Análisis (CR)2 | Postales del norte: presentando al ahora “lago” Uyuni

Análisis: Postales del norte
René Garreaud, académico del DGF y director del (CR)2.
René Garreaud, académico del DGF y director del (CR)2.

El Altiplano de Sudamérica es una gran cuenca cerrada que se extiende a través de los Andes centrales, a unos 3800 metros sobre el nivel del mar, entre los 16°S y 23°S incluyendo parte de Perú, Bolivia y Chile. Las lluvias en esta zona se concentran mayoritariamente en los meses de verano (diciembre, enero, febrero) y tienden a ser mayores en el borde oriental, que está más cercano a las tierras bajas de Bolivia, donde se ubica la fuente de humedad de la precipitación altiplánica (Garreaud et al. 2003). La distribución de precipitación sobre el Altiplano presenta también un marcado decremento de norte a sur (Figura 1): El extremo norte recibe, en promedio, más de 700 mm/año, lo que sustenta al lago Titicaca; en contraste, el sector sur recibe menos de 150 mm/año y alberga numerosos salares. Estos salares son remanentes del gran lago Tauca, que, posiblemente, existió hasta unos 8500 años atrás, indicando la ocurrencia de condiciones más húmedas sobre los Andes centrales en el pasado remoto, un misterio aún por resolver (e.g., Martin et al. 2018).

Entre los salares del Altiplano destaca el de Uyuni, el más grande del planeta y, por lo mismo, fácilmente distinguible en imágenes satelitales. Así, viajando (virtualmente) por el Altiplano este verano (2022) encontramos una alteración notable: el Salar de Uyuni no muestra su blancura habitual, sino un tono gris (Figura 2). Un poco más al norte, el salar de Coipasa aparece en color café claro, mientras que el lago Poopó, usualmente seco en estas fechas, luce de color verde. Usando otras bandas espectrales del satélite, sumado a los reportes in-situ, indican en forma inequívoca la presencia de agua sobre estos salares, que se han transformado en lagos someros (de unos 20 a 30 cm de profundidad), pero cubriendo una amplia superficie. Mayores detalles sobre estos lagos aparecen en imágenes de alta resolución publicadas por la NASA.

El llenado de estos “lagos secos” fue el resultado de las abundantes precipitaciones que han caído durante buena parte del presente invierno Altiplánico. Aún no poseemos un análisis completo, pero datos puntuales en Bolivia indican que en diciembre 2021 – enero 2022 las precipitaciones en el departamento de Potosí fueron cuatro veces sobre el promedio histórico. La estación Salar de Surire -por citar una del lado chileno- también muestra precipitaciones que duplican el promedio histórico durante la primera parte del verano. Durante febrero, en tanto, las precipitaciones en el borde suroccidental del Altiplano fueron cercanas a lo normal. El exceso pluviométrico de este verano también se refleja en un aumento del verdor (vigor fotosintético) de la escasa vegetación que cubre esta parte de la cordillera de los Andes (Figura 3).

Para entender el origen de esta anomalías pluviométricas en el sur del Altiplano, recordemos que en esta zona las lluvias ocurren mayoritariamente cuando los vientos sobre la cordillera soplan desde el interior del continente (vientos del este), favoreciendo el ingreso de humedad desde las tierras bajas de Bolivia (Altiplano chileno: Cuando llueve, diluvia). Esto es, precisamente, lo que ocurrió en diciembre 2021 y enero 2022, tal como lo muestra el mapa de anomalías (diferencia con el promedio histórico) de viento en la tropósfera alta para ese periodo (Figura 4). En contraste, los vientos sobre los Andes centrales fueron mayormente desde el oeste durante febrero, limitando la precipitación hacia fines de verano.

Las anomalías estacionales de viento del este sobre los Andes centrales fueron consistentes con las condiciones de La Niña en el Pacifico tropical (el índice Nino3.4[1] estuvo por debajo de -1 °C entre noviembre 2021 y enero 2022), pues en virtud del enfriamiento de la tropósfera tropical ocurre un debilitamiento de la corriente en chorro que sopla desde el oeste hacia Sudamérica. Así, los veranos de La Niña tienden a experimentar precipitaciones sobre el promedio en el Altiplano, y lo contrario ocurre durante los veranos de El Niño, que generan precipitaciones bajo el promedio (Garreaud & Aceituno 2001). Y este verano La Niña cumplió su promesa, tal como lo anticiparon las predicciones estacionales emitidas a comienzos del verano por la Dirección Meteorológica de Chile y otras instituciones.

Editado por: José Barraza

Nota

[1] NINO3.4 es el promedio de la anomalía de  la temperatura superficial del mar en la región limitada por 5°S y 5°N entre 170°W y 120°W. Esta es la región más afectada por las fluctuaciones entre la fase El Niño y La Niña.

Referencias

Garreaud, R. D., and P. Aceituno, 2001: Interannual rainfall variability over the South American Altiplano. J. of Climate, 14, 2779-2789.

Garreaud, R., M. Vuille and A, Clements, 2003: The climate of the Altiplano: Observed current conditions and past change mechanisms. Paleo3, 3054, 1-18

Martin, L. C., Blard, P. H., Lavé, J., Condom, T., Prémaillon, M., Jomelli, V., … & Davy, E. (2018). Lake Tauca highstand (Heinrich Stadial 1a) driven by a southward shift of the Bolivian High. Science advances, 4(8), eaar2514.

Vuille, M. and F. Keimig, 2004: Interannual variability of summertime convective cloudiness and precipitation in the central Andes derived from ISCCP-B3 data. Journal of Climate 17 (17), 3334-3348