Sequías pasadas y futuras (¹)

Sequías pasadas y futuras

En Chile, todo niño o niña aprende desde la primera infancia que en la dirección Este-Oeste el país limita con las montañas y el mar. Esta realidad habita sus sueños y la incorpora en sus primeros dibujos. Pero hay otra realidad, tan potente como esta que no se enseña en el colegio y quizás por eso siempre parece sorprendernos. Nuestro país limita en el futuro, y también en el pasado, con un gran terremoto, una grave inundación o una desastrosa sequía. Ha sido así durante los últimos miles de años, así lo aprendieron los primeros habitantes de esta región del continente y así lo sufrieron los primeros colonizadores europeos.

Si nos referimos solo a las catástrofes de origen meteorológico, las inundaciones llegan súbitamente asociadas a tormentas particularmente intensas y prolongadas, mientras que las sequías se establecen en forma penosamente lenta, secando los cauces, agrietando la tierra y marchitando la vegetación. Ocurre en forma ocasional, como en 1998, luego de un año excepcionalmente lluvioso, o el déficit pluviométrico se extiende por periodos de una década o más, como en la actualidad, o como ocurrió a partir de 1770 en una la sequía que se extendió durante 13 años consecutivos, de los cuales 7 fueron catalogados como secos y 6 como muy secos².

Al respecto, es ilustrativo lo que Benjamín Vicuña Mackenna relata en su Ensayo Histórico sobre el Clima de Chile, publicado en 1877, respecto de las frecuentes sequías que ocurrieron durante la segunda mitad del siglo XVII: "En más de una ocasión fue materia de grave y calurosa discusión, no solo en los estrados del Consejo de Indias, sino en la tertulia de los virreyes del Perú, el que los españoles y sus hijos abandonasen el reino de Chile que de mala gana habitaban y que costaba al rey 300 mil ducados, sin un solo maravedí de posible aprovechamiento".

Es obvio que nada podemos hacer para alterar el curso de los eventos naturales que nos afectan en forma de desastres, como los episodios de sequía, pero quizás como sociedad estaríamos mejor preparados para mitigar sus impactos si desde pequeños enseñáramos a nuestros niños que más allá de los factores antropogénicos que favorecen una menor precipitación en la región central del país, la eventual ocurrencia de periodos anormalmente secos es parte del ritmo propio de la naturaleza en esta región. Tan natural como que al Este limitamos con la cordillera y al Oeste con el mar.


1 Este texto es una reproducción parcial de una columna de opinión publicada en el diario La Tercera en 2008.
2 Taulis, E., 1934. De la distribution des pluies au Chili. Materiaux pour l’ Etudes des Calamités, Part 1:3–20. Société de Geographie de Geneve, Geneva.