Una reunión en Jamaica podría cambiar el rumbo de la industria minera en Chile

¿Cambio de rumbo para la minería chilena?
Lucía Villar-Muñoz, PhD. en Geociencias Marinas de la Universidad Christian-Albrechts, Kiel, Alemania, y ex integrante del Proyecto Anillo INSUD.
Lucía Villar-Muñoz, PhD. en Geociencias Marinas de la Universidad Christian-Albrechts, Kiel, Alemania, y ex integrante del Proyecto Anillo INSUD.

Un gran edificio con vista al mar en Kingston, capital de Jamaica, fue el lugar escogido por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) para sostener una serie de reuniones con representantes de países de los cinco continentes. La convocatoria de la organización encargada de regular actividades mineras en aguas internacionales, se materializó tras recibir un ultimátum de Nauru: el estado insular más pequeño del mundo y patrocinador de la empresa minera The Metals Co —filial de Nauru Ocean Resources Inc (NORI)— para acelerar el proceso de redacción del código minero en aguas profundas.

En la asamblea también participa una delegación chilena encabezada por la embajadora de Chile en Jamaica y representante permanente ante la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, Constanza Figueroa. Sin embargo, más allá de los aspectos protocolares de la participación nacional, cabe preguntarse ¿qué pasará con la minería en Chile si, tal como exige Nauru, se logra establecer un código minero submarino antes de julio de 2023?

Imagen 1: Delegación de Chile en la ISA encabezada por la embajadora de Chile en Jamaica y representante permanente ante la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, Constanza Figueroa. Créditos: Embajada de Chile en Jamaica.

Aunque la respuesta no es del todo clara, vale la pena revisar algunos antecedentes. El número de vehículos eléctricos (VE) que llegan a las carreteras de Norteamérica y Europa está aumentando y el crecimiento de las ventas se está acelerando día a día. En Chile no nos hemos quedado atrás, ya que políticas de reducción de gases de efecto invernadero —para alcanzar la meta de carbono neutralidad— junto con el creciente interés de los consumidores, están impulsando aceleradamente la transición de los vehículos de combustión interna a los VE. Durante el primer semestre de este año, las ventas de VE e híbridos lograron un récord en el mercado local, tras crecer 268% en comparación con el mismo periodo en 2020, a pesar de sus altísimos valores.

Ante la creciente demanda por vehículos eléctricos e híbridos, los fabricantes de automóviles de todo el mundo están cambiando rápidamente sus líneas de vehículos y se prevé que la demanda de los metales y minerales necesarios para las baterías de los VE crezca rápidamente en los próximos años. Se estima que, para 2047, se fabricarán 1 billón de VE, lo cual requerirá extraer cientos de megatoneladas de minerales para su producción. Sin embargo, la pregunta que cabe plantearse es ¿dónde se podrá conseguir esta inmensa cantidad de materias primas a corto plazo, si la minería terrestre no tiene la capacidad para producirlas?

La respuesta radica a miles de metros de profundidad, en las planicies abisales de todo el mundo, en donde pequeñas rocas en forma de papa, llamados nódulos polimetálicos, crecen lentamente y, en su interior, albergan los preciados metales necesarios para la transición a las energías verdes: níquel, cobalto, cobre y manganeso.

Imagen 2: Nódulo polimetálico con sus principales componentes. Créditos: The Metals Company.

Estos nódulos se localizan en casi todos los océanos, pero se encuentran altamente concentrados en el Área (término usado para referirse al espacio marino más allá de las 200 millas náuticas de un territorio) denominada Clarion-Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés) y ubicada entre México y Hawai.

Figura 1: Mapa de ubicación del área CCZ. Área color amarillo corresponde a la zona de exploración de NORI (Nauru Ocean Resources Inc.).

Es en esta Área donde hace años se están realizando campañas de exploración por parte de países y empresas mineras asociadas, con el fin de obtener una licencia para la explotación (minería submarina). Las empresas mineras calculan que en la CCZ hay suficientes nódulos para suplir la materia prima de mil millones de vehículos eléctricos en los próximos años.

Imagen 3: Nódulo polimetálico adherido a un diente de tiburón (edad aproximada del Mioceno) extraído en el área CCZ durante una campaña de exploración de la compañía The Metals Company. Créditos: Lucia Villar-Muñoz.

Pero, ¿cómo se pueden extraer estas rocas sin afectar el medioambiente? He aquí la controversia, ya que se sabe que, en los fondos marinos, todos los procesos son mucho más lentos y cualquier perturbación en el ambiente demoraría cientos o miles de años en recuperarse.

A pesar de que el área CCZ está a cientos de kilómetros de cualquier ciudad (lo que no nos afectaría) y el espacio a explotar es mínimo —porque corresponde al 1% de todos los fondos marinos—, científicos de todo el mundo están pidiendo una moratoria para poder investigar más a fondo cuáles serían los efectos de la minería submarina sobre la vida en las profundidades de los océanos, ya que se sabe muy poco sobre su biodiversidad y el papel que esta desempeña en el almacenamiento de carbono.

Por otro lado, también sabemos que la minería terrestre “no da el ancho” para la transición a las energías verdes en el corto plazo y, aunque así fuera, continuaríamos con todos los problemas sociales y desastres ambientales asociados a este tipo de actividad extractiva, un tema que no deja de ser relevante en nuestro país, tal como queda en evidencia con las llamadas “zonas de sacrificio”. Si bien, la minería convencional produce un 90% más de dióxido de carbono que la minería submarina, necesitaría cuatro veces más cantidades de roca madre para alcanzar un nivel de producción de metales comparable con el de la minería submarina. Como consecuencia, se generarían toneladas de residuos sólidos y relaves que, finalmente, contaminarían ríos, acuíferos y llegarían al océano, afectando toda la vida costera.

Si bien, los defensores de este nuevo tipo de minería afirman que la explotación de nódulos será esencial para satisfacer la creciente demanda mundial de metales para los VE y otras tecnologías con bajas emisiones de carbono —alegando que causaría menos daño al medio ambiente que la minería en tierra—, los críticos advierten que la minería submarina será devastadora para los hábitats marinos y que, además, se llevará a cabo junto con la minería convencional, en lugar de desplazarla.

En este escenario, la misión de las futuras empresas mineras submarinas, como The Metals Company, supone extraer minerales de la manera más ecológica posible. Para ello, la compañía asociada al gobierno de Nauru, ha estado investigando procesos mineros submarinos desde 2011, con resultados que favorecen la práctica de la minería de aguas profundas como una alternativa menos perjudicial que la minería terrestre que, a menudo, se lleva a cabo en selvas tropicales de gran biodiversidad.

Si las tratativas The Metals Company llegan a buen puerto, la empresa podría comenzar a llevar nódulos a la superficie y ponerlos en uso a partir de 2024. Por ahora, todo parece depender de los resultados de la reunión celebrada en Jamaica, mientras aún resuena el petitorio al consejo de la ISA escrito por el presidente de la isla de Nauru, Lionel Aingimea, para invocar un procedimiento nunca antes utilizado y conocido como la "regla de los dos años", según la cual, si las normas no están terminadas antes de julio de 2023, la ISA tendrá que "considerar y aprobar provisionalmente" las solicitudes de licencia, a pesar de todo.

¿Qué pasará, entonces, con la minería en Chile si se logra establecer un código minero submarino antes de julio de 2023? Quizás, antes de plegarse a posturas contrarias al plazo forzado para acabar con la redacción del documento —como las de algunos países africanos, un bloque de América Latina y el Caribe y naciones del Asia Pacífico—, sería recomendable obtener una licencia para hacernos cargo de un pedazo de suelo marino en el "Área" de CCZ, tal como ya lo han hecho Alemania, China, India, Tonga y Kiribati, además de la isla de Nauru.

Esta condición nos permitiría aplicar la minería submarina como nueva fuente de investigación o explotación a corto plazo, dependiendo de los efectos medioambientales provocados. De esta manera, si el impacto medioambiental es devastador como prevén los críticos, tendríamos un área en la CCZ a la cual proteger. Por el contrario, si los efectos en el medio marino no son tan agresivos y se comprueba que este tipo de minería es mucho más limpia y eficiente que la convencional, podríamos acceder a una oportunidad de inversión que, sin duda, promete un acelerado crecimiento.