Contingencia cultural

La obra y la persona detrás: la mancha de Michel Foucault

La obra y la persona detrás: la mancha de Michel Foucault
Con este primer contenido sobre la polémica del filósofo Michel Foucault parte ¿En diálogo¿ la cual pretende aportar al debate cultural desde la diversidad de miradas sobre temas de interés público.
Con este primer contenido sobre la polémica del filósofo Michel Foucault parte ¿En diálogo¿ la cual pretende aportar al debate cultural desde la diversidad de miradas sobre temas de interés público.

Con este primer contenido se inaugura la nueva sección denominada “En diálogo” la cual pretende aportar al debate cultural desde la diversidad de miradas sobre temas de interés público.

Uno de los momentos claves del huracán generado en torno a la figura de Michel Foucault y su vinculación a la pedofilia es la entrevista del diario trasandino El Clarín a Guy Sorman por su libro Diccionario del Bullshit, en la que el intelectual habla sobre el turismo sexual de Michel Foucault en Túnez, del que él fue testigo, preguntándose hasta dónde el tótem de los intelectuales franceses era un pedófilo.

“Me confieso muy sorprendido de que ese capítulo haya hecho tanto ruido. Revelar que el filósofo Michel Foucault era pedófilo tampoco es dar una noticia... El mismo Foucault, en el 1977, firmó un manifiesto, donde se reclamaba que ninguna ley prohibiera las relaciones sexuales con niños. Era un pedófilo declarado en su época y no le chocó a nadie. Ahora de pronto todo el mundo está impresionado. Al menos lo está la intelligentsia, porque esta especie de aristocracia intelectual parisina no ha comprendido todavía –o no acepta– que hayamos cambiado de época. De aquí en más, ya no habrá dos morales sino una sola, la misma vara para todos”, es parte de lo que sostiene Sorman en el diario argentino El Clarín.

Ante estas declaraciones y la repercusión mediática, el escritor, filósofo y académico de la Facultad de Artes de la U. de Chile, prof. Federico Galende desliza su apreciación en una columna sobre la funa reciente a Foucault en el medio digital Palabra Pública.

“Nuestra época es de frases cortas, flechazos que condensan en pocas palabras una parte de la polución colectiva y denuncias vertidas en resumideros que se propagan a toda velocidad por las redes sociales. Todo esto reemplazó hace tiempo a los debates de ideas y las formas dramáticas con que se pesaban antes los grandes dilemas del pensamiento. Ahora le tocó a Foucault; se lo funó semanas atrás en las redes sociales y algunos medios aprovecharon la ocasión para situar el reciente libro de un intelectual de derecha al centro de una discusión sobre la compleja herencia del humanismo. Se trata del Mi diccionario del bullshit, de Guy Sorman, en uno de cuyos apartados finales, el de la Pedofilia, se rememora la carta que en 1977 Foucault (filósofo al que debemos nada menos que uno de los legados críticos más contundentes del siglo XX) firmó junto a otras y otros intelectuales: Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Louis Aragon, Gilles Deleuze, Roland Barthes, etcétera”, expone el académico en esta publicación realizada en Palabra Pública.

En tanto, el escritor y catedrático argentino Daniel Link, comparte su opinión en el diario online Página 12, reconociendo que los errores de distinto alcance de Michel Foucault no opacan la importancia decisiva de su pensamiento que no ha mermado con el cambio de milenio sino todo lo contrario.

“Una de las objeciones más sostenidas ha sido la de su descuido hacia las temáticas de la diferencia sexual (y, por lo tanto, hacia las mujeres). Menos atendibles son los reproches por el ninguneo de las temáticas trans. Foucault dedicó al asunto un texto fundamental, Sobre el sexo verdadero (1978), que funciona como prólogo a las memorias de Herculine Barbin, cuya intersexualidad (que la época llamaba hermafroditismo) Foucault comenta para deplorar la exigencia de una correspondencia rigurosa entre “el sexo anatómico, el sexo legal y el sexo social”. Antes del siglo XVIII (y, naturalmente, después del siglo XIX) existe un margen de movilidad bastante amplio que permite pensar la obsesión por “el sexo verdadero” como un efecto de época y el carácter mortífero de su observancia (obligade a elegir, Herculine muere)”, señala.

Y añade en el texto difundido por Página 12: “Pero me detengo en uno de sus mayores errores, que paraliza a Foucault durante años. El primer tomo de la Historia de la sexualidad, La voluntad de saber (1976) está todavía enmarcado en la estructura de la transgresión: transgredir significa ignorar la prohibición de la Ley. No un combate contra la Ley, sino la suspensión de su acatamiento”.

En lo que se refiere a la “cultura de la cancelación” y el legado de la obra del también historiador, sociólogo y psicólogo francés, la psicóloga chilena Constanza Michelson comenta su perspectiva en el diario nacional La Tercera. “Hay una lectura que va a salir a partir de esto, que va a ser ideológica e interesadas, de filosofías conservadoras que están en disputa con Foucault y esto puede ser usado de esta manera. Pero lo interesante no es esta disputa ideológica, porque más bien hay cierto oportunismo, sí la obra de Foucault tiene que ver con temas que bajo la mirada actual de la nueva sensibilidad puede ser revisada desde el punto de vista de la infancia, el abuso. Puede generar otras lecturas”, sostiene.

En ese sentido, Michelson comparte lo planteado por Guy Sorman y se posiciona lejos de la “cultura de la cancelación”, y plantea que su conducta no vuelve invisible su obra. “No anula al autor, creo que funarlo y cancelar toda la obra, por las conductas sexuales del autor, es tan equivocado como venerarlo y replicarlo como he visto en redes sociales. Esta veneración, al darle descrédito a quien acusa -a Sorman-, replican las mismas prácticas de la negación de los abusos en la Iglesia u otros, preguntándose por qué ahora, respondiendo inmediatamente que es mentira. Ni veneración ni funa”, concluye la autora de ‘Hasta que valga la pena vivir (2020)’ en el medio digital La Tercera.