Son factores de riesgo en ambientes de socialización con acceso a alcohol y drogas

Ansiedad y depresión, los nuevos desafíos del modelo islandés para la prevención del consumo de sustancias en adolescentes

Ansiedad y depresión, desafiando la prevención del uso de sustancias
El modelo Planet Youth está en marcha desde el 2018 en Colina, Lo Barnechea, Las Condes, Melipilla, Peñalolén y Renca.
Entre las dos mediciones realizadas a lo largo del programa se detectó una importante caída en el consumo de alcohol y drogas entre los adolescentes participantes.
El equipo de investigadores está compuesto por los doctores Viviana Guajardo, Carlos Ibáñez, Ana María Araneda, Paula Donoso, Nicolás Libuy, Lorena Contreras y Adrián Mundt.

En marcha desde el 2018 en Colina, Lo Barnechea, Las Condes, Melipilla, Peñalolén y Renca, el modelo Planet Youth –creado por el Icelandic Centre for Social Research and Analysis, ICSRA- propone un sistema de prevención de uso de alcohol y drogas entre los jóvenes cuya ejecución en nuestro país ha sido apoyada y monitoreada por la Universidad de Chile. En este trabajo, explica el doctor Nicolás Libuy, la irrupción de la pandemia influyó, por una parte, en disminuir el consumo problemático de sustancias entre los menores de edad; sin embargo, cimentó una fuerte alza en indicadores del ámbito de la salud mental

El doctor Libuy es académico de la Clínica Psiquiátrica Universitaria y parte del equipo investigador del proyecto Fonis 2019 SA19I0152 “Aceptabilidad, factibilidad y efectividad de un modelo de prevención de consumo de sustancias en adolescentes” que lideran los doctores Adrián Mundt y Carlos Ibáñez, pertenecientes a la misma unidad.

El modelo islandés se basa en la realización anual de una encuesta de bienestar juvenil llamada “Youth in Iceland”, que aborda el consumo de sustancias, explora factores protectores como apoyo, monitoreo y comunicación parental, bienestar escolar y participación en actividades extracurriculares tales como actividad deportiva organizada, y factores de riesgo como tiempo libre no supervisado, estilos de vida asociado a fiestas y consumo en pares, entre otros. “La información recolectada se procesa y entrega a las propias comunidades municipales y escolares participantes al poco tiempo de realizada la encuesta, de manera que puedan orientar sus programas, actividades y diversas acciones a prevenir efectivamente el consumo de sustancias entre los jóvenes, según las particularidades de cada una de estas comunidades”, informa el doctor Libuy.

Orientar y coordinar programas y recursos existentes

Desde su implementación el 2018 “como equipo de prevención de la Universidad de Chile hemos acompañado a las comunas participantes en la implementación de este proceso, coordinando entre ellas y el centro islandés de investigación”. Así, comenzaron en junio de ese año con una encuesta diagnóstica inicial que, “si bien se hace para evaluar el consumo en adolescentes, también es útil como intervención para dar retroalimentación a las municipalidades y colegios, respecto de cómo es esta situación en sus comunidades y cuáles son  los factores asociados a ese consumo en los jóvenes, de manera que localmente puedan prevenir de acuerdo a sus factores específicos”.

Esta encuesta fue de corte transversal y se aplicó a estudiantes de segundo año de Educación Media, con la intención de repetirla cada dos años.  En 2018 participaron 7354 escolares de 117 colegios, con una tasa de respuesta de 86,9%. “El modelo PY no plantea intervenciones estructuradas, sino que la posibilidad de desarrollar y adaptar herramientas de apoyo para la prevención local según las necesidades específicas de las municipalidades, enfocándose en la modificación del ambiente social a través del involucramiento comunitario, reorientando programas o actividades que ya tenían”, añade el académico.

Así, lo que hicieron estas seis comunas en términos generales fue “ir orientando diversos programas y actividades preventivas que ya tenían hacia los principios generales, pasos y recomendaciones generales del modelo islandés. Tener un diagnóstico actualizado les permitió priorizar sus propios programas y reorganizar recursos que ya tenían disponibles, usando sus recursos de manera más efectiva, además de generar nuevas estrategias preventivas basadas en el modelo. Lo otro que también está en el espíritu del modelo de prevención es que haya coordinación entre los distintos sectores a nivel de los gobiernos municipales: educación, salud, seguridad, la relación con los vecinos, el uso de los espacios públicos, la fiscalización en cuanto al uso de patentes. Por ejemplo, en algunas comunas implementaron ordenanzas municipales para prevenir la venta de alcohol a menores, antes de la nueva ley actual que obliga a pedir el carnet de identidad para realizar la transacción”.

Menor consumo, más ansiedad

La irrupción de la pandemia en marzo de 2020 afectó la implementación presencial de estas actividades preventivas, pero los municipios comenzaron a reorganizarse para abordarlas de otra manera; “como la comunicación con los adolescentes requirió ser a distancia, entonces algunos de ellos crearon esos espacios”. Del mismo modo, los investigadores debieron modificar la encuesta a realizar entre los estudiantes, a una que pudiera contestarse en línea, desde computadores o celulares y en un tiempo menor que la original. “Vimos en la aplicación en línea de la encuesta una limitación, pero también una oportunidad, porque en muchos casos permitiría el acceso que no íbamos a tener de manera presencial. Así, aunque nuestras expectativas eran bajas respecto de la tasa de respuesta de la encuesta que realizamos en noviembre de 2020, tuvimos una participación muy alta; fueron 5528 estudiantes, con una tasa de respuesta promedio por colegio de 72,8% en 96 establecimientos. Eso fue porque las comunas ofrecieron a sus jóvenes la posibilidad de ir a responder presencialmente a algunos colegios, bibliotecas u otros lugares con computadores, además de que dimos una semana para contestar la encuesta. Y pudimos obtener datos suficientes para contar con información relevante de cada comuna”.

Los resultados de esta segunda medición arrojaron que “en términos generales, a tres años de implementación de este programa, se ven cambios favorables, porque ha habido una reducción del consumo de sustancias, principalmente en alcohol y marihuana. Esa reducción puede estar vinculada con las actividades preventivas que han realizado las comunas, pero el estudio que estamos haciendo no permite atribuir una relación totalmente causal, por su diseño y también por la interrupción que generó la pandemia”.

Pero en ese sentido, añade, “hay factores de la pandemia que sabemos que por un lado influyeron a favor, en el sentido de disminuir la posibilidad de consumo de sustancias, pero que por otro estuvieron en contra de la salud mental de los jóvenes”.

Y es que entre 2018 y 2020 lo que más se nota es que aumentó en un 18% la proporción de estudiantes que reportan altos niveles de síntomas ansiosos y depresivos, “problemas que también se convierten en un factor de riesgo: es decir, los jóvenes con esos síntomas tienen más posibilidad de consumir sustancias que aquellos que no. Por eso, lo que nos vienen a decir la pandemia y los datos actuales que recogimos, es que una de las medidas de prevención en la que tenemos que enfocarnos ahora es ayudar a los jóvenes que tienen síntomas depresivos o ansiosos, tratarlos y prevenirlos”.

Otras respuestas que encontraron los investigadores, añade el doctor Libuy, debido a que en la encuesta del 2020 incluyeron preguntas sobre la pandemia, “fue que la mitad o más de los estudiantes tenían preocupación importante por su salud física y mental, tanto de ellos como de sus cercanos; pero, además, un 60% respondió que la experiencia educativa en sus colegios empeoró o empeoró mucho producto de la crisis sanitaria, por lo que para nosotros era muy importante devolver esa información a las comunas, para que se tome en cuenta cómo se ve afectado el aprendizaje de los estudiantes, el impacto en su salud mental producto del aislamiento y cómo esto, además de ser un problema en sí mismo, se transforma en un factor de riesgo para otras conductas”.

Los desafíos actuales de este proyecto, finaliza el investigador, se refieren a retomar la prevención del consumo de sustancias a medida que la reapertura avance, “porque una característica propia, normal y saludable de la adolescencia es la interacción social y con sus pares. Un dato observado fue que la menor interacción social pudo haber significado una disminución del consumo; ahora podría ocurrir lo contrario en la medida que haya más socialización, si es que lo hacen en ambientes de riesgo con acceso a alcohol y drogas. Por eso lo que quisiéramos recomendar es que, además de las acciones preventivas que puedan retomar las municipalidades, los jóvenes puedan socializar en ambientes protegidos o seguros, libres de consumo de sustancias, en actividades recreativas; y que haya mayor coordinación entre los padres respecto de cómo se recrean y comparten sus hijos, un mayor involucramiento con ellos”.