La presencia del Espíritu
Santo
se percibe con toda nitidez
en la mirada de un niño
inocente
en un capullo que está
por abrir
en un pájaro que se balancea
sobre una rama
dificulto que alguien
pueda poner en duda
la presencia del Espíritu
Santo
en un pan recién sacado
del horno
en un vaso de agua cristalina
en una ola que se estrella
contra una roca
¡ciego de nacimiento
tendría que ser!
hasta un ateo tiembla
de emoción
ante una sementera que
se inclina
bajo el peso de las espigas
maduras
ante un bello caballo
de carrera
ante un volkswagen último
modelo
lo difícil es saber detectarlo
donde parecería que no
está
en los lugares menos
prestigiosos
en las actividades inferiores
en los momentos más desesperados
ahí falla el común de
los mortales
quién podría decir que
lo percibe
en los achaques de la
ancianidad
en los afeites de las
prostitutas
en las pupilas de los
moribundos?
y sin embargo también
está ahí
pues lo permea todo como
el sodio
¡que lo digan los Padres
de la Iglesia!
Arrodillémonos una vez
más
en homenaje al Espíritu
Santo
sin cuyo visto bueno
nada nace ni crece
como tampoco muere en
este mundo.
De Nuevos
sermones y prédicas del Cristo de Elqui (Valparaíso, Ganymedes, 1979)
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