Columna de la Prof. Sonia Pérez Tello, Vicerrectora VAEC

El nuevo ciclo de la VAEC

El nuevo ciclo de la VAEC
Sonia Pérez Tello, Vicerrectora VAEC
Sonia Pérez Tello, Vicerrectora VAEC

Siete son los años que han pasado desde que la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios (VAEC) fue creada en la Universidad de Chile. Un origen lleno de convicción innovadora, pues no muchos equivalentes existen en las instituciones de Educación Superior. En general, cuando las universidades planifican su quehacer, los asuntos estudiantiles quedan vinculados a los asuntos académicos, como si quienes vienen a aprender a la universidad lo hicieran solo en tanto “estudiantes”.

La visionaria decisión de considerar los asuntos estudiantiles como un tema vinculado a lo comunitario, tiene un sentido profundamente educativo: más allá del rol académico que juega un estudiante, su experiencia en la universidad es sostenida por una comunidad que permite su desarrollo como persona y como sujeto social. En otras palabras, para convertirse en estudiante universitario se requieren culturas, lenguajes, historias compartidas y procesos psico-socio-educativos que necesitan ser gestionados, evaluados, fortalecidos y cuidados.

La VAEC tiene como compromiso atender a estos procesos, contribuyendo así a la formación y desarrollo integral de las y los miembros de la Universidad, en un marco de derechos, respeto y dignidad de las personas; promoviendo su autonomía, desarrollo individual y comunitario en un contexto de equidad e inclusión.

El desafío más importante en este camino, ha sido articular las funciones de apoyo y acompañamiento en áreas como el deporte y la actividad física, la salud, el bienestar y las relaciones comunitarias; áreas que dan estructura a las cuatro direcciones que componen la VAEC. La articulación entre ellas se ha fortalecido al poner en el centro del interés al cuerpo estudiantil, no como un conjunto de personas con sus necesidades, sino como una dinámica interacción de trayectorias de vida que manifiestan variadas capacidades humanas.

Estudiantes de diversas clases sociales, género, capacidades funcionales, identidades sexuales, etnias; de distintas proveniencias territoriales y culturales; estudiantes trabajadores, madres y padres.

Una diversidad que requiere ser vista y reconocida desde una mirada pública, es decir, generando condiciones de equidad e inclusión y ampliando las posibilidades de desarrollo, de manera de no reproducir las desigualdades e injusticias sociales que muchas veces las producen.

Hoy, la situación de crisis social y sanitaria nos ha obligado a enfocar nuestro accionar en dos ejes estratégicos: el buen vivir universitario y la participación comunitaria. El primero, se concentra en el bienestar y la salud integral necesaria para una buena calidad de vida. El segundo, se esfuerza en integrar las distintas formas de participación que tienen las generaciones de nuestra comunidad, para facilitar la construcción dialógica de una “común unidad”.

Al respecto, hemos avanzado en la coordinación de estrategias que vinculen la salud física con el bienestar psicológico y social, comprendiendo la integralidad de la tradicional escisión entre cuerpo/mente o razón/afectos. Tal es el sentido de incentivar la “conciencia saludable” de la comunidad, como una invitación a tomar conciencia, a través de los conocimientos y las emociones, sobre nuestra salud individual y colectiva.

A su vez, en paralelo con la histórica constitución del país, creamos instancias de diálogo en donde las distintas generaciones puedan construir una historia común respecto al sentido de estar en la universidad y participar en ella. Documentamos las memorias vivas de las experiencias afectivas, lúdicas, espirituales, identitarias y comprensivas que se han desarrollado en la universidad, de distintas formas según pasa el tiempo.

Con todo, estos han sido siete años de instalación de un mensaje a las instituciones de educación superior: los asuntos estudiantiles no son exclusivamente académicos y el desarrollo integral de quienes son parte de la universidad es un fin en sí mismo.

Quizás no sea casualidad entonces que este número “7” encierre tantos significados. El número perfecto de Pitágoras que coincide tanto con los días de la semana como con las fases de la luna; en este mes se convierten en el hito de nuevo ciclo para una VAEC que inicia, con paso firme, la consolidación de sus funciones.