., p. 219). Walzer no cree que esto signifique un ataque a la opción de los padres. Puede haber colegios públicos con orientaciones filosóficas muy diferentes. Y por otra parte, piensa que la función del sistema privado es proveer diversidad, en los márgenes del sistema público. En principio, sostiene, “los bienes educacionales no debieran ser aptos para la venta, pero la venta es tolerable si no lleva consigo (como por ejemplo en Inglaterra) enormes ventajas sociales. Aquí, como en otras áreas de provisión común, mientras más fuerte es el sistema público, menos inquietos podemos estar por el uso del dinero fuera de sus límites” (p. 219).

Me parece que los argumentos de Walzer constituyen hoy una buena defensa de la educación pública, y de una educación pública predominantemente basada en la acción del estado democrático, que pueda rescatar además el componente de relaciones igualitarias que parece indispensable para los ciudadanos de una República democrática.

 

Por Carlos Ruiz

 

 

En: Grafías filosóficas. Problemas actuales de la filosofía y su enseñanza, editado por las Profesoras Olga Grau y Patricia Bonzi. Libro que recoge diferentes ponencias del Seminario Internacional de Filosofía y Educación realizado en enero del 2007.