Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Acto de Conmemoración del Sexagésimo Aniversario y Ceremonia de Graduación de los egresados de la Facultad de Odontología.

Siempre se espera que, por alguna razón protocolar, el Rector diga las últimas palabras, las cuales le dan un poco de dramatismo al acto de egreso, pero yo prefiero entender esta circunstancia como una oportunidad para que el Rector realice una reflexión con ustedes, mientras están todavía aquí, sentados en este lugar histórico, el Salón de Honor, donde tantos estudiantes se han graduado, y de donde han surgido tantos profesionales que han hecho importantes aportes al país. Me gustaría aportar con una reflexión que ayude a entender el significado que tiene esta ceremonia, junto a ustedes, precisamente, tomando el punto de vista que recién enunciaba su compañera, acerca de cuando ustedes llegaron acá y qué es lo que ha pasado durante todo este tiempo con ustedes y por ustedes.

Ustedes fueron, no cabe duda, bien seleccionados, y siempre cuando yo me instalo frente a los estudiantes egresados, vuelvo a renovar toda mi fe en las pruebas de selección universitaria o pruebas de aptitud académica, porque efectivamente nos han ayudado muchísimo a seleccionar los mejores, y ustedes, en la generación correspondiente, estaban entre los mejores estudiantes.

Y hasta hoy han pasado años, muchos cursos, prácticas y sufrimientos, pero también muchas esperanzas. Probablemente, han quedado también muchos en el camino, pero lo cierto es que ahora están ustedes acá recibiendo este título. La pregunta es qué pasó desde la entrada de esos niños egresados recién de cuarto medio a quien tomamos de la mano y llevamos por el camino de la Universidad. Pasó que ustedes, en primer lugar, pudieron contemplar el abismo del conocimiento, ese abismo inmenso del cual uno percibe a lo mejor los bordes, pero del cual nadie podría pensar que lo ha recorrido completamente. Vuestros maestros les deben haber planteado cuáles eran las conformaciones probables de esos grandes temas y problemas, y probablemente lograron mostrarles a ustedes lo que ellos han logrado caminar, en ese abismo inmenso, alrededor del cual ustedes todavía tienen tanto que caminar y tanto que profundizar.

Ustedes se hicieron dueños de una técnica y de un conocimiento que hoy día pueden usar y exhibir allá afuera con orgullo, y que duda cabe que esta Universidad es probablemente aquella que con mayor prestancia y propiedad forma a los mejores odontólogos de Chile, y por eso ha sido, es y va ser la Universidad de Chile. Este recorrido por el conocimiento y el entrenamiento ha sido probablemente el mejor, porque les ha quitado quizás un poco la arrogancia natural, de cuando uno está en los primeros años de la Universidad y cree conocerlo todo, hasta llegar al punto en que uno debe reconocer que sabe bastante, pero no todo, pero ese bastante es un peldaño importante para seguir subiendo en la escala infinita del progreso en la vida, y sobretodo, en la vida profesional.

Pero, más allá de estos hechos, ustedes han madurado como personas. Entraron niños y hoy quizás se ven también un poco como niños, pero más maduros. Han logrado tocar parte de lo que se llama la realidad, han logrado conocer parte de lo que son los grandes desafíos del intelecto, de la ciencia y la técnica, y han madurado también como personas, sin duda alguna, y hoy día, mirando hacia atrás cinco o seis años, sacarán probablemente la conclusión de que ustedes hoy son mejores.

Son mejores porque han logrado conocer a otros, en un camino paralelo, que también trataron de enriquecer su vida en la Universidad. Han conocido la Universidad, esta institución que tantos creen que es solamente un lugar donde se hacen clases, pero que en realidad es un espacio de reflexión, un lugar de critica, un ámbito de conflicto profundo, entre el sentimiento de lo que uno quiere y la realidad de lo que uno puede, un lugar donde nunca hay que estar conforme.

Y por eso, quienes creen que las universidades son entes amorfos, estáticos, quietos, están equivocados, porque en la Universidad lo que queremos, precisamente, son más ideas, más desafíos, más discusión. Y ustedes han madurado en el curso de eso, a lo mejor sin darse cuenta, pero para hoy día ustedes es natural y normal decir: no estoy de acuerdo. Hoy día, para ustedes es natural y normal decir: Esta es la decisión que voy a tomar, frente a mí paciente, frente a mí vida. Ustedes han logrado ser personas distintas y también personas más integras, más completas, porque ustedes también, desde la Universidad, y en su formación, han logrado conocer y acercarse a las profundas desigualdades que tiene nuestra sociedad y que pueden inmovilizarlo a uno, pero que uno debe poner en el campo constructivo y proponerse también, al mismo tiempo, ser un profesional para ayudar a que Chile pueda superar esas grandes desigualdades.

Al final del camino, cuando hoy día se despiden con ese Diploma, la otra conclusión importante es que en realidad no se despiden, porque de la Universidad hoy día nadie puede irse ni despedirse. En los viejos tiempos nos marchábamos y creíamos arrogantes que nunca más necesitaríamos volver. Ahora esa arrogancia es y debe ser menor, ya que el mundo ha cambiado, y hoy, probablemente o mañana, o a lo mejor el lunes, después de la fiesta, tendrán que volver a pensar qué cosas cambiaron de aquello que aprendieron y tendrán nuevamente que poner en perspectiva su formación y su reentrenamiento.

La vida es eso, un continuo aprendizaje y hoy más que nunca, en la sociedad del conocimiento, las universidades deben ser un hecho permanente en la vida de las personas, y eso también es una distinción entre casas con muchos espejos y muchos vidrios y Universidades donde lo que realmente hay es ese intento permanente por aprender y compartir el conocimiento con otros. Eso es, eso ha sido y eso será la Universidad de Chile.

Pero, probablemente, también hay otra cosa que ustedes aprendieron en este paso. Han aprendido a querer a esta institución, ustedes allá afuera, en esa selva, van a aprender que es un valor fundamental el ser egresado de esta casa de estudios, y eso, como algunos podrán decir, vale mucho en el mercado, ciertamente. Vale porque es un símbolo de calidad, porque es una identificación de tradición y competencia, porque es el signo que también le hemos tratado de dar a ustedes para que no sean no solo profesionales, sino que también personas con un sentido de solidaridad, de humanismo, de pertenencia a una sociedad que tiene mucho que esperar de ustedes.

Ustedes han teñido en esta institución su corazón de azul, como todos nosotros, hijos de ella y por cierto que en cuanto vuelvan, cuando tengan más preguntas, los vamos a estar esperando aquí. Que tengan mucha suerte, mucho éxito y gracias.

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