Historia de la Medicina

Chile bajo pandemias y epidemias: un poco de historia

Chile bajo pandemias y epidemias: un poco de historia
Pandemias y epidemias son "fenómenos que acompañan a la humanidad desde que es tal".
Pandemias y epidemias son "fenómenos que acompañan a la humanidad desde que es tal".
"Los versos del cólera" de la Lira Popular, parte de la colección homónima que resguarda el Archivo Central Andrés Bello, documentos a partir de los cuales han quedado plasmados este tipo de hitos.
"Los versos del cólera" de la Lira Popular, parte de la colección homónima que resguarda el Archivo Central Andrés Bello, documentos a partir de los cuales han quedado plasmados este tipo de hitos.
Alejandra Araya, directora del Archivo Central Andrés Bello e historiadora.
Alejandra Araya, directora del Archivo Central Andrés Bello e historiadora.
Marcelo Sánchez, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Marcelo Sánchez, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

“Cerraron cines, teatros, centros educacionales. Se exigía pasaporte sanitario a todas las personas que circularan; se establecieron procedimientos punitivos a cargo de personal de carabineros y la fuerza militar”, relata el profesor del Departamento de Ciencias Históricas, Marcelo Sánchez, pero no en relación a lo que está ocurriendo hoy en nuestro país a propósito del COVID-19, sino que aludiendo al periodo de epidemia del tifus exantemático comprendido entre 1931 y 1935. Y es que en su historia, Chile ha vivido diversas pandemias y epidemias que han afectado a la sociedad.

La revisión histórica de estos fenómenos, plantea la directora del Archivo Central Andrés Bello, Alejandra Araya, “devuelve la mirada al tiempo y a lo efímero, que los seres humanos, como toda la naturaleza somos efímeros, entonces en lo que se denomina la modernidad como una forma de pensar el tiempo -que es siempre pensar en el futuro y en el progreso- todas las catástrofes, sea natural, como las inundaciones, los terremotos, pero en particular las enfermedades en la forma de grandes contagios nos devuelve a esa dirección”. Esto se contrapone a “esta construcción imaginaria de que tenemos todo bajo control”.

Los comportamientos asociados al miedo que hemos estado experimentando, señala el profesor Sánchez, tienen que ver con que “a pesar de toda nuestra apariencia de modernización, de consumo tecnológico, la experiencia de la vida y la muerte sigue siendo frágil”.

Como analiza el académico, “no resulta fácil evaluar cuál es la consecuencia a mediano y largo plazo de un evento epidémico”, lo que sí es certero, es que éstas dejan una huella más profunda “cuando significa una letalidad aguda, cuando implica un aumento dramático en la mortalidad”.

Otra certeza, además es que el flujo de enfermedades a nivel global –las pandemias- y su emergencia temporal a nivel local –las epidemias- son “fenómenos que acompañan a la humanidad desde que es tal”. Esto, a partir de la movilidad y los flujos de personas a partir de las caravanas, mercaderes, ejércitos invasores, entre otros.

Como explicó el profesor Sánchez, “en un fenómeno que pone en contacto a dos comunidades anteriormente aisladas, potencialmente hay un contexto que va a permitir el desarrollo de un brote epidémico, porque una de esas dos poblaciones no está preparada naturalmente con la inmunidad para ese agente”, tal como es el caso de la peste bubónica o peste negra (1347-1351), que se dió por un agente patógeno proveniente del exterior de Europa, o, como relata el académico, “la presencia de los europeos en el proceso de conquista, quienes introducen en la población americana agentes patógenos para los cuales los indígenas no estaban preparados”, episodio al partir del cual sucumbieron en las primeras décadas de este proceso de 25 a 30 millones de seres humanos, motivo por el cual “muchos hablan de ese fenómeno como el primer holocausto moderno”. Es de esa historia de la que somos herederos.

Higiene colectiva: un problema público

Si el cólera viene aquí

Pobres Porteños que haremos

Clamaremos al Padre Eterno

Como el grande rei David.

 

De la otra banda señores

Este mal se presentó

I a nuestra patria llegó

Con los contajios mayores;

No han podido los Doctores 

Dar medicina feliz

Para este mal infeliz

Que es temerario se advierte,

Esperaremos la muerte

Si el cólera viene aquí.

Lo anterior es parte de “Los versos del cólera” de la Lira Popular, parte de la colección homónima que resguarda el Archivo Central Andrés Bello, documentos a partir de los cuales han quedado plasmados este tipo de hitos, los que, como explica el profesor Sánchez, “fueron consistentes en su comportamiento durante el periodo colonial y el primer periodo republicano” a partir de las epidemias de tifus exantemático, de viruela, “y tal vez hay un acento más dramático a fines del XIX con el cólera y la fiebre amarilla”. A este le sigue el evento epidémico contemporáneo a la Primera Guerra Mundial que es la Gripe Española, que entre 1918 y 1919 a nivel global mató a más de 40 millones de personas.

Luego nuestro país viviría otro evento epidémico importante, que es el brote de tifus exantemático, transmitido por el piojo del cuerpo humano. Como detalla el académico, este “surge cuando viene el quiebre de 1929 y se cierran muchas salitreras en el norte del país, y esas familias y obreros solos son confinados en el puerto de Iquique y en otros del norte con malas condiciones higiénicas. Luego son trasladados a labores de cosechas al sur del país o a Valparaíso y posteriormente a Santiago”, motivo por el cual esta epidemia se desplegó en gran parte del territorio entre 1931 -1935, y “significó muchas restricciones en los periodos más álgidos”. Una de las formas de combatirlo era “subir a un cambión a cualquier persona que estaba en la calle y trasladarla a una casa de limpieza, donde en forma obligatoria tenían que pasar por un proceso rapado completo de pelo, darse una ducha y desinfectar sus ropas”.

Previo a ese contexto se hablaba de aislamiento de las y los contagiados: “En el pueblo mismo en que aparezca el cólera se deberán aislar perfectamente los primeros casos; ya trasportando al enfermo a un local adecuado, ya dejándolo en su domicilio, pero alejando a todas las personas de la casa i del vecindario que no sean necesarias para su cuidado”, como recoge el boletín de medicina de 1886 Cómo se evita el cólera. Estudio de higiene popular”.

Un poco más adelante en el siglo XX, hay otros casos como la poliomielitis, la tuberculosis, la sífilis, todo esto, de la mano y al alero de “las malas condiciones higiénicas que estaba la masa popular de la república”, como indica el académico.

Por ello, si bien estos episodios han traído consigo la muerte de parte de la población, como explica el profesor Sánchez, también tienen otro tipo de consecuencias: “históricamente, la lucha contra las epidemias, y es el caso de Chile entre muchos otros, es lo que va a dando una importancia mayor a los sistemas de salud”. El Consejo Superior de Higiene y el Instituto de Higiene, que datan de 1892, “surgen después de la década de 1880, que es cuando se producen brotes epidémicos de cólera y de fiebre amarilla”, teniendo como principal misión “dar al Estado las herramientas mínimas del control epidémico”, las cuales, con el correr de los años, “pasaron a controlar otras cuestiones fundamentales para la higiene, como la calidad de la carne y de la leche, el alcantarillado, y tareas de desinfección generalizada”, manteniendo desinfectorios públicos y una policía sanitara en los puertos y en las ciudades para controlar los brotes.

Previamente, en 1872, como concita el portal Memoria Chilena, “se dictó un decreto que hizo obligatoria la enseñanza de la higiene en los colegios fiscales”; seguido en 1887 por la dictación de la ley de vacuna obligatoria y la Ordenanza General de Salubridad, “mediante la cual se estableció una Junta General de Salubridad destinada a asesorar al gobierno en estas materias”.

Una medicina social

Mientras esto sucedía en Chile, en Europa, el médico alemán Rudolf Virchow, luego de ir comisionado a estudiar una epidemia de tifus exantemático en la Alta Silesia, crea el concepto de medicina social, “que no es otra cosa que relevar la importancia de los factores económicos y sociales en la salud de la población, y por lo tanto, eso hace del Estado el principal responsable”, como sentencia el profesor Sánchez.

Durante la primera mitad del siglo XX en nuestro país, “hubo una tradición muy importante de medicina social que probablemente no tenía mucho que ver con Virchow, sino que con el progresismo político de la elite médica”, la cual “va produciendo una conciencia en los estudiantes de Medicina y en los médicos en torno a la necesidad de mejorar la alimentación la higiene, la vivienda, el binomio madre hijo, la lactancia; mejorar las condiciones económico sociales del pueblo chileno, y eso siempre con un actor principal que es el Estado. El Estado se vuelve en este concepto, el principal responsable de lograr una mejor en la higiene colectiva”.

“A los que quieren subordinarlo todo a los intereses mercantiles, bastará observarles que los gobiernos no tienen derecho para ponerse a estimar en dinero la vida i ni siquiera la salud de los hombres. Un distinguido hijienista argentino ha dicho: «La clausura de los puertos por motivos sanitarios es un alto ejemplo de moralidad, de virtud i humanidad.»”, recoge como testimonio de este planteamiento el mismo boletín de 1886.

Es en esta tradición que la Casa de Bello tuvo protagonismo. “Al ser la Escuela de Medicina de la U. de Chile la primera fundada en el país después de 1842 -heredando la cátedra de Medicina de la U. de San Felipe en el periodo colonial, y la Cátedra de Medicina en el Instituto Nacional- ha tenido desde su fundación hasta la actualidad un rol fundamental en la salud pública”. Así, la U. de Chile, explica el experto en la historia de la medicina, “es el ente donde surgen los criterios científicos, clínicos y políticos que orientan la acción de la salud pública chilena”.

La lista de nombres de integrantes de la U. de Chile en este ámbito es extensa: “José Joaquín Aguirre, Francisco Palma Tupper, Vicente Izquierdo y Eloísa Díaz”, en el siglo XIX, y en el siglo XX "ya hay una generación mucho más grande y con mucha especialización científica. (…) Ahí está por supuesto Luis Calvo Mackenna, Exequiel González Cortés, Alejandro del Río, Eduardo Cruz Coke, Salvador Allende y Juan Marín”. Con ellos, “estamos hablando de médicos que van políticamente desde un ala más conservadora hasta lo socialista, pero si hay algo en lo que todos tienen un consenso es que los logros en salud pública van en beneficio del país”.

Chile bajo la salud neoliberal

Este enfoque de salud pública, como plantea el profesor Sánchez, es “un punto de fuga, una perspectiva diametralmente opuesta a la condición actual”. Esto porque “si asistimos a algo durante la historia de la salud pública en el siglo XX en Chile, fue a su continuo fortalecimiento, a su extensión territorial, a su extensión de responsabilidades de las aseguradoras sociales públicas y de las instituciones”.

En este contexto, como evalúa la historiadora Alejandra Araya, “lo que pone en evidencia esta nueva pandemia, es la brutalidad y el salvajismo del neoliberalismo a la chilena”, paradigma el cual “desarma, por un lado la ética de lo público, y por otro, la institucionalidad pública, porque el Estado se utiliza instrumentalmente en el neoliberalismo chileno”, lo cual, como ejemplifica la académica, “en estos pocos días ha quedado más que claro con el caso del Espacio Riesco”.

También, como señala la profesora Araya, ha quedado en evidencia a partir de la ausencia de otros sectores de la administración del Estado. “El Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, que está muy ausente. El Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género también. Ahí uno ve nuevamente la debilidad de la función pública, porque no es que no tengamos institucionalidad, sino que no se ha activado realmente el potencial que tiene como estructura para poder salvar vidas en situación precaria”.

Este despliegue de sistema económico, dista mucho del neoliberalismo en sociedades llamadas democrática, “como el caso de Francia, o en Alemania, o en Inglaterra, que son países que de todas maneras tienen una institucionalidad fuerte del Estado, pero que por sobre tienen una ética de lo público y lo colectivo”, como concluye Alejandra Araya.