VISIÓN DE LA FRONTERA.

 

El viajero que va hacia el sur, una vez traspasado el Biobío, entra en la frontera, zona situada entre el citado río y el Toltén bastión de las "águilas grises" como llamaba Gabriela Mistral a los araucanos por su gesta de tres siglos. Y otro de nuestros grandes poetas, oriundo de la región, Pablo Neruda, la llama de "pueblos de campanas recién compradas". Pues tal vez no todos sepan que la región que hoy día cuenta con mas de 700.000 habitantes y una metrópoli como Temuco, de más de 100.000 habitantes, era hasta muy avanzado el siglo pasado, casi una "tierra incógnita", donde entraban sólo algunos viajeros curiosos y los comerciantes que tenían tratos con los mapuches. Precisamente el primer ferrocarril llegaba desde San Rosendo a Angol sólo en 1876, siendo el contratista Juan Slater (como dato curioso recordaremos que junto a los peones chilenos trabajaron en las faenas 400 araucanos). El ferrocarril era arteria vital para el desarrollo económico, ya que las vías fluviales y marítimas se habían hecho insuficientes. Símbolo orgulloso de esa época de pioneros es el puente del Malleco que permitió el paso del ferrocarril al sur. Se alza a 100 metros de altura, y se dice que sus planos, realizados por el ingeniero chileno Víctor Aurelio Lastarria fueron base para el proyecto de Eiffel al construir su famosa torre. El puente se terminó después de cuatro años y medio de trabajo. Los obreros calificados ganaban $3 diarios (el promedio en el país era de $0,80). Fue inaugurado por el Presidente Balmaceda el 26 de octubre de 1890, el que llegó al frente de una comitiva de quinientas personas, a caballo, y con la franja tricolor al pecho.

Antes de la pacificación de la Araucanía, los mapuches vivían en la zona en número de unos 60 mil, en general en paz dedicados al comercio de ganado, de lanas, cueros y pieles, al cultivo de la papa, los árboles frutales, algunos cereales. Su empuje guerrero se había desviado hacia la Argentina, y encabezados por Calfucurá, el "Emperador de la pampa" (que era originario de Boroa, provincia de Cautín) llegaron incluso a amenazar Buenos Aires, dando batallas campales al ejército argentino.

La ocupación de la Araucanía era un problema latente para el Gobierno de Chile, aun cuando no había en relación a ella una política clara. Incluso hombres como Vicuña Mackenna declaraban que la conquista de la Araucanía era una quimera caprichosa y funesta. Pero prevaleció el criterio de Cornejo Saavedra, jefe militar de la Araucanía desde 1861, que preconizó el avance por la frontera por medio de la construcción de fuertes, la colonización y la negociación pacífica con los araucanos, buscando la compra de sus tierras, evitando los choques armados. "La ocupación, decía, nos costará sólo mucha música y mucho mosto". La efectividad de un sistema la demuestra el hecho de que fundo 23 pueblos, entre otros, Angol, Mulchén, Toltén, Lumaco, Collipulli.

Un hecho que aceleró la ocupación fue el pintoresco episodio de Orelio Antoine I, coronado como rey de la Araucanía, después de convencer a los caciques enemigos del gobierno chileno, el principal de ellos Quilapán, que los armaría y contaría con el apoyo de Francia. Lo cierto es que Orelio Antoine no era simplemente un loco o un aventurero, sino un agente del gobierno francés, por entonces empeñado en una política de expansión. Como Arauco no estaba de hecho incorporado a Chile, existía el real peligro de que fuera anexado por cualquier potencia. Los intentos de Orelio Antoine fueron deshechos en tres ocasiones, pero aún cuando de vuelta a Francia murió en la miseria ejerciendo de lamparero en la aldea de Tourtoirac y acogido a la hospitalidad de un carnicero, dejó de herencia nada menos que su reino de la Araucanía y la Patagonia. Así es como la dinastía ha continuado con Phillippe I, de Broglie, actual rey de los araucanos, residente en París y que de vez en cuando hace pedidos de reconocimiento a la NU, a la vez que –como sus antecesores– confiere títulos de nobleza.

La ocupación definitiva de la Araucanía terminó el 1º de enero de 1883, con la llegada de las tropas chilenas, al mando del coronel Gregorio Urrutia, verdadero artífice de la pacificación, a las ruinas de la antigua Villarrica, en donde se levantó una nueva población. Sin embargo, costó algo más que "mosto y música". Los araucanos hicieron fuerte resistencia armada especialmente entre 1868-1870 y en los levantamientos de 1881-82, provocados especialmente por los abusos de que eran víctimas. Esto lo reconocía Gregorio Urrutia el que siempre señaló que el mapuche encontraba ventajas en la civilización, y bien tratado se asimilaba prontamente a ella.

Una vez sometidos los araucanos, el Gobierno resolvió su radicación. Así fueron reducidos hasta 1905, 80.000 personas en unas 350.000 hectárea. No fue, sin duda, la política más acertada, pero por lo menos permitió resguardar el núcleo de la raza (hoy día existen 328.000 indígenas radicados en unas 500.000 hectáreas). Basta pensar que en Estados Unidos se trató al indio de acuerdo al lema "el indio bueno es el indio muerto", y que en Argentina el indígena fue prácticamente exterminado. Sin duda que aquí hubo (y aún sigue habiéndolos) despojos al mapuche de su tierra, y actos de explotación y abuso, pero no de responsabilidad del Gobierno, sino de funcionarios intermedios y de comerciantes y agricultores inescrupulosos.

Como núcleo humano la frontera surge de la fusión de varios pueblos: Los araucanos, luego los chilenos que llegaron a colonizarla casi en forma espontánea (así como colonizaron incluso el Neuquén argentino), y luego los colonos europeos, especialmente franceses, alemanes, suizos y españoles. Se estableció también una colonia italiana en capitán Pastene y una de boers en Gorbea.

De esta manera nacía una nueva zona, con nueva vitalidad y sangre. De los pueblos que crecían en torno a rústicos fuertes iban desarrollándose progresistas ciudades. En un principio el centro fue Angol, luego se desplazó hacia Imperial y Temuco. Gracias a la agricultura, la zona empezaba a ser conocida como "el granero de Chile". Un testigo de esa época, Luis Durand, "señalaba que la tierra daba más de lo que le pedían". El oro rubio afluía por todo el país y hasta se exportaba. La ganadería era próspera y la industria maderera no daba abasto. El esfuerzo o el talento triunfaban, superando las preocupaciones del fardo colonial de otras zonas del país. Los pioneros eran verdaderos adelantados, hombres de gesta. Surgieron personajes que pueden ser discutidos pero no olvidados: José Bunster industrial de gran aliento (tenía un ejército de 2.000 trabajadores) y Hernán Trizano, el "Buffalo Bill chileno" como ha sido llamado, que exterminó el bandolerismo. A casi ochenta años de su época de "Far West" la frontera se alza siempre con su carácter peculiar, de esencia agrícola, pero incorporándose al tráfago industrial paulatinamente: fábrica de aceite en Temuco, de azúcar de betarraga en Los Ángeles, de papel en Laja. Pero esto es aún insuficiente, los agricultores necesitan más crédito y la solución de viejos problemas de usurpaciones de tierra, el campesino pobre requiere mayor poder de compra, se debe afrontar el problema de la erosión, realizar la reforestación, detener la extinción de la fauna de la zona.

Para el viajero, nada mejor que la época del verano (en donde están ausentes las lluvias inspiradoras de tanta poesía, pero malas amigas del turista). Villarrica y Pucón son bellos balnearios lacustres, famosos en muchas latitudes por la pesca del salmón, Antumalal ha recibido hasta reyes de visita. Puerto Saavedra que restaña sus heridas de la catástrofe de 1960 ofrece sus playas y espera de nuevo su destino de Puerto, así como Tirúa, Queule, Mehuín. Los ríos donan sus riberas: el Cholchol, Imperial, Toltén, Allipén, Cautín, Vergara, Traiguén. En Lautaro se halla la Piscicultura, en Temuco el Museo Araucano. Hay pueblos hermosos y pintorescos, donde el tiempo parece haberse detenido, y que los chilenos debieran aprender a descubrir, así como se descubrieron, guiados por Azorín, los pequeños pueblos de España. Fuera del china, la hospitalidad proverbial del sureño, y las comidas y bebidas de la zona, el visitante puede conocer los últimos reductos de nuestra raza autóctona, ya en vías de transculturación.

Por último, es bueno recordar que la frontera no sólo ha aportado su riqueza a nuestra nacionalidad, su leyenda de tres siglos de gesta y ha sido ilustrada como pocas regiones del país por el empuje pionero, sino también agrega florones al desarrollo cultural. Ya en el siglo XVI la primera universidad chilena iba a ser fundada en Imperial. Ahora, el Centro Universitario de la Universidad de Chile en Temuco cuenta con cerca de 1.000 alumnos. La Universidad de la Frontera también realiza interesante labor. Y en literatura, especialmente en poesía, basta citar los nombren de autores de varias generaciones: Augusto Winter, Ignacio Verdugo Cavada, Pablo Neruda, Luis Durand, Juvencio Valle, Teófilo Cid, Francisco Santana, Altenor Guerrero, Jorge Jobet, Aldo Torres Púa, y otros muchos que forman la brillante pléyade de la frontera.

 

En En Viaje, Santiago, Nº389 (03.1966), pp. 5-7. También publicado en
El Diario Austral, Temuco (17.04.1966), pp. 1 y 8.

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile