“Lo recibo como un premio, que agradezco, por cierto, pues es un reconocimiento. Sé que no es por premios que debemos hacer nuestra labor y nadie los espera o los anda buscando. Llegan y bienvenidos. Dan fuerzas para continuar en una línea, pero atentos a virar en la cuesta que viene. Los obstáculos son importantes no solo para los personajes de los cuentos en la construcción de su identidad, sino para todos quienes construimos nuestro cuento y nuestra identidad. Nuestra forma de vida”.
Así responde Jaime Cordero, académico del Depto. de Teoría de las Artes, al preguntarle cómo recibió la noticia de ser uno de los profesores de la Universidad de Chile que el pasado 20 de noviembre fueron reconocidos como Mejor Docente de Pregrado 2019, en el marco de una de las ceremonias organizadas para conmemorar el aniversario nº 176 de la Casa de Estudios y en la que también fue reconocido el académico del Departamento de Teatro Héctor Ponce.
Profesor de Estado por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, Jaime Cordero ejerció como profesor de enseñanza media por un tiempo, “y puesto que el Estado nos entregó la educación gratuita gracias a todos quienes contribuían a que ello fuera posible, decidí ir a provincia como correspondía a todo profesor en ese tiempo, donde uno debía por los menos permanecer durante tres años. Me trasladé a Ovalle a sus dos liceos, y la labor desempeñada en ellos y en la Casa de la Cultura, hizo que el Gobierno francés me becara a Francia donde pude realizar estudios de lingüística, los que me permitieron posteriormente derivar en la semiótica, disciplina que ejerzo en la Facultad de Artes desde el año 1992”, recuerda.
En la Facultad de Artes de la Universidad de Chile se desempeñó como director del Departamento de Teoría de las Artes, unidad en la que publicó “como editor cerca de noventa títulos”, cuenta. Hoy es parte del Núcleo de Semiótica de la Facultad y representante de ésta ante la Cátedra Michel Foucault, lo que le “ha permitido invitar a profesores no solo a la Escuela Chile-Francia sino también a la Facultad, tanto para el programa de pre como para el de postgrado”.
Respecto a su interés por la docencia, señala que sus profesoras y profesores de enseñanza básica fueron fundamentales, normalistas “de vocación y con la convicción de que la educación, como sostenía el presidente Aguirre Cerda, permitiría llevar adelante los cambios de esta nación”, dice. En este contexto también recuerda a sus profesoras y profesores de enseñanza media, profesionales formados en el ex Instituto Pedagógico de la U. de Chile que “se encargaron de mostrarnos no solo un espectro amplio de conocimientos sino y sobre todo de valores democráticos, de discusión en las áreas de las ciencias y las humanidades y en la solidaridad y ayuda efectiva hacia quien solicitara el saber”.
“La docencia siempre ha estado presente y para mi resulta fundamental, pues retroalimenta lo que estoy escribiendo, y el texto oral llega al aula para ser expuesto, muchas veces a oídos muy rigurosos que me exponen sus dudas y contradicen lo vertido”, comenta. Y concluye sobre su experiencia en el aula: “Siempre llego con mi proyecto de clase preparado, pero una buena pregunta reconduce el curso, y mientras más participación e interacción, mejor resulta la actividad”.