Orgullo digital y exclusión material. De protestas reivindicatorias en USA al mes del "pride"

A finales de junio de 1969 el “Escuadrón de la Moral” hizo una redada, como era de costumbre, llevándose detenidas al abanico de la disidencia sexual que se encontraba en ese momento en un local de Nueva York, su nombre era el “Stone Wall Inn”. Pero la población que sólo quería estar tranquila se hartó e inició la protesta: la respuesta agresiva frente a años de violencia política. 

La historia oficial relevó en estos sucesos los nombres de hombres blancos y gays, pero una historia que se ha alejado de los discursos de la supremacía blanca reivindica a dos mujeres trans racializadas: Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson. Estas dos mujeres transexuales no estaban celebrando el orgullo de ser quienes eran, la “salida del clóset” o las libertades individuales. Estaban reclamando el poder, una tajada del poder que se les negó, no para asimilarse a las lógicas capitalistas que, en aquellos años, las tenía en el foco de la violencia; era imposible querer luchar usando las reglas de un juego que te deja en situación de calle, que te golpea y no te da oportunidades de dignidad.

Hoy, en el contexto tecno-moderno en el que estamos obligadas a vivir, a propósito de la pandemia, las redes socio digitales, los canales de televisión y prácticamente todos sus rostros consagrados (curiosamente heterosexuales) parecen apoyar la causa homosexual y la idea del “orgullo de ser quién eres”. Esta es la forma en la que la ideología neoliberal, adaptándose a un discurso “progresista”, utiliza la lucha de nuestra comunidad despojándola de toda concepción revolucionaria. Así, inmiscuyéndose en una marcha, que tenía un origen de protesta, la ha transformado en un desfile de marcas “open mind” que refuerzan el consagrado lugar periférico de las disidencias sexuales en el capitalismo global.

El problema aquí no está en sentir orgullo de quiénes somos: lesbianas camionas racializadas, travestis pobres o maricones con VIH, lo que incomoda es la romantización de la marginalidad no-heterosexual. Ante la falta de políticas de inclusión que aseguren la igualdad sustantiva, persiste una desigualdad material que opera independiente de nuestro nivel de auto-orgullo. No tener vivienda, temer asistir al sistema de salud público, desescolarización temprana, violencias y violaciones de parte de las fuerzas de orden público, autorrechazo y tendencias autodestructivas son algunas de las consecuencias de “ese orgullo” que no traspasa los límites de las buenas intenciones y que tiene más resonancia mediática que impacto real en nuestra comunidad.

¿De qué nos sirve que todos los canales de televisión por cable tengan un arcoiris debajo de su marca? ¿Para qué queremos visibilidad si aún no tenemos justicia para Anna Cook? ¿Qué celebraremos si la justicia llegó tarde para Nicole Saavedra?. La visibilidad por sí sola no es suficiente, necesitamos además acción de dignidad. Nos atraviesan aún muchas opresiones: la marca de clase, el racismo, la discapacidad y todavía no contamos con ninguna política pública que nos considere como personas interseccionales con similares necesidades a las personas heterosexuales, pero definitivamente con muchísimas menos oportunidades.

Andy Co
Área de Diversidades Sexuales y de Género
Oficina de Equidad e Inclusión

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