Columna de Opinión:

La métrica social

Columna de Opinión: La métrica social

 Desde sus orígenes la arquitectura ha tenido una estrecha relación con las dimensiones, una obsesión que es el traspaso entre el arte creativo y la técnica constructiva, por lo que históricos referentes como los tratados de Vitruvio, Leonardo da Vinci y León Battista Alberti, nos enseñan desde antaño relaciones matemáticas entre el arte y la naturaleza, base fundamental de toda concordancia de diseño en nuestro campo profesional, estas son las medidas.

Primero se vieron reflejadas en el cuerpo humano y sus extremidades, luego en proporciones, secuencias y normas y finalmente, en métricas complejas de variada índole que abarcan todas las posibilidades que nos da el espacio.

Hoy debido a la Emergencia Sanitaria de la pandemia del COVID-19 con miles de infectados y por la dura cuarentena que todos vivimos, hablamos de “distanciamiento social” lo que ha variado dramáticamente la relación de medida entre todos, ya que lo que ayer era correcto, ahora puede ser mortal.

Solo hay que ver el pasado para comprobar como las pandemias modificaron los criterios de la arquitectura y el urbanismo, transformando y adaptando distancias en el diseño de las ciudades con el fin de alejar epidemias y contagios a la población y luego como las viviendas alteran sus proporciones para convertirse en unidades abiertas al sol y a las cualidades curativas del medio ambiente.

Toda nuestra existencia la desarrollamos en contextos arquitectónicos, urbanos, territoriales y geográficos relacionados entre sí y en donde solo basta variar una medida, una distancia o una relación métrica para que nuestra percepción de todo este sistema complejo cambie para siempre.

Es por eso que la formulación, la resolución y la construcción de la arquitectura, pasa inevitablemente por la aplicación de medidas reguladas y aprobadas por toda la sociedad.

En “El Modulor” Le Corbusier establece un sistema de proporciones basado en un sistema antropométrico de medidas interrelacionadas a una base áurea y que da sustento a diferentes escalas de diseño, es decir, que a través de esta norma se establece una medida profundamente humanista y coherente al usuario para el levante de una obra de arquitectura.

La Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones manifiesta la lógica de sus idearios cualitativos, en medidas cuantificables aplicables para todos los ámbitos de nuestra competencia profesional, esta vez, bajo un marco legal normativo nacional que rige a toda nuestra actividad edificatoria y urbanística.

El distanciamiento social COVID-19 ha alterado profundamente y en contra de nuestra naturaleza las medidas de relacionarnos y nos ha alejado cada vez más de lo que señalaba el antropólogo Edward T. Hall en “La Dimensión Oculta”, donde bajo el concepto de la “proxémica”, describía la conducta inconsciente de las personas para estructurar, utilizar y percibir el espacio en la interacción diaria, es decir, la proximidad y el alejamiento entre los interlocutores, caracterizando así el comportamiento comunicativo de los seres humanos en que la intimidad (0,15m a 0,45m) , la distancia personal (0,75m a 1.20m) o la distancia social (2m a 3,5m), son parámetros prohibidos y letales en nuestros días para todos los acontecimientos ciudadanos regidos por la cuarentena.

Esta contradicción vital hace que letreros, trazados, líneas demarcatorias en el suelo, en los muros y en los cielos sean insuficientes y poco eficaces, por lo que estas señales no son respetadas, ni obedecidas, ni seguidas por la gente ya que están en un conflicto con la proxémica íntima y personal requerida y añorada existencialmente por muchos.

Esta crisis cambiará los patrones de vida por largo tiempo y nos dará a conocer un nuevo tipo de habitante que mirará con otros ojos nuestras ciudades y espacios de encuentro, es así que con esta oportunidad, los arquitectos, los urbanistas, los paisajistas, los diseñadores y los geógrafos, tenemos la profunda tarea de reflexionar frente al desafío sanitario que enfrenta el mundo con propuestas que promuevan los cambios, la innovación y por sobre todo la humanidad para los espacios sociales que esperan en el territorio, la ciudad y la vivienda.

La nueva métrica que emerge, debe entenderse como una manera de medir el mundo desde la inclusión, la equidad y el respeto a la democracia, entregando espacios más justos muy lejos de los que hoy desnuda descarnadamente la crisis en nuestro país.