¿Por una nueva educación?

Santiago 1 de Febrero de 2006

Las señales de la política educacional deberían ser fuertes en un gobierno que se anticipa decidido a enfrentar la consolidación del proceso de desarrollo chileno.  El problema de calidad y equidad de nuestra educación requiere revisar elementos fundamentales, que demandan soluciones mucho más allá de una pura administración del legado concertacionista.  Es imprescindible abordar tres problemas fundamentales.  Primero, terminar con la municipalización de la educación básica y media, que ha incentivado una profunda segmentación social, restringido las decisiones de gestión al ámbito de materia municipal y no nacional, y establecido una barrera a la necesaria coordinación con las políticas ministeriales.  Se precisa una gestión educativa a un nivel distinto al comunal.  Segundo, es fundamental revisar los planes y programas de estudio, esta vez con mayor participación del profesorado y en un diálogo activo con los diferentes niveles del sistema educacional; los universitarios, por ejemplo, necesitan opinar sobre el contenido de la enseñanza a nivel medio.  Los programas deben ser actualizados y realistas, y deben servir al diagnóstico sobre las falencias pedagógicas prevalecientes.  Tercero, la formación y capacitación de profesores debe ser declarada una prioridad nacional, para lo cual es necesario que se fomente con crédito subsidiado la participación de mejores estudiantes, se invierta en las escuelas pedagógicas como cuestión de Estado, se promueva la investigación educacional y se establezca una vinculación activa de estas escuelas con el mundo de la educación pública.

La ampliación de la educación preescolar, el otorgamiento de subsidios diferenciados, mejores instrumentos de evaluación de la gestión, capacitación con todo tipo de recursos, incluyendo la importación de experiencias y capacitadores, establecimiento de incentivos por resultados en pruebas nacionales, son medidas que han de complementar las tres transformaciones básicas que requiere el sistema.  Junto a sostener el gasto en investigación que la autoridad ha comprometido, instauración de mejores reglas de financiamiento para las universidades del Estado, y el nuevo sistema de crédito estudiantil, que ha de requerir crecientes recursos y políticas que fomenten la transparencia de la información, la educación chilena podría tener otro futuro.  Eso requiere un cambio fundamental, y un compromiso verdadero con el futuro de nuestros niños y jóvenes.   

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