Por Soledad Bianchi

 

 

IV  Las voces comienzan a hacer camino

Decía que 1973 es el momento que debe ser tomado como referencia para ordenar el trabajo de los más nuevos, esto no significa que a todos quienes considero integrantes de la "generación dispersa" hayan comenzado a escribir en esta fecha. No, algunos de ellos, casi siempre los menos jóvenes, aquéllos poetas de transición entre los "emergentes"(9) que ya habían emergido y los más recientes, ya se habían expresado. Los menos habían pertenecido a los grupos que caracterizan a la promoción anterior a la que pertenece, como ya dije, Gonzalo Millán, a quien veo como unión con los posteriores, poeta-puente, puente de poetas que, a veces, lo aventajan o coinciden en edad, pero cuyas actitudes o cuyas obras, generalmente más tardías, no permiten considerarlos entre los predecesores. Entre ellos, Javier Campos y Juan Armando Epple; otros se habían unido esporádicamente (Juan Luis Martínez: 1942, Eduardo Parra: 1943, Thito Valenzuela: 1945, Gustavo Mujica) o con mayor permanencia (la "Escuela de Santiago" a la que pertenecen Jorge Etcheverry: 1945, Naín Nómez: 1944, Erik Martínez: 1944). Pero si algunos habían publicado poco y con dificultad, más difícilmente su obra había circulado: todos ellos constituyen, entonces, un nexo, entre estos dos momentos de condiciones tan diferentes de la elaboración poética porque conocieron, en su mayoría, los anteriores modos de compartir tanto la poesía como la convivencia social: "Pertenezco a una generación, que a pesar de la diáspora de hoy, emergió en la época de los años setenta con una actitud claramente pluralista, crítica, y de conciencia, digamos colectiva..."(10). Por ser, generalmente, los mayores, su obra es más definitoria que la de los que comienzan que, naturalmente y con razón, están todavía en un proceso de búsqueda.

Los más nuevos vivieron otra realidad y a los trabajos dispersos y solitarios de algunos jóvenes, que no sólo residían en Santiago, sigue después del período de mayor desconcierto y repliegue, la formación de múltiples grupos y talleres. Muchos de ellos fomentan la aparición de hojas, folletos, revistas y hasta libros. Estas asociaciones surgen por la iniciativa de uno o varios interesados y, por lo general, no cuentan con la ayuda de organizaciones oficiales. Antes, en los años sesenta, "Trilce" de Valdivia, "Arúspice" de Concepción, "Tebaida" de Arica, se reunían, realizaban encuentros nacionales e intergeneracionales de poetas y publicaban, con el respaldo de las respectivas universidades.

En 1976 se forma la Unión de Escritores Jóvenes que, al año siguiente, publica la antología Poesía para el camino. Es probable que esta entidad haya sido la que alcanzó más realce y mayor extensión en el país ya que contaba con filiales en algunas provincias, además de juntar a colectivos como los "Talleres Gráficos y Literarios del Mar", "La Botica", la "Agrupación Santa Marta". El trabajo en común, los recitales, la publicación de la antología, ciertas labores gremiales, el llamado a concursos y la aparición de un boletín y del primer número de una revista, Pazquín, caracterizó el quehacer de este grupo, en su mayoría estudiantil, que poco a poco se fue acallando hasta silenciarse definitivamente en 1980, a pesar de haber ido ganando distintos apoyos, entre otros el de la Sociedad de Escritores de Chile. Es cierto que en múltiples ocasiones fue duramente atacada e, individualmente, varios de sus miembros fueron perseguidos y hasta encarcelados. Sin embargo, la desaparición de la U.E.J. debe hacer reflexionar y habría que preguntarse por las causas de su fracaso y de los errores cometidos, entre los que el personalismo y cierta intransigencia política parecen no haber estado ausentes. Su desintegración aparece, en todo caso, como un triunfo del poder autoritario que promueve y se afirma en una privatización que no es exclusiva del sistema económico ya que se extiende a las relaciones sociales"(11).

La U.E.J. que fue dirigida por varios años por Ricardo Willson (1953) y, posteriormente, por un colectivo, contaba entre sus adherentes a: Armando Rubio, Erick Polhammer, Gregory Cohen (1953), ahora un premiado autor teatral, Antonio Gil, Bárbara Délano.

Pero la Unión de Escritores Jóvenes no era el único cuerpo de poetas y, así, en Castro (Chiloé) todavía destaca la actividad de "Aumen" que ha funcionario desde 1975, muchas veces con el apoyo del arzobispado local, y que no se limita a reunir a sus miembros, muchos de ellos liceanos. Su ocupación se extiende a recitales, variados actos culturales como "Las islas, los peces, los hombres" o la defensa de los palafitos; a, por lo menos, un encuentro de escritores en agosto de 1978, y la publicación de Aumen, una revista de poesía, y un sello editorial. También en esa región sureña se distinguen la aparición de Andrómeda y de la nueva Archipiélago. En Temuco, el taller que funcionaba en la Municipalidad local fomenta el contacto de poetas como José María Memet, Gustavo Adolfo Becerra (1950), Farid Hidd (1952), que participan junto a otros en el "Encuentro de Poesía Joven del Sur de Chile", llamado en 1977, por el Instituto de Literatura de la Universidad Austral de Valdivia, intentando continuar la tradición de "Trilce", y que contó con la publicación de Poesía Joven del Sur de Chile, ese mismo año.

Después, en julio de 1980, La Cambucha hacía oír en Temuco la voz de la "Agrupación Cultural Puliwen Antu", de la que forman parte: Guido Eytel (1945), Hugo Alister y Bernardo Reyes (1951).

En Concepción surge Envés y Posdata, cuyos participantes realizan un trabajo poético algo diferente al más habitual.

Generalmente, en las ciudades que cuentan con universidades o sedes de educación superior no es difícil encontrar escritores que se reúnen y que, a veces, divulgan sus trabajos en impresos de diferentes grosores y alcances. Además de Valdivia, Temuco, Concepción, pueden mencionarse Osorno con el grupo "Pala", Puerto Montt con "Polígono", Chillán y Talca en el sur, y Arica y Antofagasta, en el norte. Aunque no es frecuente que la institución universitaria favorezca ni patrocine directamente el trabajo artístico, el congregarse de alumnos y, más de una vez, la presencia de algún docente interesado colaboran a la formación de agrupaciones. También en las ciudades más pequeñas donde no hay centros universitarios, muchas veces los profesores de liceo han ejercido una labor que ha ayudado a la existencia de comunidades literarias.

En Santiago, desde que surge la Agrupación Cultural Universitaria, hacia 1977, se intenta, aunque con bastante más dificultad, crear lazos entre los diferentes grupos que funcionan aisladamente en las escuelas y facultades. Sin embargo, la ACU ha logrado hacer concursos, recitales, y publicar, y aunque la universidad funcione como punto de referencia, nunca sus actividades se circunscriben a los universitarios.

Pero no siempre se trabaja unido y no siempre en proximidad de los centros de estudio. En Santiago, por ejemplo, aparecen los siete "Talleres Andamio", que funcionan en poblaciones. También en la capital existen los ya mencionados "Talleres Gráficos y Literarios del Mar" que aunque formados casi exclusivamente por narradores, se manifiestan en los Cuadernos Marginales que unen la prosa a la poesía. Si bien algo diferente, el Colectivo de Acciones de Arte (C.A.D.A.) reúne artistas plásticos y visuales, y algunos escritores como Raúl Zurita, una de las voces más singulares de la nueva poesía chilena. Entre los poetas que han cooperado, a veces, en sus actividades, se cuenta Cecilia Vicuña quien, en Bogotá o Nueva York, ciudades en las que ha residido, ha realizado intervenciones que ella llama "metáforas espaciales".

Importante labor de difusión cumplen, también, revistas como La Bicicleta, La Gota Pura, Orígenes y Hojas de Literatura del Pedagógico, el grupo "Nuestro Canto" con su programa radiofónico, las recientes La Castaña, Caballo de Proa de Valdivia, Alta Marea, y hasta el desaparecido suplemento Andrés Bello del diario El Mercurio que, en su momento, publicó a diversos poetas que se iniciaban.

En el exilio, sin embargo, la situación es muy distinta debido al desperdigamiento. En algunos lugares existen, con todo, grupos más o menos homogéneos que se han organizado o se han reencontrado, como en Canadá donde, además de Gonzalo Millán, hay por lo menos tres integrantes de la "Escuela de Santiago" que junto a otros escritores y docentes chilenos han creado en Ottawa, las Ediciones Cordillera que después de Las malas juntas, primer libro de cuentos del excelente narrador Leandro Urbina (1948), ha editado tres poemarios: Teoría del circo pobre de Hernán Castellano Girón, El evasionista, en edición bilingüe inglés-español de Jorge Etcheverry, y País rigurosamente vigilado de Naín Nómez. Además de promover una serie de "Cuadernos" donde ya han aparecido uno de Ensayo y otro de Poesía. Siempre en Canadá, donde hay un fuerte conglomerado de chilenos, la Ediciones Agüita Fresca dieron a luz Historia Natural, conjunto de poemas de Manuel Jofré (1947). Una editorial de Québec publicó La ciudad, el vasto poema de Gonzalo Millán que también ha realizado numerosas muestras y algunas publicaciones de su "poesía plástica".

En Italia permaneció activo el "Taller Maruri" que publicó El Luchexilio de Antonio Arévalo.

Siempre en contacto han permanecido Roberto Bolaño y Bruno Montané, primero en México y ahora en España. Paralelamente a sus trabajos individuales, ambos han participado en la elaboración de poemas comunes y de numerosas hojas, folletos y actividades que no sólo integran a chilenos, así el grupo "Infrarrealista" con Correspondencia Infra donde participaban jóvenes poetas mexicanos, o Rimbaud vuelve a casa o Blanco de Gaz, impresos en los que, además, se unen a escritores catalanes. Y ésta es, a veces, una de las características de la conducta de los escritores chilenos del exterior que articulan su trabajo con el de nacionales del país que acoge y/o con latinoamericanos, como en el taller literario de Londres, el cuaderno Hoy y aquí de Suecia o América Joven de Holanda.

El vínculo literario que es difícil alcanzar entre la emigración chilena lo establecen, con frecuencia, las revistas: Literatura Chilena que existe desde 1977 en California, Araucaria que apareció en 1978 en Madrid, a veces Chile-América que se edita en Roma y, ahora, Trilce, cuyo segundo número, el 17 de la segunda época, acaba de salir en Madrid, y en torno a la cual funciona un taller literario en París. Pero no pueden dejar de mencionarse: Canto Libre que durante doce ediciones parisinas reunió diversas voces de la poesía chilena elegidas, casi siempre, con un criterio de semejanza relativa, agrupando a los "diaspóricos" con la "generación del roneo", ni la reciente Palimsesto de Roma. Sin pretender la exhaustividad, no menciono las múltiples publicaciones chilenas de diferentes lugares que muchas veces cuentan con una sección literaria. No obstante, no debe dejar de indicarse la especial labor que cumplen las ediciones LAR de Madrid

Papel importante en el re-encuentro desempeñan, también, las antologías: desgraciadamente, las de Chile, salvo la excepción de la excelente Ganymedes 6, rara vez acompañan a los escritores del país con los de fuera. Sin considerar aquéllas ordenadas con criterios regionales, pueden mencionarse: Poesía para el camino, Uno por uno, el Cuaderno de Poesía del Encuentro de Arte Joven de 1979 y "Poesía Joven. La generación del 70" de José Luis Rosasco, aparecida en la revista Atenea. Son varias las que en el exilio se han dado a conocer, todas generales, sólo en revistas hay conjuntos dedicados a la poesía más nueva: la de Antonio Skármeta en Review 27, de Miguel Vicuña en Trilce Nº 17 y una colectiva en Cuadernos de Poesía de Ediciones Cordillera (12).

Y sería muy difícil poder entregar un panorama completo de los escritores, grupos y ediciones chilenas por la extensión del Chile disperso. Para probarlo, basta recordar los diferentes idiomas y países en que han aparecido libros, folletos, cuadernos, diarios y hojas con escritos de chilenos: desde Rumania hasta Canadá pasando por Estados Unidos, Perú, México o España y recorriendo Inglaterra, Alemania, Francia o Italia, hasta llegar a Chipre donde, en edición griego-española, apareció Estatuto del amor de Pedro Vicuña (1956) en 1980. En todas estas lenguas se ha evidenciado una poesía diferente a la que se hace en Chile porque nace en otro contexto, pero que es una de las ramas de la poesía chilena de hoy, escindida como el país y su cultura.


I Una nueva promoción

II 1973: término e inicio

III El entusiasmo y la buena voluntad no bastan por sí solos

IV Las voces comienzan a hacer camino

V El peso de una tradición

VI ¿Por qué tanta y tan variada poesía?

VII Hacia un intento de caracterización