Luego de materializar logros relevantes durante sus primeros meses como Presidente –incluyendo obtener, en un Parlamento profundamente dividido, la aprobación de un plan de rescate médico, social y económico (American Rescue Plan) en que US$ 1.9 trillones se destinaron a combatir los nocivos efectos de Covid, para proveer mejores seguros de desempleo, ayuda educacional, créditos para el cuidado de menores y otros beneficios para quienes más lo necesitan– los últimos sesenta días para Biden y su Administración han sido lamentables.
El Primer Mandatario estadounidense ha apresurado decisiones cruciales. Se han cometido errores que no se reconocen. Por momentos breves (afortunadamente) Joseph R. Biden ha mostrado actitudes que recuerdan de ese Presidente que fuera derrotado en 2020.
De ahí que no sorprenda que –en una sociedad dividida donde todo es fuente de quejas y partidismo– 15 encuestas de opinión pública indican un descenso de seis puntos en popularidad y confianza cívica para el Primer Mandatario. Hoy el 53% de la ciudadanía estadounidense desaprueba el mandato Biden-Harris. Y esto parece repercutir internacionalmente en casos como la evacuación abrupta de Afganistán, cuya implementación fue mal concebida y ejecutada bajo la dirección del Presidente Biden. Pese a conseguir el rescate de 120 mil personas, aparentemente en un esfuerzo para hacerlo antes del vigésimo aniversario del 11-S, Biden se apresuró ignorando las consecuencias humanas que su decisión tendría para multitudes que quedaron rezagados en las garras del Talibán.