Desafíos pendientes en igualdad de género:

Investigadoras abordan la subrepresentación de mujeres en doctorados y la desigualdad en la carrera académica

Análisis a la desigualdad de género en doctorados y carrera académica
“Aumentar el número de mujeres doctoradas en diversas disciplinas es un paso necesario y muy significativo, pues permite ampliar el número de mujeres que acceden a las universidades en calidad de académicas, ya que los doctorados constituyen un requisito de ingreso”, afirma Carmen Andrade, directora de Igualdad de Género de la U. de Chile.
“Aumentar el número de mujeres doctoradas en diversas disciplinas es un paso necesario y muy significativo, pues permite ampliar el número de mujeres que acceden a las universidades en calidad de académicas, ya que los doctorados constituyen un requisito de ingreso”, afirma Carmen Andrade, directora de Igualdad de Género de la U. de Chile.

“¿Que si he vivido algún tipo de discriminación? Hace un tiempo trabajé con una colaboradora que pertenece a un grupo internacional donde hay puros hombres, todos muy profesionales; pero por motivos que desconozco ella está aislada, hay como un club de Toby donde no está incluida. Cuando quise presentarles mi trabajo, envié varios correos y solicitudes, pero no me dieron un espacio, sin ninguna justificación válida. Entonces entendí que, independiente de mí, también quedé fuera solo por haber trabajado con ella. Esta ha sido la experiencia que más me ha chocado porque no me lo esperaba”.

Así relata su experiencia la reciente ganadora del premio Women in Sciencie que entrega la UNESCO y L’Oreal, Daniela Grandón, Licenciada en Física con mención en Astronomía de la U. de Valparaíso y estudiante del Doctorado en Ciencias con mención en Física de la U. de Chile, cuando le preguntamos si había vivido algún tipo de discriminación en su carrera académica. “Las mujeres necesitamos coraje para poder investigar y visibilizarnos. Es difícil incorporarse a un trabajo masculinizado, no es llegar y tocar la puerta”.

María Belén Barraza, Ingeniera Civil Química de la U. Técnica Federico Santa María y Doctora en Ciencias de la Ingeniería mención Fluidodinámica de la U. de Chile, coincide en que las mujeres deben hacer un mayor esfuerzo por posicionarse, visibilizar su trabajo y avanzar en la carrera académica. “Me ha pasado que en algunas reuniones donde hay puros hombres y yo soy la única mujer, digo algo y nadie me escucha, y dos minutos después un compañero dice la misma idea y es como 'oh sí, eso es lo que hay que hacer'. Los hombres se escuchan entre ellos, pero las mujeres debemos hablar más fuerte o tener una actitud 'más agresiva', porque si no pasamos desapercibidas. Hay que estar contantemente validándose en un ambiente que es hostil con las mujeres”.

Ambas reconocen que estas discriminaciones se presentan a lo largo de toda la carrera académica, y -sin duda- influyen en la menor participación femenina en doctorados. Lamentablemente, esto no es una novedad, ni menos son casos únicos. Al analizar en cifras la trayectoria formativa y profesional por sexo, es evidente que la presencia de mujeres disminuye a medida que se avanza en la carrera académica. Según recoge el Informe de Brechas de Género en la Educación Superior 2022 de la Subsecretaría de Educación Superior, en la matrícula de primer año de 2022 las mujeres representaban el 52,7% y los hombres el 47,3%. Sin embargo, esta brecha positiva adopta distintos comportamientos en función de los niveles de formación, siendo más reducida para el postgrado, aspecto decisivo para dar continuidad a la carrera académica, donde alcanza un 0,4 p.p.(SIES:2023,5)

En el informe, también se observa que el cuerpo académico presenta brechas de género referidas a jornadas completas equivalentes (JCE), donde la participación de las mujeres alcanza el 44,9%, mientras que los hombres llegan al 55,1%, donde se aprecia una ligera disminución en los últimos cinco años. (SIES:2023,20). Esto es lo que se conoce como segregación vertical de género, que en este caso indica que las mujeres tienen una presencia cada vez menos significativa a medida que se avanza en las jerarquías del desarrollo académico y en los espacios de toma de decisión.

Aumentar el número de mujeres doctoradas en diversas disciplinas es un paso necesario y muy significativo, pues permite ampliar el número de mujeres que acceden a las universidades en calidad de académicas, ya que los doctorados constituyen un requisito de ingreso”, afirma al respecto Carmen Andrade, directora de Igualdad de Género de la Universidad de Chile.

Pero ¿cuáles son las causas de esta exclusión?

El peso de la maternidad

Si bien esta desigualdad tiene múltiples causas, existe consenso en señalar que las condiciones para enfrentar las exigencias profesionales son desiguales para hombres y mujeres, principalmente producto de la maternidad y el trabajo de cuidado de hijas e hijas y personas dependientes, que -sin duda- son el principal factor que obstaculiza el avance femenino.

Ante esta realidad, muchas mujeres se ven enfrentadas a la decisión de optar entre el desarrollo académico y la maternidad, encrucijada a la que no se ven enfrentados los hombres. Al mismo tiempo, muchas de quienes deciden ser madres suelen presentar menores índices de productividad porque tienen menos tiempo para investigar y dedicar a sus labores profesionales. Esto se traduce en que las académicas que son madres son evaluadas de la misma manera que aquellas que no lo son y que sus colegas hombres, sin considerar que, en el caso de las mujeres, la época de mayor productividad coincide con la maternidad y la crianza.

“En la medida en que la maternidad y la crianza no se consideren adecuadamente en la medición del desempeño académico, ni exista un sistema diferenciado de evaluación para equiparar las condiciones de hombres y mujeres, este proceso continuará siendo inequitativo en desmedro de las académicas”[1], reconoce la Política de Corresponsabilidad Social en la Conciliación de las Responsabilidades Familiares y las actividades universitarias de la U. de Chile.

Johanna Camacho, vicerrectora de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Magíster en Docencia Química de la U. Pedagógica de Bogotá y Doctora en Ciencias de la Educación de la U. Católica, coincide con esta afirmación, y agrega que “hay que comprender que durante el tiempo que se dedica a las labores de cuidado, la productividad de las mujeres disminuye y hay que tener en cuenta este factor, por ejemplo, para los procesos de calificación académica, de jerarquización, de postulación a proyectos y otros, pues obviamente las condiciones no son iguales para todas las personas”.

Una reiterada demanda en las instituciones de educación superior ha sido la incorporación de medidas de corresponsabilidad social en el cuidado. Hasta ahora, si bien hay un reconocimiento en torno a esta barrera, solo se han establecido medidas de conciliación que atienden la maternidad y el cuidado de hijos e hijas, que, si bien son necesarias, redundan en asociar las tareas de cuidado con las mujeres y perpetúan la desigualdad de género.

Sin embargo, sería impreciso señalar que la maternidad es el único factor que influye en la subrepresentación y estancamiento de las mujeres en la carrera académica; más bien es una consecuencia de los factores culturales y estereotipos de género que están en la base de esta desigualdad, los cuales dificultan la continuidad del desarrollo profesional femenino, puesto que el espacio académico fue diseñado a la medida de los hombres, y -por lo tanto- no considera las responsabilidades domésticas, de crianza y cuidado.

En este sentido, Laura Gallardo, PhD y directora de Postgrado y Postítulo de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos de la Universidad de Chile, afirma que “en esto es muy importante el rol que juegan los hombres, porque principalmente son ellos los que están en espacios de mayor jerarquía. Creo que primero deben pasar por una formación en género para hacerse más sensibles a este tema, y entender que esto no es solo un problema de justicia, sino que es un problema de inteligencia institucional. Dejar fuera a la mitad de la población solo por su género, significa que se pierden competencias y capacidades para resolver problemas cada vez más complejos, y si se quiere alcanzar la excelencia hay que tener esta diversidad de miradas y entender que medidas como las cuotas de género no son porque sí, sino que responden a una necesidad institucional”.

Meritocracia y la importancia de referentes mujeres

¿Crees que ascender en la carrera académica depende únicamente del mérito? “No, para nada. Creo que el ascender está mucho más influenciado por a quién conoces o a quién le caíste bien, más que a los méritos profesionales. Esto no quita que haya méritos, pero claramente influye más la red de amistad y contactos”, afirma María Belén Barraza.

Aun así, muchas veces las desigualdades de género se ven invisibilizadas debido a la aplicación de criterios meritocráticos que no consideran las responsabilidades familiares y de cuidados, y que reproducen y alientan la exclusión de las mujeres del espacio público, (generando) una visión de supuesta igualdad de derechos, por lo que se considera que la presencia estaría ligada exclusivamente al mérito, la capacidad y el esfuerzo personal.[2]

Por su parte, Johanna Camacho destaca que “históricamente, le hemos dado un lugar muy importante a los méritos personales, académicos y las capacidades de cada persona, sin identificar barreras de género en este proceso, lo que se ha convertido en un esfuerzo individual poco acompañado por la institución. En este sentido, creo que también es muy importante tener referentes femeninos que sirvan de ejemplo para otras mujeres, que generen una identificación”.

Respecto a esto, Carmen Andrade señala que “es fundamental que haya referentes femeninos en las distintas disciplinas, porque permite potenciar las capacidades de mujeres que se desempeñan en distintas áreas del conocimiento, quienes -a su vez- pueden ser modelos para que más estudiantes mujeres se motiven en seguir estudiando niveles de postgrado y puedan desarrollar sus respectivas carreras”.

Iniciativas para la igualdad de género en la academia

Para hacer frente a esta situación de desigualdad, distintos organismos han impulsado medidas para equiparar la participación entre mujeres y hombres en los espacios académicos. En noviembre pasado, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) anunció que se incorporará la paridad de género en las bases del concurso de Becas de Doctorado Nacional para el año académico 2023, las que contarán con un puntaje de corte para mujeres y un puntaje de corte para hombres en la selección, con el objetivo de que la adjudicación del certamen tienda a la paridad, “siempre considerando la excelencia académica de los/as seleccionados/as”, destacaron.[3]

Asimismo, el pasado 8 de agosto la Comisión de Futuro de la Cámara de Diputadas y Diputados ingresó un proyecto de ley que establece la paridad en la adjudicación de proyectos de investigación y otorgamiento de becas en las áreas de Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas. Desde la Cámara explicaron que, entre otros puntos, el proyecto determina que todo concurso de becas, adjudicación de proyectos de investigación o similares instrumentos con cargo al presupuesto estatal deberán incorporar criterios de asignación que contemplen la paridad de género.

La Universidad de Chile, a través de la Dirección de Igualdad de Género, ha desarrollado diversas iniciativas para incentivar la paridad, entre ellas la recientemente publicada Política de Igualdad de Género (2022), que busca superar las desigualdades y construir una universidad pública que reconoce y promueve la igualdad sustantiva de género, y la Política de Corresponsabilidad Social en el Cuidado (2017), que tiene como una de sus líneas de acción “garantizar equidad de género en los procesos de evaluación y calificación académica, a través de la adecuación de la normativa universitaria respectiva, con el fin de permitir la igualdad de oportunidades entre académicas y académicos en las distintas instancias, considerando los efectos de la maternidad y las responsabilidades familiares en el desempeño y la productividad tanto profesional como académico”.

A través de la Dirección de Desarrollo Académico, además, se han impulsado programas de mentorías en diversas unidades académicas. Estas tienen como propósito apoyar a las mujeres en su desarrollo profesional e incentivar su inclusión en puestos de liderazgo y dirección, así como transformar las estructuras masculinizadas de la Universidad, que dificultan su incorporación y avance en diversas áreas del quehacer académico.

La sociedad chilena enfrenta nuevos y grandes desafíos para avanzar en igualdad de género, y las universidades no están ajenas a esta realidad, y a pesar de que en los últimos años ha aumentado significativamente la participación de las mujeres en la educación formal, esto no ha sido suficiente para modificar las estructuras institucionales y académicas.

Problematizar las relaciones de género en el contexto universitario implica mirar la construcción cultural y la forma en que hombres y mujeres se posicionan en los distintos escenarios institucionales. De esta forma, será posible modificar las estructuras que sostienen y perpetúan las discriminaciones de género, que se reflejan en la subrepresentación de las mujeres en la academia, en las jerarquías superiores, en las brechas salariales por sexo, y en las barreras para conciliar el desarrollo profesional con las responsabilidades familiares. Solo de esta manera la universidad de Chile podrá dar cumplimiento a su compromiso con el desarrollo del país que queremos: un país con igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en todas las materias.

 

 

[1] Política de Corresponsabilidad Social en la Conciliación de las Responsabilidades Familiares y las actividades universitarias. Dirección de Igualdad de Género, Universidad de Chile, 2017.

[2] Cerva, 2017, citada en libro Sello Genera Igualdad. Dirección de Igualdad de Género, Universidad de Chile, 2022.

[3] La Tercera, 14 de diciembre de 2022.