Derechos Humanos

Discriminación a inmigrantes: las consecuencias sociales de la violencia racial en Chile

Discriminación a inmigrantes y la violencia racial en Chile
Tras el asesinato de la funcionaria de la U. de Chile, Margarita Ancacoy, la profesora María Emilia Tijoux comenta que los reclusos ecuatorianos han sido doblemente sancionados por el crimen cometido.
Tras el asesinato de la funcionaria de la U. de Chile, Margarita Ancacoy, la profesora María Emilia Tijoux comenta que los reclusos ecuatorianos han sido doblemente sancionados por el crimen cometido.
"Cuando hablamos de migración, decimos racismo", sentenció la académica, razón por la cual diversas organizaciones prefieren hablar de desplazamientos humanos más que de migración.
"Cuando hablamos de migración, decimos racismo", sentenció la académica, razón por la cual diversas organizaciones prefieren hablar de desplazamientos humanos más que de migración.
Más allá del trabajo legislativo, es imprescindible realizar un trabajo educativo sobre quiénes somos y ahondar en la propia historia.
Más allá del trabajo legislativo, es imprescindible realizar un trabajo educativo sobre quiénes somos y ahondar en la propia historia.

En junio pasado diferentes medios de comunicación informaron del asesinato de la funcionaria de la Universidad de Chile, Margarita Ancacoy en Barrio República, quien caminaba de madrugada rumbo a su trabajo cuando cuatro hombres la mataron para robarle sus pertenencias. Tras quedar en prisión preventiva en el Penal Santiago Uno, un grupo de reos torturó a los responsables, de nacionalidad ecuatoriana, circulando un video sobre los hechos que generó reacciones de repudio y aprobación pública en redes sociales.

A pesar de la brutalidad de su crimen, la profesora de Sociología y coordinadora de la Cátedra de Racismo y Migraciones Contemporáneas de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, María Emilia Tijoux, comentó que los reclusos han sido doblemente sancionados por el crimen cometido, siendo que “para eso existen la justicia, las leyes, el derecho y el contrato social”. Estas personas, además, han sido castigadas por su origen ecuatoriano y otavaleño, “una práctica chilena que -a mi modo de ver- se ha naturalizado; la tortura, en este caso, ha sido legitimada por la sociedad como un acto banal”, apeló Tijoux.

Dichas manifestaciones contra personas privadas de libertad y, más específicamente hacia extranjeros, no son recientes ni coyunturales pues según académicos(as) de la Facultad de Ciencias Sociales, en los países –salvo en circunstancias específicas marcadas por la religión– existe un potencial y latente desarrollo de la violencia en la sociedad. Chile no es la excepción, pues posee una historia violenta incluso previa a la fundación del Estado-Nación, con la llegada de esclavos africanos al país. El periodo colonial estuvo marcado por la guerra contra los indígenas del mismo modo que la época republicana.

En diversos casos la violencia se ha expresado como una respuesta a hombres o mujeres definidos como “otros”. La alteridad por antonomasia marcó la etapa fundacional de Chile, entre chilenos, españoles y mapuche. “Da la impresión que nuestro país se constituyó en esa guerra, lo que, además, es complejo porque fue una guerra que no excluyó temas como el mestizaje, el intercambio y ese tipo de cosas”, señaló José Isla, académico del Departamento de Antropología.

Hay una historia nacional, a juicio de Tijoux, “que instituye un modo de ser que se ve reflejada en la actitud de la sociedad chilena respecto de los inmigrantes que llegan de los países vecinos y también con quienes llegan del Caribe y América Central”.

La carga racista de la migración

En medio de los procesos migratorios que ha experimentado nuestra sociedad, sobretodo en los últimos años, se han establecido categorías o tipificaciones de migrantes, diferenciándose a las personas dependiendo del país del que provienen, explicó la académica. “La inmigración es considerada solamente proveniente de algunos países (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y parte Venezuela), mientras que hay otros que también son inmigrantes residentes en Chile pero no son considerados como tales, sino con el calificativo de “extranjeros(as)”, entre los que destacan los estadounidenses, costarricenses, argentinos y europeos, cuyas condiciones jurídicas son similares a las de los sudamericanos pero proveniencia de países del primer mundo, o su piel blanca los hace recibir un trato mejor.

“Cuando hablamos de migración, decimos racismo”, sentenció la profesora, razón por la cual diversas organizaciones prefieren hablar de desplazamientos humanos más que de migración y así evitar su connotación negativa, porque al decir “migrantes” se vincula la nacionalidad de la persona, el color, la edad, el país, la falta de dinero y bienes con una manera de ser.

Pero el racismo también afecta a pueblos originarios como el mapuche, señaló el profesor Isla, tal como ocurrió con la reciente prohibición del Estado chileno al machi Celestino Córdova de visitar su rewe y realizar una ceremonia ancestral, negándole su derecho constitucional a la salud y libertad de culto; derecho que finalmente le fue concedido.

Lamentablemente, sostuvo Tijoux, si bien existen organizaciones opositoras al racismo, hay un porcentaje muy alto de chilenos que apoyan la denominada política migratoria del gobierno de Sebastián Piñera, “que no es más que una ley de extranjería que controla las fronteras, con el propósito de que algunos puedan entrar y otros no”.

Relativismo social en la aplicación de los Derechos Humanos

Si bien la defensa de los Derechos Humanos posee antecedentes previos, como materia se instaló con mayor fuerza durante la dictadura militar como una denuncia que objetiva esa clase de violencia institucionalizada sobre la población por parte del Estado. Sin embargo, la transgresión a la dignidad humana que dejó en evidencia este caso da cuenta cierta ambigüedad del discurso oficial relativo al respeto, resguardo y protección de los mismos, pues aunque existiría un consenso en el país en la materia, éste sólo sería superficial.

“Los derechos humanos suponen un marco y límite a la acción del Estado con respecto a su propia sociedad. Las personas presas están coartadas de libertad por el Estado y, por tanto, se encuentran bajo la tuición de éste. Por más que parte de la sociedad quiera olvidarse de ello y se produzca una suerte de venganza sobre sus cuerpos, el sistema republicano de justicia no funciona así y eso queda muy claro en este tipo de situaciones”, explicó Isla.

Si bien es posible pensar que todo ser humano posee derechos, la profesora Tijoux remarcó que debido a que hay quienes no son catalogados ni tratados como humanos, carecerían de derechos y por consiguiente "se les puede hacer cualquier cosa: explotar, trasladarlos en carros de animales, no pagarles su salario, insultarlos, etc". 

Cómo enmendar el camino de la violencia racial

Ambos docentes concordaron en que el Estado debiera tratar a los ciudadanos de manera igualitaria y establecer de forma clara que los delitos contra migrantes son, efectivamente, delitos, en función de su obligación moral respecto a los DD.HH., junto con proveer una base jurídica de igualdad para migrantes y chilenos.

La migración es un tema que demanda desafíos a largo plazo y que “llegó para quedarse”, afirmó Isla, por lo que requiere una acción decidida del Estado y de la sociedad civil, sobre todo de los medios de comunicación para legitimar la posición de los migrantes. “Chile es un país muy identitario; su identidad está construida en términos fuertemente etnicistas. Además, posee una tradición de violencia que aunque el mito republicano intente ocultarlo, no por eso deja de existir”, denunció el académico.

María Emilia Tijoux añadió que si bien las leyes son necesarias para sancionar a personas que han cometido delitos, éstas no detienen o cambian su forma de ser y pensar. Junto con el trabajo legislativo, es imprescindible realizar un trabajo educativo sobre quiénes somos y ahondar en la propia historia. “Buscar e indagar sobre lo que sucedió anteriormente en relación a los métodos de castigo con los obreros del siglo XX o el encadenamiento de los esclavos”, junto con el proceso de pacificación de la Araucanía y los abusos que continúa sufriendo el pueblo mapuche, precisó.

Para ello, la académica cree que junto con una mayor discusión, se requiere realizar un trabajo en los hogares junto a los más pequeños, talleres y trabajos, de manera que las nuevas generaciones sean más tolerantes y menos violentas que las anteriores. 

Para ello, Tijoux junto a sus equipos de investigación ha visitado diversos establecimientos educacionales y conversado con educadores de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) y otros profesionales que trabajan con niños, pudiendo conocer interesantes experiencias a partir de la convivencia de niños de distintos países en una misma sala. Así, el aula se ha vuelto un espacio en el que se desarrollan relaciones más humanas, incluso si se “producen actos racistas se enfrentan y reflexionan porque hay docentes interesados y motivados en hacerlo”, finalizó.